El 19 de diciembre, el caso que conmocionó a Australia llegó a una resolución judicial. Meraj Zafar, de 23 años, fue sentenciado a 21 años y medio de prisión, con un mínimo de 16 años sin libertad condicional, por el asesinato de su esposa embarazada, Arnima Hayat, ocurrido en enero de 2022. La Corte Suprema de Sídney determinó que el crimen fue impulsado por los celos y la ira de Zafar ante la posibilidad de que su esposa lo abandonara, un acto que culminó en un intento metódico y cruel de deshacerse de su cuerpo en ácido clorhídrico.
La relación de Meraj Zafar y Arnima Hayat había comenzado de manera clandestina. En octubre de 2021, ambos contrajeron matrimonio en una ceremonia islámica privada, sin la presencia ni el conocimiento de sus familias. Según informes del medio local Sydney Morning Herald, esta decisión estuvo marcada por tensiones familiares y una creciente dinámica de control y abuso.
En las semanas previas al asesinato, Arnima, una estudiante de medicina de 19 años con aspiraciones a convertirse en doctora, había expresado a amigos su deseo de dejar a Zafar debido a su comportamiento violento y controlador. El día antes de su muerte, envió un mensaje a una amiga diciendo: “No tengo a nadie más que a ti”, un grito de ayuda que dejó en evidencia su aislamiento emocional, según el medio local Australian Broadcasting Corporation.
El 29 de enero de 2022, Zafar estranguló a Arnima en su departamento de North Parramatta, Sídney. Horas antes, ella había compartido con una amiga su odio hacia su esposo: “Lo odio”, escribió en su último mensaje. Tras asesinarla, Zafar compró recipientes de ácido clorhídrico en una ferretería y colocó el cuerpo en una bañera con esta sustancia corrosiva en un intento de destruir evidencia.
Los amigos de Hayat describieron su matrimonio como una relación tóxica y plagada de violencia. Según documentos judiciales citados por 9News, Zafar había amenazado previamente con matarla y frecuentemente la golpeaba. Sin embargo, Hayat no denunció este abuso a la policía, aunque sí habló de ello con personas cercanas.
El comportamiento controlador de Zafar también incluyó amenazas dirigidas al padre de Arnima. En 2021, Zafar le dijo: “Te mataré”, lo que llevó a que se emitiera una orden de alejamiento en su contra. Pese a estas señales de alarma, el abuso escaló sin intervención legal efectiva.
La madre de Hayat, Mahafuza Akter, y su padre, Abu Hayat, estuvieron presentes en la sentencia, donde expresaron su profundo dolor. Mahafuza, devastada, se desplomó al escuchar el veredicto. Según 9News, ella confesó que siempre había tenido reservas sobre el matrimonio de su hija: “Sabía que no era un buen hombre... Pensábamos que se daría cuenta y volvería a casa con nosotros. Ahora sé que lo hizo, pero era demasiado tarde para salvarla”.
El crimen, que incluyó intentos deliberados de ocultar el cuerpo, fue descrito como metódico y premeditado. La sentencia establece un período mínimo de 16 años sin libertad condicional, lo que significa que Zafar será elegible para liberación en 2038.
Durante el proceso judicial, Zafar compareció mediante un enlace de video, mirando al suelo durante la audiencia. En un momento, colocó la mano sobre su cabeza al escuchar la sentencia, mientras los familiares de la víctima cubrían la pantalla para no verlo.
Evidencia digital y forense
Uno de los elementos claves en el caso fue la evidencia digital obtenida de las búsquedas en Internet realizadas por Zafar antes y después del asesinato. Según 9News, el acusado investigó preguntas como: “¿Puede el ácido clorhídrico quemar la piel?” Y “¿Cuántos años te dan en Sídney por asesinato?”, revelando un plan deliberado para deshacerse del cuerpo y minimizar las consecuencias legales.
Además, las cámaras de seguridad fueron determinantes. Al día siguiente del crimen, Zafar fue captado conduciendo un camión hacia una tienda de artículos para el hogar en Northmead, donde compró grandes cantidades de ácido clorhídrico. Estas grabaciones respaldaron la cronología presentada por la fiscalía.
La identificación del cuerpo de Arnima Hayat también requirió el uso de pruebas de ADN, ya que los efectos del ácido habían destruido rasgos identificables. Esta brutalidad fue señalada en la corte como un reflejo del intento del acusado de borrar toda evidencia de su crimen.