
El deporte ha sido a lo largo de la historia un instrumento de paz. Ahora, Rusia y EEUU han elegido el hockey como medio para el deshielo de sus relaciones y, de paso, para poner fin a la guerra en Ucrania.
El presidente de EEUU, Donald Trump, apoyó la idea de su colega ruso, Vladimir Putin, de celebrar un partido entre los mejores jugadores rusos y estadounidenses que compiten en las ligas de hockey sobre hielo de EEUU y Canadá (NHL), y Rusia (KHL).
Los rusos, que guardan un grato recuerdo de los históricos partidos de exhibición disputados contra Canadá en plena Guerra Fría (1972), ya han propuesto la ciudad natal de Putin, San Petersburgo, como sede de dicho encuentro.
Putin y Trump, grandes aficionados

Putin, un gran aficionado al judo desde niño, aprendió a patinar sobre el hielo cuando ya era jefe del Kremlin.
Desde entonces, patina con asiduidad e incluso participa en partidos de hockey junto a leyendas del deporte rey y otros altos funcionarios.
La televisión rusa muestra todos los años cómo el jefe del Estado anota varios goles en un partido benéfico en el balneario de Sochi, no sin la connivencia del equipo rival.
Mientras, Trump intentó comprar en 1999 un equipo de hockey, los Panther de Florida, aunque el traspaso nunca se consumó, según la prensa estadounidense.
La leyenda del hockey soviético y estadounidense -jugó en Detroit y New Jersey-, Viacheslav Fetísov, recomendó a Trump aprender a jugar como hizo su colega del Kremlin pasados los 50.

Por de pronto, el actual inquilino de la Casa Blanca apoya y conoce personalmente a la gran estrella del hockey ruso, Alexandr Ovechkin, quien es jugador de los Washington Capitals.
El histórico récord de un ruso en EEUU
Precisamente, la mejor tarjeta de visita de la diplomacia del hockey es Ovi, como es conocido por sus seguidores en EEUU.
Ovi, de 39 años, superó el fin de semana el histórico récord que ostentaba desde 1999 el canadiense Wayne Gretzky, amigo de Trump.
El ruso, que disputa este año su vigésima temporada en el NHL, tantas como disputó el canadiense a lo largo de su exitosa carrera, es el embajador perfecto entre el Kremlin y la Casa Blanca.
Durante los primeros meses de la guerra en Ucrania fue criticado por mantener su foto con Putin en las redes sociales, pero Ovechkin es muy querido por los aficionados estadounidenses al hockey. Y se da la casualidad que es amigo tanto de Trump como de Putin.

Es verdad que la NHL, que suspendió tras el comienzo de la contienda el memorando con sus colegas rusos de la KHL, aún no ha dado su visto bueno.
Pero un partido de exhibición entre las selecciones de Rusia y EEUU está fuera de lugar, ya que los eslavos están sancionados, al menos, hasta 2026. Tendrá que ser un partido entre estrellas de ambas ligas.
El precedente del ping-pong
La diplomacia del hockey tiene un precedente. Y es que en un intento de meter una cuña entre la Unión Soviética y la China de Mao tras un conflicto fronterizo, la Administración estadounidense de Richard Nixon se aficionó al ping-pong.
Como resultado, Nixon se convirtió en 1972 en el primer presidente de EEUU en visitar la República Popular de China, un duro revés diplomático para el Kremlin.
Estadounidenses y chinos disputaron partidos de tenis de mesa en territorio de ambos países, encuentros en los que los asiáticos incluso jugaron a medio gas para no humillar a los antaño enemigos acérrimos.

Dice la leyenda que la invitación china, que ha sido escenificada en el cine en la película Forrest Gump con Tom Hanks como avezado jugador, fue, en realidad, fruto de una casualidad.
El estadounidense Glenn Cowan perdió el autobús del equipo durante el Mundial de 1971 celebrado en Japón.
Sorprendentemente, salió al rescate el autobús de los chinos, encabezado por el gran campeón de su tiempo, Zhuang Zedong.
La foto de ambos jugadores descendiendo del autobús dio la vuelta al mundo y allanó el camino a la diplomacia del ping-pong.
(Con información de EFE)