En agosto de 2016, Brittney Jade Dwyer, de 19 años, viajó desde Queensland hasta Adelaida, Australia, con un propósito que cambiaría para siempre la vida de su familia: asesinar a su abuelo, Robert Whitwell, de 81 años, para robarle los ahorros que guardaba en su cobertizo. Según informó la Australian Broadcasting Company (ABC), el crimen, que involucró a su mejor amiga y cómplice Bernadette Burns, de 21 años, dejó una profunda herida en la familia Whitwell-Dwyer y conmocionó a todo el país por la frialdad y premeditación con la que fue ejecutado.
El plan surgió después de que Whitwell comentara a su hija, Tanya Dwyer, que tenía aproximadamente 100.000 dólares australianos (unos 66.000 dólares estadounidenses) en efectivo guardados en su propiedad porque no confiaba en los bancos. Brittney, quien estaba presente durante esa conversación, decidió aprovechar esta información para llevar a cabo el robo, un acto que culminaría en el asesinato de su abuelo. Según detalló el medio, la amiga esperó en el auto mientras Brittney ingresaba a la casa de Whitwell, portando un cuchillo y usando guantes de goma.
Un crimen premeditado y cruel
El asesinato de Whitwell fue descrito por las autoridades como un acto de extrema crueldad. Según consignó 7News, la joven apuñaló a su abuelo en el cuello y, tras herirlo de manera fatal, intentó vendar la herida antes de dejarlo morir en la cocina. Mientras Whitwell agonizaba, Brittney se dedicó a lavar los platos, un detalle que subraya la frialdad con la que actuó. Posteriormente, ambas mujeres huyeron del lugar sin llevarse el dinero que habían planeado robar.
Durante el juicio, el abogado defensor de Brittney argumentó que su cliente había sido influenciada por la serie de televisión American Horror Story, que explora temas de asesinatos y crímenes violentos. Según reportó ABC, Brittney afirmó que la serie había alimentado su obsesión por el crimen, un aspecto que el juez calificó como “muy preocupante”. Sin embargo, el tribunal también escuchó que Brittney sufría de un trastorno límite de la personalidad y había tenido problemas con el consumo de drogas como cocaína y éxtasis, lo que contribuyó a su comportamiento errático.
En una entrevista con 7News, Tanya Dwyer expresó su incredulidad y dolor al enterarse de que su propia hija había matado a su padre. “He perdido a dos personas”, dijo entre lágrimas, refiriéndose tanto a su padre como a su hija, quien fue condenada a cadena perpetua con un mínimo de 21 años antes de poder solicitar libertad condicional.
Durante el juicio, Brittney alegó que su abuelo la había agredido sexualmente cuando era niña, una acusación que fue rechazada vehementemente por el resto de la familia. La madre de la joven, visiblemente afectada, declaró a 7News que esta afirmación la llenó de ira, describiéndola como un intento de justificar lo injustificable.
El papel de Bernadette Burns y su sentencia
Aunque no participó directamente en el asesinato, Bernadette Burns fue considerada cómplice del crimen por haber acompañado a Brittney y haber esperado en el auto mientras se cometía el homicidio. La joven, quien era adicta a la metanfetamina en ese momento, expresó remordimiento por su participación y afirmó sentirse “avergonzada y triste” por lo ocurrido.
Su abogado argumentó que ella no había planeado el asesinato ni tenía intención de causar daño, pero el tribunal determinó que su papel en el crimen era lo suficientemente significativo como para condenarla a cadena perpetua, con posibilidad de libertad condicional después de 13 años.
El caso también tuvo implicaciones migratorias para Burns, quien no era ciudadana australiana y sería deportada a Nueva Zelanda tras cumplir su condena.
El juez Kevin Nicholson, encargado del caso, destacó la juventud de Brittney como un factor atenuante, pero subrayó que la naturaleza premeditada y cruel del asesinato contrarrestaba cualquier indulgencia. “Haber llegado a la edad de 18 años y haber pasado de cero a un asesinato premeditado en estas circunstancias sugiere una persona muy preocupante”, afirmó el juez. También señaló que Brittney había tenido una buena crianza y educación, lo que hacía aún más difícil entender cómo había llegado a cometer un acto tan atroz.
El hermano de Brittney, Ryan Whitwell-Dwyer, expresó su indignación y tristeza en una declaración leída ante el tribunal. “Mi abuelo, Robert Whitwell, era un hombre de familia orgulloso y generoso; siempre hacía todo lo posible por ayudar a cualquier persona que lo necesitara”, dijo. También lamentó la traición de su hermana, afirmando que había tenido múltiples oportunidades para confesar, pero eligió no hacerlo.
Por su parte, la madre de la joven continúa lidiando con las secuelas emocionales del crimen. En su entrevista con 7News, expresó su frustración por no haber detectado señales de advertencia en el comportamiento de su hija. “¿Qué me perdí? ¿Qué no vi?”, se preguntó, reflejando el dolor de una madre que no puede comprender cómo su hija llegó a cometer un acto tan devastador.