
Uno de los asesinos en serie más famosos de Rusia, Alexandr Pichushkin, conocido como el “Maníaco del Martillo”, anunció que está dispuesto a confesar 11 asesinatos más, después de ser condenado a cadena perpetua por acabar con la vida de 48 personas, informó este sábado el departamento de prensa del Servicio Penitenciario ruso (FSIN).
“Pichushkin expresó su disposición a confesar la comisión de otros 11 asesinatos de hombres y mujeres en el distrito de Bútovo Norte de Moscú”, indicó el FSIN, citado por la agencia rusa TASS.
Las informaciones sobre la implicación del asesino en serie, famoso por atacar a sus víctimas con un martillo, “se obtuvieron mediante gracias a la cooperación de la dirección de operaciones del FSIN y la dirección principal de Investigaciones Criminales del Ministerio de Interior de Rusia”, añadió la entidad sin ofrecer más detalles.
El “Maníaco del Martillo” fue detenido en 2006 y condenado a cadena perpetua un año después tras haber sido hallado culpable de asesinar a 48 personas y llevar a cabo tres intentos de asesinato.
El asesino cobró sus primeras víctimas en 1992 y continuó asesinando hasta su detención.

Su intención, según los investigadores, era cometer un total de 64 asesinatos, el mismo número que casillas que tiene un tablero de ajedrez, lo que le valió el apodo de “el ajedrecista asesino”.
A pesar de las peticiones de los familiares de las víctimas, el asesino no fue condenado a muerte, ya que Rusia adoptó una moratoria sobre la pena capital en 1996 al ingresar en el Consejo de Europa.
Pichushkin, antiguo empleado de un supermercado de 33 años, no se arrepintió de sus crímenes y la Justicia rusa dictaminó que tendría que someterse a un tratamiento psiquiátrico forzoso pese a que estaba en pleno uso de sus facultades mentales cuando cometió los asesinatos.
El asesino cometió la mayoría de sus crímenes con la ayuda de un martillo, con el que golpeaba a sus víctimas hasta que estas dejaban de dar señales de vida y las arrojaba a los pozos de alcantarillado.
“Si no me hubieran pillado, nunca habría parado. Nunca. Salvaron la vida de muchas personas”, declaró el homicida durante el proceso.
Actualmente, está recluido en la misma cárcel de alta seguridad en el Ártico ruso en la que falleció en febrero del año pasado el líder opositor ruso Alexéi Navalny.

Nacido el 9 de abril de 1974 en Moscú, aterrorizó a la población durante 14 años con una serie de crímenes brutales que permanecieron sin resolver. Su modus operandi era particularmente escalofriante: utilizaba martillos, palos o botellas para atacar a sus víctimas, destrozando sus cráneos con extrema violencia. Tras cometer los asesinatos, regresaba a su hogar y marcaba una casilla de su tablero de ajedrez con una moneda, con el objetivo de cubrir las 64 casillas del tablero.
La infancia de Pichushkin estuvo marcada por el abandono y la soledad. Su padre, alcohólico, lo dejó cuando era apenas un niño, quedando al cuidado de su madre. Sin embargo, fue su abuelo quien se convirtió en su figura de referencia, pasando largas horas juntos jugando al ajedrez. Este vínculo afectivo fue crucial en su desarrollo, pero su vida dio un giro trágico tras la muerte de su abuelo, lo que lo sumió en una profunda depresión. Además, un accidente a los cuatro años, cuando cayó de un columpio, le provocó daños cerebrales, que derivaron en episodios de violencia hacia otros niños.
Influencias y el inicio de una mente perturbada
En su adolescencia, Pichushkin comenzó a mostrar un interés inquietante por figuras criminales, entre ellas Andrei Chikatilo, conocido como “el carnicero de Rostov”, otro infame asesino en serie ruso. Esta fascinación por Chikatilo, sumada a la pérdida de su abuelo, marcó un punto de inflexión en su vida. Durante este periodo, conoció a una joven de 17 años llamada Olga Maksheeva, con quien tuvo una breve relación. Sin embargo, cuando ella decidió terminar el vínculo y comenzó a salir con otro joven, Pichushkin experimentó una ira descontrolada que lo llevó a contemplar el asesinato.

En 1992, a la edad de 18 años, cometió su primer asesinato. Este acto marcó el comienzo de una serie de homicidios que sembrarían el terror en Moscú durante más de una década.
El apodo de “el ajedrecista asesino” no fue casual. Pichushkin tenía como objetivo llenar todas las casillas de un tablero de ajedrez, cada una representando a una víctima. Este macabro ritual simbolizaba su obsesión por el control y la muerte. Los métodos que utilizaba para cometer los asesinatos eran brutales, y su elección de armas, como martillos y botellas, reflejaba una violencia extrema.
La prolongada impunidad de sus crímenes generó un clima de pánico en la población moscovita. Durante 14 años, las autoridades no lograron identificar al responsable, lo que permitió que Pichushkin continuara con su escalofriante misión hasta su detención en 2006.
(Con información de EFE)