
En la comunidad costera de Agavedzi, en el sureste de Ghana, el mar avanza tierra adentro a un ritmo alarmante. Las casas desaparecen bajo las olas, los cementerios son arrasados y cientos de personas se han quedado sin hogar. El aumento del nivel del mar y la erosión costera, agravados por el cambio climático, han convertido esta amenaza en una crisis humanitaria. Mientras el gobierno ha construido defensas marítimas en comunidades vecinas, los habitantes de Agavedzi siguen esperando ayuda.
Casas derrumbadas y familias desplazadas
Para Afeli Bernice Adzo, de 23 años, la destrucción llegó en oleadas. Primero, el mar golpeaba las paredes de la casa familiar, luego las olas se detuvieron por un tiempo, solo para regresar con más fuerza. Finalmente, los muros cedieron y la casa de sus abuelos, donde nació y creció, quedó reducida a escombros. “Me siento muy triste”, confesó Adzo a Associated Press, explicando que la situación ha afectado su salud mental y su capacidad para concentrarse en el trabajo. Su hermana menor, de 9 años, a veces se niega a ir a la escuela. Ahora duermen en una gasolinera, sin saber cuándo tendrán que irse.
El relato de Dennis Dostey Dorve, de 28 años, es similar. Su padre, un pescador, construyó una casa que resistió durante años, hasta que el mar la reclamó en 2016, mientras él estaba adentro. “La habitación que me había dado ya no está, al igual que la que ocupaba antes de fallecer”, dijo Dorve. Recuerda que cuando era niño, la distancia entre la costa y su casa era considerable. Hoy, el agua ha avanzado tanto que cuesta imaginar que allí hubo viviendas.

La familia de Makafui Atayi, de 43 años, ya perdió una casa en 2019. Entonces, se trasladaron a una vivienda de 80 años, donde llegaron a convivir 25 personas. Pero las olas no dieron tregua: en las últimas semanas, el agua destruyó casi toda la estructura y ahora solo quedan dos habitaciones para 11 personas. Por las noches, duermen afuera o deambulan por las calles, porque “no tenemos adónde ir”, dijo Atayi. Además, su peluquería está en riesgo de derrumbe y, cuando eso ocurra, perderá su única fuente de ingresos.
Atsu Godslove Afeli, de 52 años, vivió el desastre paso a paso. Primero, el mar avanzó lentamente, luego las paredes comenzaron a caer, hasta que hace un mes la casa se derrumbó por completo. Él, sus cuatro hijos y su hermano se quedaron sin un techo y ahora duermen en la gasolinera más cercana. “Espero que podamos conseguir defensas marítimas para recuperar nuestra tierra”, expresó con frustración. “Necesitamos ayuda para empezar de nuevo”.

Una comunidad en duelo
Con el mar ganando terreno, los cementerios también han sido arrasados. Más de 100 cuerpos han sido exhumados y trasladados a otro lugar, en un intento por evitar que las tumbas sean devoradas por el océano. Para los habitantes de Agavedzi, esto es un golpe devastador. “Fue desgarrador e impactante… porque desde la distancia que separaba el mar de donde yo era joven, nadie en esta zona imaginaría que llegaría tan lejos”, lamentó Afeli Bernice Adzo.
Mientras en algunas comunidades cercanas se han construido barreras marítimas, en Agavedzi no hay señales de protección. Los residentes han intentado llamar la atención de las autoridades, sin éxito. “Hemos hecho todo lo posible para que el gobierno escuche nuestras peticiones y nos ayude, pero no hemos recibido respuesta”, denunció Dennis Dostey Dorve.

La desesperación de los habitantes crece con cada ola que golpea la costa. La falta de intervención del gobierno no solo ha dejado a estas familias sin hogar, sino que ha aumentado la sensación de abandono e impotencia. “Me impacta porque nunca hubiera creído, desde que nací, que el mar llegaría a este lugar”, dijo Dorve.
El impacto psicológico y económico de esta crisis es profundo. La incertidumbre sobre dónde dormir, la pérdida de medios de vida y la falta de apoyo oficial han sumido a los habitantes de Agavedzi en una situación crítica. La peluquería de Makafui Atayi pronto colapsará, dejando a su familia sin ingresos. Afeli Bernice Adzo lucha contra la ansiedad que le provoca la posibilidad de que algo terrible le suceda a sus padres. Atsu Godslove Afeli solo quiere recuperar su tierra y reconstruir su vida.
El mar sigue avanzando, llevándose casas, tumbas y recuerdos. Mientras el gobierno permanece en silencio, las familias de Agavedzi resisten, pero cada día que pasa la batalla contra el océano se vuelve más difícil de ganar.