En qué consiste la “involución social”, el fenómeno que lleva al extremo la competencia académica en Asia

En países como China, Corea del Sur e India, la exigencia académica crea una paradoja: cuanto mayor es el esfuerzo, más lejano se vuelve el objetivo. Un análisis de las presiones culturales revela por qué detenerse no es opción para los estudiantes

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Foto de archivo: Estudiantes asisten
Foto de archivo: Estudiantes asisten a una clase en la Escuela Secundaria Wenchang, en el condado Yuexi, China (REUTERS/Tingshu Wang/Foto de archivo).

Un profesor le asigna a sus estudiantes un ensayo de 500 palabras. Un alumno, convencido de que entregar algo de esa extensión no será suficiente para destacarse entre tantos, decide escribir 1000 palabras. Sin embargo, sabe que sus compañeros comparten su mismo deseo de impresionar al profesor para obtener la mejor cualificación, y probablemente también aspiren a entregar algo así de extenso para lograrlo. Ahora, confiado de que ni siquiera 1000 palabras le permitirán sobresalir, decide agregarle 1000 más. Finalmente, esta mentalidad se extiende a todo el grupo, de modo que cada estudiante entrega un ensayo de 2000 palabras. El resultado es irónico: ninguno logra sobresalir.

En este contexto hipercompetitivo, redoblar el trabajo y sacrificio no garantiza un éxito proporcional, por el contrario, incrementa la presión y el agotamiento, creando una situación contraproducente en donde aumentar el esfuerzo aleja la meta hacia algo aún más inalcanzable.

Esta dinámica encapsula la realidad de la mayoría de los alumnos asiáticos, especialmente en países de alta densidad poblacional como China, Corea del Sur e India, donde demostrar elegibilidad entre millones -un objetivo que comparte toda la sociedad- se convierte en una ansiedad constante, una labor interminable y una lucha sin sentido.

En China esta lucha se convirtió en un fenómeno viral, popularizada bajo el término de ‘involución social’, con memes que reflejan una extendida sensación de agotamiento y estanque entre los jóvenes. El concepto involutivo captura “una sensación de ruedas girando en el barro; no importa cuánto se pise el acelerador, no hay impulso hacia adelante. La traducción literal de involución en chino es ‘espiral hacia adentro’”, explicó el Asia Society Policy Institute.

Imagen de una ceremonia de
Imagen de una ceremonia de graduación en la Universidad Normal de China Central en Wuhan (REUTERS/Stringer CHINA OUT)

“Te vas a quedar atrás”

A pesar de ser conscientes de que la competencia es, como la denomina el antropólogo Xiang Biao, una “forma de flagelación sin sentido”, las familias sienten la presión de involucrarse por el miedo a “quedarse atrás”.

Kim, madre coreana de un adolescente de 13 años, relató que, tras finalizar la jornada escolar, su hijo asiste a tutorías privadas de inglés, matemática, escritura y taekwondo, según compartió con The Korea Times.

Si bien subrayó el peso financiero de las tutorías, su mayor preocupación parecía centrarse en que los millones invertidos en los hagwons —academias privadas en Corea que suelen operar hasta las 10 de la noche— no eran suficientes para inscribirlo en más clases. Según explicó, los chicos de su barrio participan en “esto y hasta mucho más” que su hijo, lo que la hace temer que él “se quede atrás”.

Según datos de la Oficina de Estadísticas de Corea, durante el primer trimestre del año pasado, el gasto promedio en tutorías privadas superó el monto combinado invertido en alimentos y vivienda, incluyendo datos de hogares de ingresos más bajos.

“Aunque tengamos que apretarnos el cinturón, ¿qué más podemos hacer? Quiero darle todo a mi hijo”, expresó Kim, dejando entrever que en su cabeza no existe otra opción.

Los estudiantes en Corea del
Los estudiantes en Corea del Sur asisten a hagwons, academias privadas donde complementan su educación formal con clases adicionales para mejorar su rendimiento académico y competir en un entorno altamente exigente (Photo by Guang Niu/Getty Images)

“No es suficiente”

Naturalmente, este temor de los padres se traduce a los hijos, quienes además viven con una constante sensación de insuficiencia, independientemente de sus logros, que los motiva a involucrarse en esta competencia.

Christine, una profesora que enseñó en China durante tres años, relató el caso de dos de sus estudiantes “excepcionales” que estaban obsesionados con obtener un siete en su materia, la calificación más alta y extremadamente difícil de conseguir en un curso del Programa del Diploma del Bachillerato Internacional (IB), un sistema educativo reconocido por su rigor académico que suele impartirse en colegios internacionales durante los dos últimos años de secundaria.

Desde antes de ingresar al programa, la docente notó en los dos estudiantes coreanos “una dedicación e inteligencia correspondientes a un siete”, algo inusual, ya que, en su experiencia en otros países, esta calificación suele alcanzarse hacia el final de los dos años del Diploma IB.

Los estudiantes buscaban ingresar a las mejores universidades de Corea, que admiten solo al 1% de los mejores alumnos. Para ello, necesitaban un siete en su curso y, al optar por admisión temprana, debían obtenerlo en los primeros meses de los dos años. “Cualquier resultado inferior a eso era considerado inaceptable para ellos”, explicó Christine.

“Trabajaron excepcionalmente duro. Y sus padres creo que aplicaron la cantidad justa de presión”, comentó la docente, quien confirmó que lograron obtener ese seite temprano.

Sin embargo, tras conseguir el siete, acudieron a Christine en lágrimas, desesperados por encontrar maneras de obtener un siete “destacado” que les permitiera sobresalir entre los sobresalientes. “¿Cómo le dices a alguien con tan alto rendimiento que lo que está haciendo es más que suficiente cuando claramente no es así cómo se sienten?”, expresó la profesora.

“Yo realmente odiaba ver que estos estudiantes reducían toda su identidad como alumnos a una simple calificación. Sentí que no importaba lo que dijera”, explicó Chistine. “Son las presiones que sienten para tratar de entrar a la mejor facultad. Así que creo que, incluso cuando un estudiante es equilibrado, cuando estás en esa cultura, es muy difícil conformarse con algo que no sea perfecto”.

En teoría, teniendo en cuenta que estos estudiantes “superan por mucho a los de cualquier otro país”, se esperaría que aquellos que cumplen con lo requerido e incluso hacen mucho más —asistiendo a tutorías y dedicando horas interminables al estudio—, tuvieran éxito garantizado, o al menos, la tranquilidad de que alcanzarán tal éxito.

Sin embargo, esta presión persiste incluso cuando los estudiantes logran destacarse. Su dedicación excepcional no les proporciona una sensación de estabilidad ni de éxito. Por el contrario, viven con una constante necesidad de mejorar, una sensación de insuficiencia y un profundo miedo a quedarse atrás, sintiendo que su desempeño nunca está a la altura de lo necesario.

Un participante medita antes de
Un participante medita antes de ser encerrado en una celda en Prison Inside Me, una instalación que simula una prisión, en Hongcheon, Corea del Sur, el 10 de noviembre de 2018. Desde 2013, la instalación ha recibido a más de 2.000 "reclusos", muchos de ellos trabajadores de oficina y estudiantes estresados que buscan alivio de la exigente cultura laboral y académica de Corea del Sur (REUTERS/Kim Hong-Ji)

“Te van a reemplazar”

Además, los estudiantes sienten que serán fácilmente reemplazables tanto en el ámbito universitario como en el laboral, por lo que saben que no tienen otra opción que adaptarse a la idea de competir ferozmente.

Una joven china entrevistada por Barclay Bram, investigador de Asia Society Policy Institute, ilustró la intensa competencia laboral en su país. Cuando el entrevistador le sugirió que se tomara un descanso, ella respondió: “No puedo parar, ni siquiera un minuto”, porque “si te alejas, hay cien personas que ocuparían tu puesto inmediatamente”.

En los entornos laborales, muchos jefes, conscientes de esta realidad, no dudan en sobrecargar a sus trabajadores, sabiendo que para muchos es difícil renunciar.

Cuando Bram le preguntó al fundador de Alibaba, Jack Ma, sobre las condiciones laborales de sus empleados, respondió: “Creo que 996 es una gran bendición”, refiriéndose a la práctica de trabajar de 9 a.m. a 9 p.m., seis días a la semana, “¿Por qué molestarse en afiliarse? No nos faltan los que trabajan ocho horas cómodamente”, concluyó con burla.

Los estudiantes asisten a una
Los estudiantes asisten a una clase en la Super Climax Academy, un instituto de formación que prepara a los alumnos para obtener empleos gubernamentales, en Prayagraj, India, el 19 de junio de 2024 (REUTERS/Sahiba Chawdhary)

Éxito y paradojas del sistema educativo asiático

La rigurosidad académica en Asia sin duda aporta ventajas, reflejadas en altos niveles de intelecto y una dedicación sobresaliente. China se destaca en todas las áreas, incluyendo lectura, matemática y ciencia. Incluso, según Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, “su 10% inferior mostró una capacidad lectora superior a la media de los países de la OCDE”.

Asimismo, Corea del Sur cuenta con una de las poblaciones más educadas e inteligentes del mundo, ocupando el sexto lugar en el informe “The Intelligence of Nations”, con un coeficiente intelectual promedio de 102,35 en el país.

Expertos incluso señalan que el país enfrenta un problema de sobrecualificación, ya que un sorprendente 70% de la población posee un título universitario. Además, el 30% trabaja en empleos que están debajo de su nivel de formación.

El sistema educativo asiático presenta, de este modo, un contraste particular: “De un lado, excelentes resultados en los test internacionales; de otro, fuertes críticas por producir graduados con puntuaciones altas, habilidades bajas y salud débil”.

Bang Jun-young, miembro del equipo
Bang Jun-young, miembro del equipo de béisbol de la Escuela Secundaria Deokjeok, toma una siesta durante una clase de inglés en la Escuela Secundaria Deokjeok, en la isla Deokjeok, en Incheon, Corea del Sur, el 12 de septiembre de 2023 (REUTERS/Kim Hong-Ji).

El costo del ‘éxito’: sacrificios, estrés y consecuencias trágicas

Desde tan solo los tres años, los niños son sometidos a una intensa presión para cumplir con agendas rigurosas que incluyen tutorías, incluso “durante los fines de semana y las vacaciones”, según relató Tarun, un joven que completó la secundaria en Nashik, India. En estas tutorías, se les exige obtener las mejores calificaciones posibles.

Esta presión lleva a muchos estudiantes a sacrificar horas de sueño. Tarun compartió que entre los 15 y 18 años rara vez durmió más de 6 horas diarias. Un fenómeno similar ocurre en China, donde solo el 3% de los estudiantes de secundaria alcanza las 8 horas de sueño recomendadas, según una encuesta realizada a 1.100 jóvenes. En cambio, el 19,5% duerme apenas entre 4 y 5 horas por noche, una alarmante realidad con efectos perjudiciales tanto a corto como a largo plazo para la salud de los estudiantes.

La falta de sueño se atribuye principalmente a las largas jornadas de estudio, que pueden extenderse hasta 12 horas diarias durante los últimos años de secundaria, cuando los estudiantes se preparan para los exámenes nacionales de ingreso a la universidad.

En 2019, se viralizó el caso de un estudiante en China que dedicaba hasta 17 horas al día a prepararse para el Gaokao, considerado el examen de ingreso más difícil del mundo, que se toma a los 16 años.

“Desde el momento en que tu hijo nace, comienzas a pensar en cómo puedes conseguir que logre el máximo desempeño en el gaokao”, explicó Xueqin Jiang, educador e investigador de la Iniciativa Global de Innovación Educativa en la Universidad de Harvard, a BBC Mundo. “En sus mentes es como ir a la guerra”, una cuestión de “vida o muerte”, les refuerzan los profesores y familiares.

Esto se replica en Corea, cuando los estudiantes se preparan para el College Scholastic Achievement Test (CSAT, conocido como Suneung en coreano), y en India, con el Joint Entrance Examination (JEE), exámenes que exigen un esfuerzo extremo para aspirar a universidades que aceptan a menos del 2% de los postulantes.

Alumnos de grados inferiores y
Alumnos de grados inferiores y padres animan a un estudiante que está a punto de participar en el examen nacional anual de ingreso a la universidad, conocido como "gaokao", en Pekín, China, el 7 de junio de 2021 (REUTERS/Tingshu Wang)

El estrés académico y estos exámenes dejan un saldo trágico. Según el Buró Nacional de Registros Criminales, más de 12.500 estudiantes se suicidaron en India en 2022 debido a preocupaciones académicas y fracasos en los exámenes.

Similarmente, el Libro Azul de Educación publicado en 2014 por China ya indicaba que el 93% de los suicidios de jóvenes de ese año fue por estrés por exámenes. En 2022, una escuela en Hebei instaló rejas en los balcones de los dormitorios tras el suicidio de dos estudiantes antes del Gaokao. Incluso niños más pequeños enfrentan esta presión: en julio, un niño de 10 años intentó suicidarse arrojándose al tráfico tras discutir con su madre por tareas escolares.

Según una encuesta realizada por Chen y varios expertos más con 3.886 adolescentes chinos, el 57% sufría depresión. Las principales causas identificadas fueron la inscripción en la educación secundaria superior y las preocupaciones por avanzar a niveles académicos superiores. En un estudio llevado a cabo por el Indian Journal of Psychological Medicine en 2019, el 50% de los estudiantes de secundaria en zonas urbanas de India mostraron signos de ansiedad vinculados al colegio y sus exigencias.

Estudiantes surcoreanos esperan para rendir
Estudiantes surcoreanos esperan para rendir el examen anual de Habilidad Académica para la Universidad en una escuela en Seúl, Corea del Sur, el 14 de noviembre de 2024 (Song Kyung-Seok/Pool vía REUTERS)

¿Por qué tanto esfuerzo? La conexión entre educación, cultura y prestigio social

Aunque un objetivo evidente es ingresar a una buena facultad, la motivación que impulsa a los estudiantes a sostener esta intensa competencia tiene un trasfondo más profundo y personal, que los atraviesa a todos. “Profe, no lo entendería, padres asiáticos”, le dicen sus alumnos a Christine, como si esforzarse sin límites fuera la norma.

Este trasfondo está sumamente vinculado al prestigio que la educación y el esfuerzo excepcional representan en estas sociedades, que no solo determinan el futuro profesional del estudiante, sino que también sus oportunidades matrimoniales y el estatus social de su familia.

En culturas asiáticas, el valor otorgado a la exigencia académica está profundamente ligado a dimensiones políticas, históricas y culturales. “Se trata de una presión que es mucho más grande que la de los niños. Y, a veces, incluso más grande que la de los padres”, explicó la profesora Christine.

En Corea, un país con pocos recursos naturales, la educación y la creación de capital humano fueron pilares fundamentales para transformar su economía. Similarmente, en China siempre se promovieron discursos políticos en torno a la lucha como medio necesario para prosperar. En palabras del presidente Xi Jinping, los estudiantes deben “evitar la ‘involución’, y recordar que “el socialismo de China se logra mediante el trabajo arduo, las luchas e incluso el sacrificio de vidas”.

La idea de que la educación es un medio para alcanzar beneficios personales y colectivos como “un buen trabajo, modales y la posibilidad de escapar del ‘polvo y la tierra’ del pueblo” también se promueve de forma sistemática en India, por ejemplo, a través del “currículo formal, informal y oculto de las escuelas, así como mediante ideas inculcadas desde la primera infancia por padres igualmente “insinuados”.

Esta noción se inserta de forma casi imperceptible en los pensamientos, valores y acciones de las personas, creando por efecto del ‘habitus’, un ciclo generacional que se refuerza continuamente. Así, la lucha y los logros académicos se transforman en un objetivo que trasciende lo personal, convirtiéndose en un ideal colectivo profundamente enraizado.

“Si todos nos pusiéramos de acuerdo para tomarnos el colegio con más calma, la competencia no sería tan intensa”, reflexionó Tarun. “Pero si uno decide sacrificar todo para tener una nota alta, todos estamos obligados a seguirlo. Sería imposible no hacerlo”.

Desde fuera, resulta cada vez más difícil comprender por qué continúan en esta carrera, frente a consecuencias evidentes y objetivos que se vuelven cada vez más distantes. Pero inmerso en la cultura, reducir la intensidad, parece ser un privilegio inalcanzable. Detenerse simplemente no es una opción.

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