La actividad manufacturera de China cayó en enero, al ubicarse el índice oficial de gerentes de compras (PMI) en 49,1 puntos, por debajo de los 50,1 registrados en diciembre.
Este resultado, inferior a las previsiones de los analistas, confirma las fragilidades de una economía excesivamente dependiente de las exportaciones y con un mercado interno incapaz de sostener un crecimiento equilibrado.
Aunque China logró alcanzar su objetivo de crecimiento “cercano al 5%” en 2024, lo hizo de manera desequilibrada. Las exportaciones y la producción industrial, infladas por una moneda débil y una creciente deflación, ayudaron a mantener una fachada de crecimiento, pero el consumo interno y el empleo quedaron rezagados, dejando a millones de chinos luchando por sobrevivir en medio de una recesión interna.
A esta crisis estructural se suma la amenaza de un arancel del 10% sobre las importaciones chinas, que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene previsto imponer a partir del 1 de febrero. Esta medida busca presionar a Beijing para frenar el tráfico de precursores químicos del fentanilo.
En sus declaraciones, Trump también advirtió que las tarifas podrían alcanzar hasta el 60%, intensificando la presión sobre las exportaciones chinas. Estos aranceles no solo impactarían al sector manufacturero, sino que además agravarían la percepción internacional sobre la política comercial del régimen, ya criticada por su falta de transparencia y su manipulación monetaria.
Mientras el índice de actividad no manufacturera, que incluye servicios y construcción, también mostró señales de debilidad al caer a 50,2 puntos desde los 52,2 de diciembre, el régimen prometió nuevos estímulos para 2025. No obstante, los analistas advierten que estas medidas seguirán priorizando la infraestructura y la industria, sectores ya saturados, en lugar de enfocarse en un fortalecimiento real de la demanda interna.
Hasta ahora, las iniciativas para revitalizar el consumo se han limitado a programas de subsidios para la compra de bienes duraderos como automóviles y electrodomésticos. Sin embargo, estas políticas han tenido un impacto marginal en un contexto de ingresos laborales erosionados y una crisis inmobiliaria que afecta tanto a las familias como a los gobiernos locales, que dependen de los ingresos por tierras para financiarse.
La incapacidad del régimen para abordar los problemas estructurales de su economía sigue agravando la situación. Aunque las medidas anunciadas buscan aliviar las tensiones en el sector inmobiliario y estimular el gasto interno, no atacan de raíz las causas de la desaceleración, como la sobrecapacidad en las fábricas y las presiones deflacionarias que socavan las perspectivas de crecimiento a largo plazo.
China enfrenta serios desafíos tanto internos como externos, que podrían comprometer la estabilidad económica y social del país.
Su modelo basado en la exportación y el control estatal de la economía parece cada vez menos sostenible en un entorno global marcado por tensiones comerciales y cambios en la dinámica del consumo global.
Según el gobierno chino, el declive de enero se vio “afectado por la cercanía del feriado del Año Nuevo Lunar y el regreso concentrado de los trabajadores de las empresas a sus ciudades”, dijo el jefe de estadísticas de la ONU, Zhao Qinghe.
De los cinco subíndices que componen el PMI manufacturero, tan solo el de plazos de entrega mejoró con respecto al último mes de 2024, mientras que producción, nuevos pedidos -clave para medir la demanda-, inventario de materias primas y empleo quedaron por debajo.
(Con información de Reuters y EFE)