El Campeonato Mundial de Pastelería, celebrado cada dos años, es uno de los eventos más prestigiosos del mundo culinario. La edición de 2025 tuvo lugar en Lyon, Francia, y contó con la participación de 18 equipos nacionales. Cada grupo, compuesto por un experto en chocolate, otro en hielo y uno más en azúcar, tuvo que demostrar su dominio técnico y artístico a través de postres deslumbrantes.
Los participantes debieron presentar tres creaciones principales: un postre congelado, un postre de restaurante y una escultura de chocolate o azúcar. Este año, la competición introdujo el “Show Chocolat”, un desafío que combinó gastronomía y espectáculo al requerir que los equipos sirvieran sus creaciones desde camiones de comida mientras vestían trajes tradicionales.
El ambiente en el pabellón fue comparable al de un estadio deportivo: banderas, cánticos y hasta bocinas resonaron en apoyo de los competidores. Según el chef belga Jean-Philippe Darcis, entrenador del equipo de su país, este tipo de eventos se enfrenta a la creciente influencia de las redes sociales y los concursos televisivos, pero destaca que participar en ellos “hace que los chefs se vuelvan mejores y amplíen sus límites”.
Japón y su dominio técnico
El equipo japonés se alzó nuevamente con el oro gracias a un enfoque que fusionó cultura tradicional y técnica moderna. Su postre de restaurante, una granita de limón, pera, caléndula y chocolate en forma de hoja Asanoha, capturó la atención del jurado por su sabor y por su diseño detallado, inspirado en patrones típicos de Japón. Además, su postre congelado, que imitaba un juguete tradicional, fue elogiado por su presentación innovadora.
El chef Masanori Hata, especialista en chocolate del equipo japonés, expresó: “Incorporamos la historia y cultura de Japón en el diseño y el sabor, mostrando nuestras habilidades con patrones tradicionales delicados”. Para él, ganar por segunda vez consecutiva fue un logro inesperado y motivo de orgullo.
Francia, a pesar de ser anfitrión, tuvo que conformarse con la medalla de plata. Su propuesta incluyó una serie de huevos de chocolate rellenos de mousse de avellana, streusel y confit de clementina, presentados junto a una representación del gallo, símbolo nacional. Aunque su técnica fue impecable, no logró superar la ejecución cultural y técnica del equipo japonés.
El bronce fue para Malasia, que alcanzó por primera vez el podio en la historia del certamen. Su postre congelado, una mezcla de cítricos, albaricoque y especias, rindió homenaje a la diversidad cultural del país y obtuvo altas calificaciones por su sabor equilibrado.
Un puente entre tradición y modernidad
Uno de los puntos destacados del campeonato fue cómo cada equipo incorporó su identidad nacional en sus creaciones. China, por ejemplo, presentó un dragón de azúcar impresionante, mientras que Italia utilizó ingredientes como el limón de Amalfi y las avellanas en postres inspirados en los inventos de Leonardo da Vinci. México, por su parte, integró el maíz y el chocolate, ingredientes autóctonos, y añadió un toque teatral con máscaras inspiradas en el Día de los Muertos.
El uso de vestimentas tradicionales fue otra muestra de cómo este evento conecta la gastronomía con las raíces culturales. Mientras que los franceses vistieron camisas a rayas y boinas, los mexicanos lucieron máscaras de calaveras y los británicos trabajaron con gorras de periódico y corbatas de moño.
El chef Patrick Chevallot, miembro del jurado, subrayó la importancia de equilibrar innovación y tradición: “Es crucial mantener un hilo conductor con la historia y las tradiciones de cada país. No se puede olvidar de dónde venís”. Este enfoque no solo añade un componente emocional al certamen, sino que también resalta cómo la pastelería puede servir como un reflejo de las culturas locales en un escenario global.
Más allá del campeonato
A pesar del glamour del evento, los chefs enfrentaron un reto técnico y físico extremo. Cada equipo dedicó meses de preparación que incluyeron simulaciones de jornadas completas de trabajo bajo presión. Según Christophe Michalak, excampeón y juez en certámenes televisivos, esta experiencia transforma a los chefs: “Hacés diez simulacros de diez horas, lo que te fuerza a mejorar y evolucionar. Es lo que hace grande a esta competición”.
Además, el Campeonato Mundial de Pastelería representa una plataforma que fomenta la excelencia y el intercambio cultural en el arte culinario. Aunque los concursos televisivos y las redes sociales ofrecen exposición instantánea, muchos chefs coinciden en que este tipo de eventos tienen un impacto más profundo en su desarrollo profesional.
Con Japón consolidándose como una potencia en la pastelería mundial, el certamen se muestra como una vitrina de talento, creatividad y tradición que continuará deslumbrando en futuras ediciones.