
Murió Maurice, el gallo que había sido noticia mundial cuando su dueña ganó un juicio que le permitía seguir cantando con libertad. Su canto se había convertido en el símbolo de la Francia rural que resiste a las exigencias de los habitantes de las ciudades en busca de silencios artificiales.
“Murió de catarro el mes pasado durante el confinamiento, fue encontrado muerto al pie del gallinero, hicimos todo lo que pudimos”, anunció Corinne Fesseau, la dueña de Maurice, que se dijo “muy triste” por el suceso.
El gallo, de seis años de edad, estuvo enfermo durante meses tras librar una áspera batalla judicial. El año pasado, Maurice y su dueña tuvieron que defender en los tribunales su “quiquiriquí” demasiado tempranero, que despertaba a los propietarios de una residencia secundaria en la turística isla de Oleron, en el suroeste de Francia. La justicia terminó dando razón a su dueña y dejó que Maurice siguiera cantando hasta el final.
"Maurice era un emblema, un símbolo de la vida rural, un héroe", enfatizó Corinne Fesseau, que enterró al animal en su jardín.

La disputa en los tribunales
La batalla judicial dio la vuelta al mundo. Fue retomada en un artículo del New York Times, fue objeto de una campaña con camisetas con el lema “Let me sing” (déjenme cantar) y hubo incluso una petición para “salvar a Maurice” que consiguió más de 140.000 firmas.
Su cacareo al alba molestaba a los propietarios de una residencia secundaria en la turística isla de Oleron, en el suroeste de Francia, que lo acusaron ante la justicia de “perjuicio sonoro”.
No es un juicio de “la ciudad contra el campo. Es un problema de perjuicio sonoro. El gallo, el perro, la bocina, la música… se trata de un caso sobre el ruido”, sostuvo el abogado Vincent Huberdeau, que representa a los demandantes, en una vista el pasado 4 de julio.
Pero la dueña del gallo argumentó ante el tribunal que nunca antes había recibido quejas por el cacareo de Maurice. “Los gallineros siempre han existido. Entre 40 vecinos, solo molesta a dos”, apuntó.

Para Fesseau, "el campo tiene derecho a sus ruidos. El gallo tiene derecho a cantar, los gallos no cantan desde las 4.30 de la mañana indefinidamente".
El caso de Maurice, aunque anecdótico, ilustró los temores de que desaparezca el mundo rural en Francia, debido al declive de la actividad agrícola y ganadera y al éxodo de los jóvenes hacia la ciudad.
Bruno Dionis du Séjour, alcalde de la pequeña localidad de Gajac, en el suroeste de Francia, publicó una enardecida carta para defender el “derecho” de las campanas de las iglesias a repicar, de las vacas a mugir y de los burros a rebuznar.
La alusión a las campanas se debe a una disputa acontecida en 2018 en un pueblo de la región de Doubs, donde los propietarios de una residencia secundaria se quejaron de que éstas repicaban a las 07H00, demasiado temprano a su entender.
Bruno Dionis du Séjour promueve incluso que los ruidos del campo sean clasificados como “patrimonio nacional” francés.
Con información de RFI y AFP
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