En las inhóspitas tierras del Ártico, donde el hielo eterno domina el paisaje y las temperaturas descienden a niveles extremos, un equipo de científicos encabezado por la paleoclimatóloga británica Gina Moseley, emprendió una expedición histórica. Su meta era alcanzar y explorar algunas de las cuevas más septentrionales del mundo, localizadas en Groenlandia, un entorno caracterizado por su inaccesibilidad y sus condiciones climáticas implacables.
Entre las cuevas objetivo estaba la de Wulff Land, una formación en la cima de un acantilado escarpado cuya entrada permaneció inexplorada durante décadas desde que fue identificada en fotografías aéreas de la época de la Guerra Fría.
Un viaje de décadas hacia lo desconocido
La fascinación de Gina Moseley por el mundo subterráneo comenzó cuando tenía 12 años, tras explorar una cueva en Somerset, Inglaterra. Ese interés inicial la llevó a una carrera en paleoclimatología, donde descubrió que las cuevas funcionan como cápsulas del tiempo, con espeleotemas que registran la historia climática de la Tierra.
La cueva de Wulff Land, en particular, había capturado su imaginación desde 2008, cuando vio una imagen de su entrada tomada en 1958 por un avión de reconocimiento. Durante 15 años, Moseley planeó una expedición para descender en sus profundidades y recolectar las muestras necesarias. A pesar de los desafíos logísticos, financieros y personales, logró convertir ese sueño en una realidad en el verano de 2023.
Espeleotemas: testigos del pasado y claves para el futuro
Los espeleotemas, como estalactitas y estalagmitas, se forman por la acumulación de minerales transportados por agua que gotea en las cuevas. Estos depósitos contienen datos sobre temperaturas y niveles de precipitación de las épocas en las que se formaron, ofreciendo un invaluable registro climático.
Los análisis realizados en expediciones previas lideradas por Moseley en Groenlandia, entre 2015 y 2019, revelaron que algunas muestras datan de hace millones de años. Estas fueron recolectadas en cuevas más accesibles en el noreste de la isla. Según los estudios, estos períodos antiguos compartían niveles de dióxido de carbono similares a los actuales, lo que convierte a las muestras en una herramienta crucial para entender cómo reaccionaron los ecosistemas árticos al aumento de temperaturas en el pasado.
Un entorno hostil para la ciencia
Acceder a las cuevas de Groenlandia requiere una logística compleja y una resistencia física extraordinaria. Durante la expedición de 2023, Moseley y su equipo enfrentaron tormentas repentinas, temperaturas cercanas al punto de congelación y la amenaza constante de osos polares. Un helicóptero fue necesario para trasladarlos a la cueva de Wulff Land, ubicada en un acantilado remoto, donde descendieron en rápel más de 200 metros hasta la entrada.
El interior de la cueva reveló un espacio de proporciones catedralicias, con techos de 40 metros de altura y paredes cubiertas de cristales de escarcha. Sin embargo, la ausencia de espeleotemas en este sitio específico dejó una sensación agridulce. Afortunadamente, las cuevas cercanas sí contenían formaciones, lo que permitió al equipo recolectar nuevas muestras para su análisis.
Implicancias científicas y climáticas
Según explicó Moseley a National Geographic, los registros climáticos de Groenlandia, basados en núcleos de hielo, se extienden hasta unos 130.000 años en el pasado. Sin embargo, los espeleotemas tienen el potencial de llenar ese vacío, remontándose mucho más atrás en el tiempo. Esto es crucial para comprender los períodos cálidos del pasado, cuando las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico eran altas y Groenlandia presentaba un clima más húmedo.
Christo Buizert, climatólogo de la Universidad Estatal de Oregón, destaca que estos estudios ayudan a responder preguntas clave: “¿Cómo interactúa el océano con la atmósfera en escalas de tiempo tan largas? ¿Qué tan sensibles son las capas de hielo a los cambios de temperatura?”
Un esfuerzo colectivo para avanzar en la ciencia
Financiar una expedición de esta magnitud no fue tarea sencilla. Moseley recurrió a un modelo de financiamiento mixto, que incluyó a 59 patrocinadores individuales e institucionales, entre ellos la National Geographic Society y un premio de la Iniciativa Planeta Perpetuo de Rolex. En total, recaudaron alrededor de 400.000 dólares para hacer posible esta misión científica.
Aunque la exploración de las cuevas en 2023 no arrojó la cantidad esperada de espeleotemas, los análisis preliminares de las muestras recolectadas sugieren un enorme potencial para avanzar en nuestra comprensión del cambio climático. “Podemos aprender mucho sobre el estado del clima ártico en condiciones que se asemejan a las actuales”, comentó Moseley.
El valor de aventurarse al límite
El esfuerzo por explorar estos entornos extremos no solo expande el conocimiento científico, sino que también refuerza la importancia de preservar ecosistemas frágiles como el Ártico. Los hallazgos en Groenlandia no solo son una ventana al pasado de la Tierra, sino también una advertencia sobre su futuro.
Como expresó Moseley, “empujar los límites de la ciencia es donde quiero estar, en el borde del descubrimiento”. Su dedicación al estudio de estas cuevas no solo ha abierto nuevas fronteras para la paleoclimatología, sino que también inspira a otros a explorar lo desconocido.