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Donald Trump y Xi Jinping
Donald Trump y Xi Jinping (Europa Press)

A cuatro días del esperado encuentro entre Donald Trump y Xi Jinping, Estados Unidos y China han reactivado su diálogo diplomático y económico con señales de distensión, aunque bajo una atmósfera de recelo mutuo. El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, mantuvieron el lunes una conversación telefónica centrada en los preparativos de la reunión bilateral que tendrá lugar el jueves en la ciudad surcoreana de Busan, al margen del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

El contacto entre ambos diplomáticos, confirmado por la Casa Blanca y por el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, forma parte de una secuencia de gestos calculados para evitar un nuevo choque comercial. Según el comunicado estadounidense, Rubio y Wang abordaron “la importancia de la relación entre Estados Unidos y China y la próxima reunión entre los presidentes Trump y Xi”. Beijing, más explícito, instó a Washington a “encontrarse a mitad de camino” y a preparar el terreno para “interacciones de alto nivel” que reafirmen la cooperación entre las dos mayores economías del planeta.

La llamada se produjo tras una quinta ronda de negociaciones comerciales celebrada en Kuala Lumpur el fin de semana. Ambas delegaciones alcanzaron un “acuerdo preliminar”, según fuentes chinas, que incluiría la suspensión temporal de aranceles recíprocos y posibles avances en materia de cooperación antidrogas vinculada al fentanilo, además de cuestiones agrícolas y tecnológicas. Ese marco será la base del entendimiento que Trump y Xi intentarán rubricar en Corea del Sur.

El jefe de la diplomacia china sostuvo que los dos mandatarios mantienen “intercambios desde hace tiempo y se respetan mutuamente”, y calificó su relación como “el activo estratégico más valioso” entre ambos países. En Washington, la interpretación es más prudente: los asesores de la Casa Blanca reconocen que el contacto busca estabilizar una relación que ha atravesado “tormentas innecesarias”, pero no implica una reconciliación duradera.

FOTO DE ARCHIVO. Un dron
FOTO DE ARCHIVO. Un dron muestra barcos y contenedores en el puerto de Qingdao, provincia china de Shandong. 20 de octubre de 2025 (China Daily vía REUTERS)

El primer ministro chino, Li Qiang, reforzó el mismo mensaje desde Kuala Lumpur, donde participa en la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). En un discurso dirigido a las potencias regionales, denunció el “unilateralismo” y advirtió que el mundo “no debe volver a la ley de la selva, donde el fuerte somete al débil”. Sus palabras fueron interpretadas como una crítica directa a las políticas arancelarias de Trump, que han afectado no solo a China, sino también a países aliados y han alterado las cadenas de suministro globales.

Globalización económica y multipolaridad son procesos irreversibles”, afirmó Li. También pidió un compromiso renovado con el “sistema de libre comercio” y alertó de que el proteccionismo sigue representando “un riesgo enorme para la región”. Beijing intenta así proyectar una imagen de potencia responsable frente a un Washington que combina amenazas comerciales con gestos diplomáticos, en un año electoral especialmente volátil.

En las últimas semanas, la tensión se había reactivado tras un periodo de relativa calma. China amplió sus controles sobre las exportaciones de tierras raras, minerales cruciales para la industria tecnológica, mientras que Estados Unidos anunció nuevos aranceles portuarios para buques chinos. La escalada provocó una cadena de contramedidas que puso en riesgo la tregua alcanzada el año pasado.

Trump, de gira por Japón antes de volar a Corea del Sur, declaró a los periodistas que espera “salir de esta semana con un acuerdo”. El magnate republicano, que busca presentarse ante el electorado como un negociador duro pero eficaz, necesita mostrar resultados tangibles que refuercen su narrativa de recuperación industrial. Xi, por su parte, enfrenta presiones internas por la desaceleración del crecimiento y los efectos prolongados de la guerra comercial.

FOTO DE ARCHIVO. Trabajadores transportan
FOTO DE ARCHIVO. Trabajadores transportan tierra que contiene elementos de tierras raras para su exportación en un puerto en Lianyungang, provincia de Jiangsu, China, el 31 de octubre de 2010 (REUTERS/Stringer)

El trasfondo de seguridad también pesa. Mientras los equipos económicos se reunían en Malasia, aviones bombarderos chinos H-6K realizaron maniobras cerca de Taiwán, un gesto que recordó la fragilidad del equilibrio estratégico. Medios estatales de Beijing describieron los ejercicios como “entrenamientos de confrontación”. El propio Rubio trató de despejar dudas, asegurando que las conversaciones con China “no comprometerán” el compromiso estadounidense con la defensa de la isla, amparada por la ley estadounidense de relaciones con Taiwán.

Analistas en Washington advierten que, incluso si se alcanza un pacto comercial limitado, la rivalidad estructural entre ambas potencias persistirá. Craig Singleton, experto en China del think tank Foundation for Defense of Democracies, sostuvo que cualquier acuerdo “solo supondría una estabilización temporal”. En su opinión, “ambos países están gestionando la volatilidad, calibrando la cooperación mínima necesaria para evitar una crisis mientras la competencia de fondo se mantiene”.

Si Trump y Xi logran anunciar avances, el encuentro podría marcar una pausa en la confrontación económica que ha dominado el escenario global desde 2018. Si fracasan, el riesgo de una nueva espiral arancelaria y de fractura en la gobernanza del comercio mundial volverá a acechar.