Daniel Ek nació el 21 de febrero de 1983 en Ragsved, un barrio periférico de Estocolmo, Suecia. Su vida, desde sus primeros años, estuvo marcada por un ambiente musical y creativo. Su abuela era cantante de ópera y su abuelo pianista de jazz, lo que dio forma a su relación con la música, aunque su verdadero interés pronto se centró en la tecnología. Desde joven, Daniel mostraba una habilidad innata para la informática, un talento que fue cultivando de manera autodidacta. A los 13 años, comenzó a programar y diseñar páginas web desde su habitación. Los primeros ingresos los obtuvo cobrando entre 100 y 200 dólares por sus trabajos, pero a medida que su reputación como diseñador de sitios web se extendía, comenzó a ganar mucho más. Según Forbes, a los 15 años ya recibía pagos de hasta 5.000 dólares mensuales por el diseño de páginas, una cifra sorprendente para alguien de su edad.
Según La Vanguardia, a pesar de su éxito con la programación, Daniel decidió seguir un camino académico y se matriculó en Ingeniería en el KTH Royal Institute of Technology en Estocolmo a los 18 años. Sin embargo, después de solo ocho semanas de clases, abandonó la universidad. El motivo era claro: lo que realmente quería era crear un negocio propio, no seguir una carrera llena de teoría matemática que no le interesaba. La decisión de abandonar la facultad fue una muestra temprana de la determinación que marcaría su vida empresarial: él no era de los que seguían caminos trazados por otros. A esa edad, ya había fundado su primera empresa, un negocio de diseño web que lo convirtió en un joven emprendedor de éxito.
Según contó en una entrevista con The New Yorker, a los 23 años, Daniel vendió su empresa a TradeDoubler, una agencia de publicidad digital, por una suma considerable. Con ese dinero, adquirió un Ferrari rojo y vivió en un lujoso apartamento en el centro de Estocolmo. Este período de esplendor y diversión terminó cuando comenzó a darse cuenta de que las relaciones superficiales que tenía no le brindaban la satisfacción que esperaba. Como él mismo contó, comprendió que quienes lo rodeaban no eran sus verdaderos amigos, sino personas interesadas en aprovechar su dinero. A esta altura de la vida, sentía que algo le faltaba. Decidió entonces vender su Ferrari y su apartamento y mudarse a una cabaña aislada en los suburbios de Estocolmo. Era un momento de introspección profunda en el que él quería redefinir su vida.
Durante este período de reflexión, recordó una experiencia que había vivido de joven: la piratería musical. Al principio de los años 2000, servicios como Napster permitieron a millones de personas descargar música de forma gratuita, pero ilegal. La industria musical estaba pasando por una crisis debido a la piratería, y Daniel se dio cuenta de que algo tenía que cambiar. Pensó que si la gente quería acceso gratuito a la música, entonces él podría crear una plataforma legal que ofreciera el mismo servicio. Si Napster había abierto una puerta a la música ilimitada, ¿por qué no hacer algo similar pero de forma legal? Fue entonces cuando Daniel comenzó a idear lo que más tarde se convertiría en Spotify.
A partir de ahí, la historia de Spotify comienza a tomar forma. Daniel Ek contactó a Martin Lorentzon, un conocido de su época en TradeDoubler, para desarrollar esta idea que cambiaría la industria de la música. Juntos fundaron Spotify en 2006. El camino no fue sencillo. Al principio, el mayor obstáculo que enfrentaron fue lograr acuerdos con las grandes discográficas. En la entrevista con The New Yorker, contó que veían con escepticismo el modelo de negocio de Spotify, ya que consideraban que un servicio de música gratis con anuncios podría dañar aún más la venta de discos y aumentar la piratería. Convencer a las discográficas para que firmaran contratos de licencia de música fue una de las negociaciones más difíciles de la historia de Spotify, y tuvo que ver con algo fundamental: Daniel Ek estaba dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su propio dinero, para hacer realidad su visión. Si Spotify fracasaba, él perdería todo, pero si tenía éxito, cambiaría la manera en que el mundo consumía música.
El punto de inflexión llegó cuando lograron asegurar los derechos para el streaming de música. Así, en 2008, Spotify se lanzó oficialmente en Europa. El modelo de negocio era simple pero innovador: por una tarifa mensual, los usuarios podían acceder a millones de canciones de manera legal. También se ofrecía una opción gratuita, que incluía anuncios, para atraer a los usuarios menos dispuestos a pagar. El desafío entonces fue educar al mercado, ya que muchas personas no entendían cómo un servicio de música podría ser tan accesible y legal. Pero la plataforma creció rápidamente en popularidad, y en pocos años, Spotify se convirtió en el líder del mercado de música en streaming. En 2011, Spotify hizo su debut en los Estados Unidos, hito que consolidó aún más su éxito mundial.
La misión de Daniel Ek de ofrecer acceso libre a la música a través de un modelo legal comenzó a cambiar radicalmente la industria. Spotify fue una solución a los problemas de piratería y, a pesar de las críticas de algunos artistas sobre los bajos pagos por reproducción, transformó la forma en que las personas consumían música. La plataforma fue más allá de un simple servicio de música; se convirtió en un ecosistema de descubrimiento musical. Ek también estaba dando forma a una nueva manera de vivir la música: accesible, compartida y sin barreras.
Pero a pesar del éxito rotundo con Spotify, Daniel Ek no se detuvo ahí. En 2021, su nombre volvió a estar en los titulares cuando expresó su interés en comprar el club de fútbol Arsenal, del que era fanático desde pequeño. Según Standard, la decisión de los dueños del club de unirse a la Superliga Europea, un proyecto que fracasó rápidamente debido a la resistencia de los aficionados y la presión pública, llevó a Ek a presentar su oferta. Su propuesta generó debate entre los seguidores del club. Aunque finalmente no se concretó la compra, la intención de Daniel de involucrarse en el fútbol reflejó su deseo de expandir su influencia y su capacidad para transformar grandes industrias, tal como lo hizo con la música.