Desde su inauguración en 2004, Berghain, el icónico club de Berlín, se ha convertido en mucho más que un templo del techno. Ubicado en una antigua planta eléctrica en el límite entre los barrios de Kreuzberg y Friedrichshain, este lugar encarna la esencia de una cultura que mezcla música, hedonismo y privacidad, atrayendo a visitantes de todo el mundo. Sin embargo, su exclusividad y su política de puertas cerradas generan tanto fascinación como controversia.
De Ostgut a Icono Cultural
Los orígenes del fenómeno
Antes de que Berghain abriera sus puertas, sus fundadores, Michael Teufele y Norbert Thormann, ya habían cimentado su reputación a través de la fiesta itinerante “Snax” en los años 90, una mezcla de techno y liberación sexual gay. En 1998, ambos crearon el club Ostgut, que rápidamente ganó fama por su atmósfera inclusiva y sus fiestas sin restricciones. Sin embargo, el cierre de Ostgut en 2003 impulsó a sus dueños a buscar un nuevo hogar, encontrándolo en una imponente planta eléctrica de los años 50.
Berghain no tardó en consolidarse como una institución cultural. En 2016, un tribunal alemán lo declaró un espacio cultural significativo, permitiéndole acceder a impuestos reducidos normalmente reservados para teatros y salas de conciertos. Más recientemente, el reconocimiento de la cultura techno de Berlín como Patrimonio Cultural de la UNESCO en 2023 reafirmó su relevancia global, destacando cómo esta música “ha moldeado gran parte de la ciudad desde los años 80”.
Espacios y experiencias únicas
Dentro de Berghain, los visitantes se enfrentan a un laberinto de salas que ofrecen diversas experiencias: desde las intensas pistas de baile hasta el más relajado Panorama Bar, pasando por las “dark rooms”, dedicadas a encuentros sexuales. Estas áreas reflejan el ethos de libertad que caracteriza al club, donde cualquier expresión personal es válida siempre que respete el ambiente.
Cultura, exclusividad y controversia
Las reglas del acceso
Uno de los aspectos más comentados de Berghain es su política de entrada, estrictamente controlada por Sven Marquardt, un portero icónico que selecciona a los asistentes basándose en criterios subjetivos. Según él, su labor es “curar la multitud” para garantizar que quienes ingresen comprendan y respeten el espíritu del lugar. “No hay reglas fijas”, afirma Marquardt, “solo buscamos personas que realmente estén aquí para la música y la experiencia”.
Este filtro ha dado lugar a innumerables mitos y guías sobre cómo lograr entrar. Desde vestirse de negro hasta hablar alemán, los aspirantes intentan cumplir con estos supuestos requisitos para evitar el temido “nein”. Incluso Elon Musk fue rechazado en una ocasión, reforzando la idea de que el dinero o la fama no garantizan el acceso.
Privacidad y atmósfera
La prohibición de tomar fotos en Berghain es otro pilar de su cultura. Las cámaras de los móviles se cubren con adhesivos en la entrada, una medida diseñada para proteger la privacidad de los asistentes y mantener una atmósfera libre de juicios. Según Daniel Plasch, codirector del club R.S.O. en Berlín, “tomar una foto destruye el momento incluso mientras lo documentas”. Esto se ha replicado en clubes de ciudades como Londres y Nueva York, consolidando un cambio cultural hacia experiencias más auténticas y libres de distracciones.
Críticas y desafíos
A pesar de su estatus de icono, Berghain no está exento de críticas. Algunos lo acusan de elitismo debido a su política de entrada, mientras que otros cuestionan la normalización del consumo de drogas dentro del club. Además, la gentrificación y el aumento de los costos operativos amenazan su futuro, un problema compartido por otros clubes emblemáticos como Watergate, también ubicado en Berlín, que cerró sus puertas en diciembre de 2024.
Además de su contribución a la escena techno, Berghain ha servido como plataforma para artistas de renombre y eventos culturales alternativos. Más allá de los sets de DJs icónicos, el club acogió exposiciones de arte contemporáneo y colaboraciones interdisciplinarias, como proyecciones de películas y performances experimentales. Estas iniciativas refuerzan su papel como un espacio que trasciende la música, funcionando también como un centro creativo que amplifica voces y movimientos culturales marginales.