
El cardenal John Atcherley Dew, arzobispo metropolitano emérito de Wellington, la capital más austral del mundo, se alista para un largo viaje de entre 30 y 40 horas para llegar al Cónclave, un desplazamiento complicado para un hombre de 77 años.
A pesar de la exigencia que implica este desplazamiento, Dew confirmó su presencia, consolidándose como una de las figuras más destacadas de la Iglesia en Nueva Zelanda. Es, además, el cuarto neozelandés en la historia del país en recibir la condecoración púrpura, lo que resalta la singularidad de su figura dentro del contexto eclesiástico global.
Nombrado cardenal por el papa Francisco en 2015, Dew fue parte de un giro histórico dentro del Vaticano. La “revolución” que el papa Francisco inició buscaba incorporar a pastores de países fuera del bloque occidental, lo que permitió que el Cónclave se abriera a representantes de regiones y realidades muy distintas a las tradicionales.
De este modo, Dew se convirtió en un referente de una Iglesia más inclusiva y diversa, buscando un equilibrio entre la tradición católica y los nuevos desafíos sociales que enfrenta el mundo.
Dew dirige una de las comunidades pastorales más pequeñas del mundo, con apenas 14.000 feligreses en Tonga, lo que subraya aún más la magnitud de su responsabilidad y el esfuerzo que implica liderar una Iglesia en una región tan remota.

Nueva Zelanda, país que alberga su sede, tiene una población de 4,5 millones de habitantes, pero sólo el 15% de ellos profesan la fe católica, y los católicos practicantes son aún menos, distribuidos en seis diócesis.
A pesar de la relativa escasez de feligreses, Dew mantuvo una influencia importante en el país, destacándose por su pastoral inclusiva y su enfoque progresista dentro de la Iglesia.
En 2023, Dew se convirtió en Cardenal Emérito, un título que recibió tras cumplir los 75 años, edad en la que tradicionalmente los cardenales renuncian al gobierno pastoral de sus diócesis. Así, Dew dejó su cargo como arzobispo metropolitano de Wellington.
Sin embargo, a pesar de haber renunciado a la administración directa de la Archidiócesis, conserva intactas todas sus prerrogativas como elector en el Cónclave, lo que le permite seguir siendo parte activa en la elección de un nuevo papa.
Ordenado sacerdote a los 28 años, Dew tiene una trayectoria marcada por su trabajo misionero, y su carrera estuvo marcada por la innovación pastoral. Es reconocido por ser uno de los primeros en manifestar públicamente su apoyo a la admisión a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar, una postura que provocó tensiones con la facción más conservadora de la Iglesia.

Para Dew, estas personas deben ser acompañadas con comprensión, y la negativa a permitirles el acceso a la Eucaristía agrava la brecha entre ellos y la Iglesia. En este sentido, Dew también fue criticado por su rechazo a ciertos términos doctrinales que, según él, dificultan el proceso de acompañamiento pastoral.
La crítica a la rigidez doctrinal no se limita solo a estos temas, sino que también extendió su mirada a cuestiones como la identidad de género, la homosexualidad y la doctrina del infierno, temas sobre los que argumentó que la falta de flexibilidad en las posturas de la Iglesia contribuyó al progresivo colapso del número de creyentes en Nueva Zelanda.
Además de sus posiciones teológicas, Dew también promovió propuestas concretas para mejorar el papel de la Iglesia en la sociedad. Sugirió que los edificios religiosos no dedicados al culto sean reutilizados para fines sociales, como comedores populares o espacios de acogida para personas sin hogar, refugiados y ancianos, demostrando su compromiso con la justicia social y la solidaridad.