La compañía petrolera rusa Lukoil informó este lunes su decisión de vender todos sus activos internacionales, después de que el gobierno de Estados Unidos impusiera sanciones directas sobre la empresa y sobre Rosneft, en el marco de las medidas adoptadas por la Casa Blanca frente a la guerra en Ucrania.
La decisión se produce tras el anuncio del presidente Donald Trump la semana pasada, quien acusó al Kremlin de continuar su ofensiva militar y “no tomar en serio” las advertencias internacionales.
“Debido a la introducción de medidas restrictivas contra la compañía y sus filiales en varios estados, la empresa anuncia su intención de vender sus activos a nivel internacional”, expresó Lukoil en un documento difundido a última hora de este lunes.
El comunicado especifica que el proceso de venta ya ha comenzado, pero no detalla el calendario ni los posibles compradores.
La sanción implica el congelamiento inmediato de todos los bienes de Lukoil y Rosneft en territorio estadounidense, y prohíbe a empresas de EEUU mantener negocios con ambas firmas. Además, las coloca en la lista SDN (Specially Designated Nationals), una de las registradas de mayor alcance en el sistema de sanciones internacional y a la que se acogen numerosos países y empresas globales para evitar riesgos legales y de reputación.

Washington dio un plazo de un mes a las compañías que aún operan con estas petroleras para cancelar los contratos, advirtiendo que de lo contrario quedarán expuestas a represalias, incluyendo la exclusión del sistema bancario y comercial estadounidense.
La retirada de Lukoil, junto a la presión sobre Rosneft, afecta a más de la mitad del total de las exportaciones de petróleo rusas, y equivale a más del 5% de la producción global de crudo. El anuncio extiende la crisis interna del sector energético ruso (ya golpeado por sanciones de la Unión Europea y otros socios) y limita notablemente la capacidad de Moscú para sostener la financiación de la maquinaria militar desplegada en Ucrania.
El presidente ruso Vladimir Putin calificó las nuevas sanciones como “graves”, pero reconoció que no lograrán por sí solas “aplastar” la economía rusa, que en los últimos años se ha esforzado por adaptarse a restricciones cada vez más severas.
La reciente cancelación de la esperada cumbre entre Rusia y Estados Unidos en Budapest evidenció la falta de avances diplomáticos y el retroceso de las negociaciones de paz, un cuadro que refuerza la política de presión financiera de Washington.
En paralelo, Moscú intensifica su acercamiento a socios comerciales en Asia para contrarrestar el aislamiento. El viceprimer ministro ruso Alexéi Overchuk, de visita en la cumbre de líderes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), enfatizó que “el centro económico del mundo se está trasladando a esta zona” y abogó por crear nuevas rutas logísticas para sortear las restricciones occidentales.
Overchuk defendió que “las sanciones son como el clima: siempre están presentes, y pese a ello, hay que trabajar y hacer lo preciso”.
Según Overchuk, los lazos comerciales entre Rusia y los miembros de la ASEAN sumaron 23.000 millones de dólares el año pasado, con un crecimiento del 16%. El funcionario también destacó el interés de la región en la Ruta Marítima del Norte, que Rusia promueve como la vía más directa para las exportaciones asiáticas hacia Europa.
Mientras Moscú insiste en que la presión occidental no logrará fracturar el equilibrio de su economía ni alterar su modelo de alianzas, los analistas advierten que el alcance de las sanciones sobre Lukoil y Rosneft es mayor que en rondas previas y podría afectar la capacidad del Kremlin de sostener su actividad militar y económica a medio plazo.

La estrategia de Estados Unidos se orienta no sólo a cortar el financiamiento directo de la guerra en Ucrania, sino también a enviar una clara señal a otros actores internacionales sobre las consecuencias de desafiar los lineamientos de la coalición contraria a la invasión rusa.
(Con información de AFP y EFE)