
El comandante en jefe del ejército ucraniano, Oleksandr Sirski, ha dejado clara la determinación de su país de intensificar los ataques en profundidad contra objetivos militares rusos.
“Claro que seguiremos. Aumentaremos la fuerza y la profundidad”, afirmó Sirski en declaraciones a periodistas, publicadas este domingo. Esta promesa, que marca un giro en la estrategia militar de Ucrania, se produce en un contexto de estancamiento en las negociaciones de paz y de una guerra que, desde febrero de 2022, ha transformado el mapa y la vida de millones de personas en Europa.
La declaración de Sirski no solo subraya la voluntad de Kiev de mantener la presión sobre Rusia, sino que también revela la confianza en la eficacia de los recientes bombardeos en territorio enemigo.
Según el propio comandante, estos ataques han demostrado ser eficaces, y aseguró que Ucrania limitará sus operaciones a blancos estrictamente militares. “No nos contentaremos con mantenernos a la defensiva. Porque con eso no se logra nada y, en última instancia, nos hace retroceder, perder hombres y territorio”, explicó Sirski a AFP, enfatizando la necesidad de una postura ofensiva para evitar el desgaste y la pérdida de posiciones.

El 2 de junio, en la víspera de unas negociaciones previstas entre Kiev y Moscú en Estambul, Ucrania llevó a cabo una operación que evidenció la nueva estrategia: atacó varios aeródromos rusos situados a miles de kilómetros de la frontera, tras introducir de manera clandestina drones explosivos en territorio ruso. Según las autoridades ucranianas, en ese ataque se destruyeron o dañaron numerosos aviones militares rusos, lo que representó un golpe significativo para la capacidad aérea de Rusia.
Estos bombardeos en profundidad fueron posibles gracias a la innovación tecnológica y a la audacia de las fuerzas ucranianas, que han logrado sortear las defensas rusas y golpear en el corazón de la infraestructura militar enemiga.
El comandante insistió en que la intensificación de los bombardeos es una respuesta directa a la situación en el frente y a la necesidad de contrarrestar la superioridad numérica y material de Rusia. “En esto, desgraciadamente, tienen ventaja”, admitió Sirski, refiriéndose a la capacidad rusa en la guerra de drones, especialmente en la fabricación de aviones no tripulados de fibra óptica, difíciles de detectar por los sistemas de defensa ucranianos.
El conflicto, que comenzó con el ataque militar a gran escala de Rusia contra Ucrania en febrero de 2022, se ha convertido en la peor guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El conflicto ha causado al menos decenas de miles de muertes en ambos bandos, aunque las cifras exactas siguen siendo objeto de debate y difícil verificación.
La magnitud de la tragedia humana y material ha llevado a la comunidad internacional a buscar soluciones diplomáticas, pero las negociaciones para poner fin al conflicto permanecen estancadas. La última reunión entre las partes tuvo lugar hace casi tres semanas, y por el momento no hay previsto un nuevo encuentro.
Mientras tanto, el ejército ruso continúa con acciones ofensivas en el frente, logrando avances en ciertos sectores ante unas fuerzas ucranianas que, son menos numerosas y disponen de menos recursos. A pesar de las sanciones impuestas por Occidente con el objetivo de debilitar la economía rusa, Moscú ha invertido sumas considerables en su industria militar, lo que le ha permitido mantener la iniciativa en varios frentes.
La capacidad de Rusia para reponer material y desplegar nuevas tecnologías, como los drones de fibra óptica, ha supuesto un desafío constante para Ucrania.
No obstante, el ejército ucraniano ha demostrado una notable capacidad de resistencia y adaptación. A pesar de su inferioridad numérica, las fuerzas de Kiev han lanzado múltiples ofensivas, buscando recuperar terreno y debilitar la moral y la logística del adversario.

Un ejemplo de esta estrategia fue el ataque sorpresa en agosto de 2024 en la región fronteriza rusa de Kursk, donde las tropas ucranianas lograron apoderarse de cientos de kilómetros cuadrados. Sin embargo, la contraofensiva rusa, apoyada por un contingente norcoreano, logró repeler a las fuerzas ucranianas unos meses después.
En abril, Rusia anunció que había retomado el control total de Kursk, pero según Sirski, Kiev aún mantiene el control de 90 kilómetros cuadrados en esa región rusa. Esta afirmación pone de manifiesto la complejidad y la volatilidad de la situación en el terreno, donde los avances y retrocesos se suceden en un escenario marcado por la incertidumbre y la constante adaptación táctica. “Kiev sigue controlando 90 km2 en esta región rusa”, aseguró Sirski, desmintiendo la versión oficial rusa y subrayando la capacidad de resistencia de las fuerzas ucranianas.
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