Matthias Sindelar nació el 10 de febrero de 1903 en Kozlov, un pequeño pueblo de Moravia, en lo que hoy es la República Checa. Hijo de una familia humilde, su padre trabajaba como albañil y su madre se dedicaba al hogar. Su infancia transcurrió en condiciones difíciles, marcadas por la pobreza y las tensiones sociales que definían a Europa Central a principios del siglo XX. La familia se trasladó a Favoriten, un distrito obrero en Viena, donde Matthias creció entre fábricas, calles grises y niños que, como él, soñaban con algo más que los días monótonos del barrio.
Desde joven, Sindelar mostró una fascinación especial por el fútbol. Las calles del vecindario se convirtieron en su primer estadio, donde jugaba con pelotas improvisadas hechas de trapos. Era un niño ágil, con una visión única del juego y una habilidad que parecía innata para esquivar rivales. Fue en esos años tempranos cuando desarrolló su estilo, ese que lo haría célebre más tarde, caracterizado por su delicadeza y precisión.
Con quince años, Matthias ingresó al Hertha Viena, un club modesto que supo reconocer su talento. Pero el destino tenía planes mayores para él. Al poco tiempo, se unió al FK Austria Viena, donde comenzaría a forjar su leyenda. Este equipo, asociado con la clase media judía vienesa, era un espacio cultural tanto como deportivo. Allí, Sindelar comenzó a deslumbrar a los aficionados con un juego elegante y efectivo que lo llevó rápidamente a ser reconocido como una figura clave del fútbol austríaco.
El apodo Der Papierene (“El Hombre de Papel”) nació en esos años iniciales. Su delgada figura y su capacidad para deslizarse entre los defensores lo hacían parecer intangible. Los hinchas lo idolatraban; los rivales lo temían. Matthias no era solo un jugador, era un artista del fútbol.
Su habilidad técnica, su inteligencia táctica y su capacidad para leer el juego lo colocaron en una categoría aparte. Según contó a The Guardian, el crítico Alfred Polgar, “sus goles eran como el remate perfecto de una historia, el desenlace que daba sentido a todo”.
En la década de 1920, Sindelar se consolidó como una de las estrellas del FK Austria Viena, llevando al equipo a conquistar títulos nacionales y logrando una notable proyección internacional. En 1933, lideró al club hacia la victoria en la Copa Mitropa, un torneo que reunía a los mejores equipos de Europa Central. Esa victoria, frente al Ambrosiana Milan, marcó un hito en la historia del fútbol austríaco. Tres años después, repetirían la hazaña al derrotar al Slavia Praga en la final.
Su talento no pasó desapercibido para la selección nacional. En 1926, debutó con Austria en un partido contra Checoslovaquia, anotando un gol decisivo en la victoria 2-1. Matthias se convirtió rápidamente en el eje del equipo conocido como el Wunderteam (Equipo Maravilla), que bajo la dirección de Hugo Meisl y la influencia del entrenador inglés Jimmy Hogan, dominó el fútbol europeo durante la primera mitad de la década de 1930.
Entre 1931 y 1934, Austria encadenó una serie de victorias impresionantes, destacándose un triunfo 5-0 contra Escocia, considerado uno de los equipos más fuertes de la época. La culminación de este período llegó con su participación en el Mundial de 1934 en Italia. El equipo llegó a las semifinales y fue eliminado por la selección anfitriona en un partido cargado de controversias. Sindelar, quien había sido objeto de duras faltas durante el encuentro, quedó marcado por aquella derrota. A pesar de esto, su actuación en el torneo solidificó su reputación como uno de los mejores jugadores del mundo.
El fútbol de Matthias era celebrado como una forma de arte. Los cafés vieneses, donde se discutía con igual pasión la música de Strauss y las jugadas de Sindelar, lo elevaban a la categoría de ícono cultural. A pesar de las ofertas de grandes clubes europeos, incluido el Manchester United, Matthias decidió permanecer en Austria. Vivía en un modesto apartamento con su madre y llevaba una vida sencilla, alejada de los lujos que podrían haberlo tentado en otras circunstancias.
Pero los tiempos oscuros estaban por llegar. En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, el país fue absorbido por el Tercer Reich. El fútbol no quedó exento de la influencia política. El FK Austria Viena, al igual que otros clubes asociados con la comunidad judía, fue desmantelado, y muchos de sus jugadores y directivos fueron perseguidos o forzados al exilio. Matthias se negó a colaborar con el régimen. Rechazó jugar para la selección alemana, a pesar de las presiones del gobierno. Su postura firme lo convirtió en un símbolo de resistencia silenciosa.
El 3 de abril de 1938, Matthias jugó su último partido con la selección austríaca en un amistoso contra Alemania, un evento organizado por los nazis como un gesto de propaganda. En el primer tiempo, el equipo austríaco evitó marcar goles, obedeciendo órdenes implícitas. Pero en el segundo tiempo, Sindelar anotó un gol y lo celebró con un baile frente al palco donde estaban los altos jerarcas del régimen. Poco después, su compañero Karl Sesta selló la victoria con un tiro libre, desafiando el guion impuesto. Ese día, el estadio Prater fue testigo no solo de un partido, sino de un acto de desafío contra el régimen.
Tras ese encuentro, Sindelar dejó el fútbol profesional. Compró un café en Viena a un dueño judío que había sido despojado de su propiedad. Aunque pagó un precio justo, el negocio quedó bajo la vigilancia de la Gestapo. Matthias continuó desafiando las normas al mantener sus amistades con miembros de la comunidad judía. Según informes de la época, era considerado “no simpático” al régimen nazi.
El 23 de enero de 1939, Matthias y su pareja, Camilla Castagnola, fueron encontrados muertos en su apartamento. La causa oficial fue intoxicación por monóxido de carbono debido a una chimenea defectuosa. Sin embargo, las circunstancias de su muerte generaron dudas. Algunos señalaron la posibilidad de un asesinato orquestado por la Gestapo; otros sugirieron un suicidio motivado por la desesperación ante la situación política. El caso nunca fue esclarecido.
Más de 20.000 personas asistieron a su funeral, un acto que se transformó en una protesta velada contra el régimen nazi. Según The Guardian, Alfred Polgar, en su obituario, escribió: “Sindelar era el alma de Viena, y cuando Viena murió, él tuvo que morir con ella”.