En el siglo V a. C., durante los años convulsos en los que el Imperio persa se desgarraba internamente por la disputa del trono, tuvo lugar una ejecución tan cruel y despiadada que siglos después sigue siendo evocada como una de las formas más atroces de castigo concebidas por el ser humano.
La víctima fue Mitrídates, un joven soldado persa que cometió el error fatal de contradecir la versión oficial del rey Artajerjes II sobre la muerte de su hermano Ciro el Joven, y fue sentenciado a una agonía pública conocida como escafismo, o como escribió el historiador griego Plutarco, “morir enartesado”.
La contienda que derivó en este episodio brutal comenzó como una lucha dinástica. Tras la muerte de Darío II, su hijo Artajerjes II accedió al trono, aunque su madre, Parysatis, favorecía al otro hijo, Ciro el Joven. La disputa por el poder culminó en la batalla de Cunaxa, cerca de Babilonia, en el año 401 a. C.

Según el historiador Plutarco, Ciro rechazó el consejo de su general griego Clearco, quien le había sugerido no exponerse en el combate. “¿Me propones que, aspirando al reino, me muestre indigno de reinar?”, habría respondido, según relata el historiador en su libro llamado Vidas paralelas.
El combate resultó mortal para Ciro, quien, según esa misma fuente, cayó tras ser alcanzado por un dardo en la sien, arrojado por un soldado persa llamado Mitrídates, quien actuó sin saber a quién atacaba.
El golpe hizo caer a Ciro de su caballo, y fue rematado por los enemigos. Artajerjes II, que había sobrevivido a duras penas, aprovechó la confusión para atribuirse la victoria personal.
Plutarco señala que el rey “queriendo que todos creyeran y dijeran que había sido él quien había muerto a Ciro, a Mitrídates, que fue el primero en tirar contra Ciro, le envió magníficos dones”.
Al joven soldado se le entregaron riquezas, trajes lujosos y joyas, pero bajo la condición de que negara públicamente cualquier participación directa en la muerte de Ciro. Debía limitarse a decir que había recogido los arreos del caballo del príncipe.

La estrategia política consistió en silenciar la hazaña de Mitrídates... Pero semanas después, durante un banquete, Mitrídates rompió ese acuerdo. Embriagado, el soldado se jactó de su participación.
Según recoge Plutarco, cuando Esparamixes elogió sus joyas, Mitrídates respondió: “Lo que yo os aseguro sin rodeos es que Ciro fue muerto por esta mano, porque no tiré flojamente y en vano, sino que erré por poco del ojo y, acertándole en la sien, lo derribé al suelo”.
Esa declaración selló su destino. Artajerjes II ordenó su ejecución mediante un método que buscaba no la muerte inmediata, sino el tormento prolongado.

Fue condenado a “morir enartesado”, un suplicio que consistía en introducir el cuerpo entre dos artesas, recipientes de madera semejantes a moldes de pan, dejando expuestas la cabeza, manos y pies. Las fuentes modernas han identificado esta práctica con el escafismo.
Luego se lo forzaba a ingerir una mezcla de miel y leche; si se negaba, se le pinchaban los ojos para obligarlo.
La mezcla también se vertía sobre su rostro y partes expuestas del cuerpo, atrayendo a moscas, avispas y otros insectos. Mientras tanto, el cuerpo, alimentado constantemente, continuaba excretando dentro del ataúd de madera, creando un caldo pútrido que engendraba larvas y gusanos.
En el caso de Mitrídates, este martirio duró 17 días. El historiador Plutarco “presenció una ejecución similar”, y añade en su libro que “el castigo se prolongó durante días, con la víctima ampollada por el sol y con alimañas entrando en sus orificios”.
La Universidad de Chicago, en su edición crítica de Vidas paralelas, ofrece un análisis de la política interna de Artajerjes II y detalla cómo esta ejecución se enmarcaba en un clima de tensiones dinásticas, represión brutal y control del relato político.