El 21 de agosto de 1911, el Museo del Louvre amaneció sin su obra más emblemática. Vincenzo Peruggia, un modesto obrero italiano, burló la seguridad del museo y sustrajo la Mona Lisa sin disparar una alarma ni levantar sospechas. Lo que parecía un robo menor se convirtió en un escándalo internacional que llevó la pintura de Leonardo da Vinci a la fama mundial.
Un golpe maestro en un Louvre vulnerable
En París de principios del siglo XX, el Louvre tenía medidas de seguridad muy precarias. No había cámaras de vigilancia, alarmas sofisticadas ni guardias armados patrullando cada sala. La única barrera entre los ladrones y las obras de arte era el personal del museo y unas frágiles vitrinas de vidrio.
Peruggia, un exempleado del museo, había trabajado instalando precisamente esas vitrinas protectoras, lo que le permitió conocer de primera mano la distribución del Louvre y sus fallas en seguridad. Vestido con una bata blanca de operario, ingresó al museo en la madrugada de aquel lunes, un día en que el recinto cerraba por mantenimiento.
Para ejecutar el robo, se ocultó dentro de un armario junto con dos cómplices, los hermanos Vincenzo y Michele Lancelotti. Al caer la noche, salieron de su escondite, se dirigieron al Salón Carré y descolgaron la Mona Lisa sin dificultad. Retiraron el vidrio protector, desmontaron el marco y ocultaron la pintura bajo la ropa de Peruggia, quien caminó hasta la salida sin que nadie lo detuviera.
El escándalo que cambió la historia del arte
La ausencia de la Mona Lisa pasó desapercibida durante más de 24 horas. No fue sino hasta la mañana del martes, cuando el pintor Louis Béroud, quien solía visitar el museo para hacer copias de obras maestras, notó que el cuadro había desaparecido.
El pánico se apoderó de Francia. La noticia del robo apareció en los diarios de todo el mundo y la indignación del público llevó a la policía a buscar culpables a toda costa. El poeta Guillaume Apollinaire fue arrestado bajo sospecha de estar implicado en el hurto, y su amigo, el entonces joven artista Pablo Picasso, también fue interrogado. Sin embargo, ambos fueron exonerados al no encontrarse pruebas en su contra.
Mientras tanto, Peruggia escondió la pintura en un baúl de doble fondo en su pequeño apartamento en París. Su intención inicial era vender la obra, pero tras el revuelo mediático, comprendió que ningún comprador se arriesgaría a adquirir una pieza tan reconocible.
Pasaron dos años hasta que, convencido de que podía salirse con la suya, intentó vender la Mona Lisa en Florencia bajo el nombre falso de Leonardo Vincenzo. Contactó al marchante Alfredo Geri, quien, tras examinar la pintura, fingió estar interesado en la compra. Sin embargo, avisó de inmediato a la policía, que arrestó a Peruggia en su habitación de hotel.
El ladrón declaró que su motivación había sido patriótica: creía, erróneamente, que la Mona Lisa había sido robada de Italia por Napoleón y que su deber era “devolverla a su verdadero hogar”. En realidad, la pintura llegó a Francia cuando Leonardo da Vinci la llevó consigo tras aceptar trabajar para el rey Francisco I.
El robo que convirtió a la Mona Lisa en un ícono
Antes del robo, la Mona Lisa era una pintura reconocida dentro del mundo del arte, pero no tenía la reputación que ostenta actualmente. El escándalo generado por el robo, la cobertura mediática y el hecho de que la pintura fuera considerada un objeto de deseo por criminales y coleccionistas, hicieron que la enigmática sonrisa de Lisa Gherardini se convirtiera en un símbolo universal.
El Louvre, avergonzado por su falta de seguridad, incrementó drásticamente sus medidas de protección tras recuperar la obra. En la acyualidad, la Mona Lisa se encuentra en una vitrina de cristal antibalas, protegida por sensores de movimiento y una iluminación especial que minimiza el daño lumínico.
El destino de Peruggia, en cambio, fue mucho más leve de lo que cualquiera hubiera imaginado. Fue condenado a poco más de un año de prisión, ya que su alegato patriótico conmovió a la justicia italiana.
Más de un siglo después, el robo de la Mona Lisa sigue siendo uno de los crímenes artísticos más audaces de la historia, un evento que transformó un retrato renacentista en la pintura más famosa del mundo.