“No sabemos qué motivó al hombre a hablar, pero siempre es bueno aliviar la conciencia”. Con esta reflexión, la Policía de Islandia reconoció en sus redes sociales la sorpresa que generó la confesión espontánea de uno de los autores del primer gran atraco bancario del país, ocurrido hace medio siglo.
La declaración, que llegó cinco décadas después de los hechos, no solo resolvió un caso que había permanecido en el olvido, sino que también arrojó luz sobre un episodio que, hasta ahora, se consideraba poco más que una anécdota en la historia criminal islandesa. Según la información publicada por National Geographic, la confesión cerró oficialmente el expediente de un robo que, en su momento, apenas ocupó espacio en la prensa local.

A comienzos de 1975, la tranquilidad de Kópavogur, una localidad cercana a la capital islandesa, se vio alterada por un suceso inédito: el asalto a una sucursal del Banco de Pesca (Útvegsbankinn). La prensa de la época, en una breve reseña titulada “¿Primer robo a un banco en Islandia?”, relató cómo unos desconocidos accedieron al edificio y sustrajeron entre 20.000 y 30.000 coronas en monedas sueltas, una cantidad que hoy equivaldría a unos 1.200 euros.
La noticia, según recordó la policía en su página de Facebook, tuvo escasa repercusión y pronto cayó en el olvido, en parte porque el país carecía de antecedentes en delitos de este tipo y la suma robada no resultaba especialmente llamativa. “Se puede decir que el caso fue olvidado hasta ahora, que uno de los ladrones se entregó a la policía y denunció todo”, señalaron los oficiales.

La investigación inicial no logró identificar a los responsables. Algunas personas fueron interrogadas, pero el caso quedó sin resolver. La policía llegó a afirmar en aquel momento que probablemente se trataba del primer robo bancario en la historia de Islandia, un país conocido por su bajo índice de criminalidad. El hecho de que los asaltantes no emplearan la fuerza ni amenazaran a los empleados contribuyó a que el suceso se percibiera más como una travesura que como un delito grave.
La situación inesperada llegó recientemente, cuando un hombre, cuya identidad permanece reservada, se presentó voluntariamente en la comisaría y admitió su participación en el robo. Según su testimonio, junto a varios amigos, todos adolescentes de 13 o 14 años en aquel entonces, aprovecharon unas reformas en el edificio del banco para ejecutar el plan. El grupo detectó que una tabla de madera cubría un agujero en la pared exterior, lo que les permitió entrar y salir sin ser vistos. No accedieron a las bóvedas ni emplearon violencia; simplemente retiraron la protección y se llevaron las monedas que encontraron.

El botín, aunque modesto en términos absolutos —180.000 krónur de la época, equivalentes a unos 1.200 euros actuales—, resultó suficiente para que los jóvenes disfrutaran de lujos inusuales para su edad: golosinas, bebidas, salidas al cine y otros pequeños placeres. Según testimonios recogidos por National Geographic, el autor confesó que lo que comenzó como una travesura terminó por convertirse en el primer atraco bancario documentado en la historia del país.
El delito, según la policía, ya prescribió. Incluso si la confesión se hubiera producido en 1975, los implicados no habrían enfrentado penas de prisión por ser menores de edad. La reapertura del caso, motivada por la confesión voluntaria, sorprendió a los agentes, que reconocen el valor simbólico e histórico del testimonio. Según la policía, “se trata de una confesión de gran valor histórico y simbólico para Islandia”.

La motivación detrás de la confesión, medio siglo después, sigue siendo un misterio. Aunque no existe una explicación oficial, National Geographic precisó que muchos especulan con la posibilidad de que el autor buscara cerrar un ciclo personal, impulsado por la culpa, el paso del tiempo o el deseo de dejar constancia de su historia. Lo cierto es que su relato transformó un caso olvidado en una leyenda urbana que, gracias a su testimonio, se convirtió en realidad.
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