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El fondo marino de Iron
El fondo marino de Iron Bottom Sound alberga numerosos restos de la Segunda Guerra Mundial documentados por tecnología moderna (foto: Captura de pantalla/Ocean Exploration Trust, NOAA)

Una exploración pionera liderada por el veterano cazador de naufragios Bob Ballard ha traído a la luz, por primera vez, los restos sumergidos de emblemáticos buques de guerra de la Segunda Guerra Mundial en las profundidades del Iron Bottom Sound, en las Islas Salomón.

Este hallazgo no solo representa un avance científico, sino también una valiosa oportunidad para entender las historias no contadas de la batalla de Guadalcanal, un episodio que marcó un giro crucial en el conflicto del Pacífico.

El uso de vehículos submarinos
El uso de vehículos submarinos no tripulados permitió registrar detalles nunca antes vistos de los naufragios históricos (foto: Captura de pantalla/Ocean Exploration Trust, NOAA)

Un cementerio de hierro

Iron Bottom Sound, antaño conocido como Savo Sound, es célebre entre historiadores y marineros por ser el escenario de uno de los enfrentamientos navales más encarnizados entre las fuerzas aliadas y la Marina Imperial Japonesa, desde agosto de 1942 hasta febrero de 1943. La campaña de Guadalcanal fue un momento determinante: “Esta fue la primera batalla que Japón perdió estrepitosamente. Fue aquí cuando el Sol Naciente comenzó a ponerse”, rememoró Bob Ballard, Explorer-at-Large de National Geographic.

El costo humano fue espeluznante. Siete enfrentamientos navales y tres grandes batallas terrestres resultaron en la pérdida de más de 27.000 vidas entre ambos bandos. La magnitud de la tragedia transformó el nombre de Savo Sound en “Iron Bottom”, ya que más de cien embarcaciones yacen dispersas a unos 2.000 pies de profundidad, inaccesibles para buzos convencionales y ocultas en la oscuridad marina.

Marinos estadounidenses descansando en un
Marinos estadounidenses descansando en un campo de Guadacanal (foto: Wikipedia)

La tecnología al servicio de la historia

El pasado julio, Ballard y su equipo de la Exploration Vessel Nautilus pusieron en marcha una de las misiones más audaces jamás realizadas en el Pacífico sur. Utilizando lo último en tecnología de exploración submarina, lograron documentar trece naufragios, incluyendo restos que, hasta entonces, no habían sido localizados desde su hundimiento, como el destructor japonés IJN Teruzuki y la proa del crucero estadounidense U.S.S. New Orleans.

La expedición, impulsada principalmente por la NOAA Ocean Exploration y ejecutada por el Ocean Exploration Trust de Ballard, congregó especialistas de Estados Unidos, la Marina de ese país, las Islas Salomón, Australia y Japón. La innovación fue esencial: se empleó el vehículo de superficie no tripulado “DriX”, equipado con sofisticados sonares, para mapear el lecho marino. Una vez identificados los objetivos, los operarios a bordo del Nautilus enviaron vehículos operados remotamente (ROVs) capaces de soportar la presión abismal y aportar imágenes vívidas de los pecios.

El portaaviones USS Wasp se
El portaaviones USS Wasp se incendia después de ser alcanzado por un torpedo japonés (foto: Wikipedia)

La transmisión en directo de las inmersiones acercó la exploración a familias de las víctimas, académicos y el público general. “La belleza de nuestra telepresencia es que puedes estar con nosotros en el momento del hallazgo, porque el instante del descubrimiento es tan emocionante”, subrayó Ballard.

Naufragios emblemáticos: Teruzuki, New Orleans y Canberra

Entre los hallazgos más notables destaca el IJN Teruzuki, parte del llamado “Tokyo Express” japonés. El barco fue hundido la noche del 12 de diciembre de 1942 tras recibir torpedos estadounidenses cuando protegía un convoy nocturno de suministros para Guadalcanal. “Controlábamos el aire, pero ellos dominaban la noche. Los japoneses eran sumamente diestros en la lucha nocturna con sus torpedos Long Lance”, explicó Ballard. No existen fotografías históricas del Teruzuki: las únicas imágenes que perduran son las de sus restos en el fondo marino.

Imagen del IJN Teruzuki el
Imagen del IJN Teruzuki el "Tokyo Express" japonés (foto: Wikipedia)

Por su parte, el U.S.S. New Orleans fue alcanzado el 30 de noviembre de 1942 durante la batalla de Tassafaronga. La embestida de un torpedo japonés causó una explosión devastadora que le arrancó la proa, incluida una de sus torretas. Sin embargo, la tripulación logró mantenerlo a flote y llevarlo, navegando en reversa, hasta Australia para reparaciones. Más de 180 tripulantes perecieron en ese combate heroico.

Otra historia significativa es la del crucero pesado australiano HMAS Canberra, hundido durante la batalla de la isla Savo, el 9 de agosto de 1942. Este navío es el único buque aliado no estadounidense perdido en Guadalcanal, representando un duro golpe tras la muerte de más de mil marineros aliados. Ballard había hallado por primera vez sus restos en 1992 y, en esta expedición, contó con la colaboración del arqueólogo marítimo Mick de Ruyter.

Las embarcaciones llevan más de
Las embarcaciones llevan más de 80 años en el fondo del mar (foto: Captura de pantalla/Ocean Exploration Trust, NOAA)

El legado submarino

Cada naufragio explorado en Iron Bottom Sound es un sagrado recordatorio del precio de la guerra. El naufragio del U.S.S. DeHaven, destructor estadounidense hundido el 1 de febrero de 1943 por bombardeos aéreos japoneses, refleja el feroz costo humano: 167 marineros estadounidenses perdieron la vida mientras el buque se defendía hasta el último suspiro. Tres décadas luego de la primera exploración de Ballard, se identificó la campana del buque gracias a observadores atentos de la transmisión desde el ROV Hercules.

La sofisticación de la tecnología permitió, según el biólogo marino Daniel Wagner, jefe de científicos del Nautilus, “descubrir objetos a tales profundidades que antes eran impensables”. El método de “walking the dog”, conectando en tándem dos vehículos submarinos, optimizó la precisión y la estabilidad necesarias en un entorno completamente oscuro y traicionero.

El mar en torno a Guadalcanal sigue siendo un santuario y una tumba colectiva. Para Ballard, cada visita a estos pecios es un acto de respeto, porque, como él mismo relata: “Cuando ves por dónde impactaron los proyectiles, solo puedes imaginar el horror de haber estado en aquellas batallas”.