
Los incendios forestales pueden desencadenar la transformación de minerales presentes en el suelo, lo que convierte elementos inocuos en contaminantes peligrosos que amenazan la calidad del agua subterránea durante años.
Así lo planteó una investigación de la Universidad de Oregón, publicada en Environmental Science & Technology. El trabajo indica que el cromo, un micronutriente esencial en su forma natural, podría convertirse en un metal pesado tóxico tras la exposición a temperaturas extremas generadas por el fuego, lo que plantea riesgos ambientales de largo plazo en regiones propensas a incendios.
El estudio, liderado por Chelsea Obeidy, edafóloga de la Universidad Politécnica Estatal de California, Humboldt, y realizado durante su etapa doctoral en el laboratorio del profesor Matthew Polizzotto en la Universidad de Oregón, se centró en analizar cómo el cromo 3, la forma predominante y benigna de este elemento en el ambiente, se transforma en cromo 6, un carcinógeno de clase A vinculado a cánceres de pulmón, senos paranasales y nasal.

Los detalles de la investigación
Obeidy y su equipo recolectaron muestras de suelo en Eight Dollar Mountain, una colina del Bosque Nacional Rogue River-Siskiyou en el suroeste de Oregón, caracterizada por depósitos de serpentinita ricos en cromo 3 y un riesgo creciente de incendios forestales.
La investigación simuló incendios forestales en laboratorio, sometiendo las muestras de suelo a temperaturas entre 200 y 760 ℃ (392 y 1.400 ℉) durante dos horas. Los resultados mostraron que los incendios que alcanzaban entre 400 y 590 ℃ (750 y 1.100 ℉) generaban la mayor cantidad de cromo 6, aunque la ubicación del suelo en la pendiente influía en la temperatura óptima para esta conversión.
En las cimas y zonas cercanas, donde la erosión es más intensa y las rocas se descomponen liberando más cromo 3, la mayor producción de cromo 6 se observó a unos 400 ℃ (750 ℉). En cambio, en la base de la ladera, el cromo 6 apareció principalmente a temperaturas cercanas a 590 ℃ (1.100 ℉).
Para evaluar el potencial de contaminación del agua subterránea, el equipo replicó la lixiviación provocada por la lluvia: llenaron columnas de plástico con la tierra quemada y las sometieron al paso de agua de lluvia durante una semana, simulando aproximadamente la mitad de la precipitación anual de la zona.

El análisis del agua drenada permitió identificar los puntos de la colina con mayor riesgo de liberar cromo 6 hacia las aguas subterráneas. Según los resultados, dependiendo de la posición en la pendiente, el cromo 6 podría mantener la contaminación del agua por encima de los estándares de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) durante periodos que van desde seis meses hasta casi dos años y medio.
Obeidy subrayó la importancia de estos hallazgos para la gestión ambiental en regiones afectadas por incendios: “Esto podría tener un impacto duradero en un paisaje quemado. Quizás debamos tomar muestras de ambientes quemados en estos tipos de roca específicos”.
Además, señaló que las temperaturas más bajas, como las que se alcanzan en quemas prescritas o culturales, no parecieron generar cantidades significativas de cromo 6, aunque advirtió que este aspecto requiere estudios adicionales.
El profesor Matthew Polizzotto destacó la complejidad de los suelos y la necesidad de un enfoque detallado para evaluar los riesgos: “Los suelos tienden a ser muy variables. Cambian en escalas espaciales muy pequeñas. Si queremos evaluar los riesgos, debemos saber hasta qué punto las cosas pueden variar de un lugar a otro”.

Obeidy remarcó que ya existe un impulso para analizar otros metales pesados en escenarios post-incendio, como el manganeso, el plomo y el níquel, que también pueden incorporarse al suelo y filtrarse hacia las fuentes de agua tras los incendios.
“Realizar diversas pruebas de metales después de los incendios forestales podría proporcionar información valiosa”, sostuvo la investigadora, quien enfatizó que los tipos y niveles de contaminantes varían considerablemente, especialmente en paisajes con presencia humana.
La investigación pone de relieve la necesidad de ampliar los protocolos de monitoreo ambiental tras los incendios, incorporando pruebas específicas para cromo 6 y otros metales pesados en suelos ricos en minerales susceptibles de oxidación. El equipo advierte que la transformación del cromo 3 en cromo 6 no solo depende de la temperatura alcanzada durante el incendio, sino también de factores como la erosión, la composición mineralógica y la posición topográfica del suelo.
Obeidy explicó que la motivación del estudio surgió ante el aumento en el número y la gravedad de los incendios en el noroeste del Pacífico: “Nos motivó a determinar si existía algún vínculo con los contaminantes allí, si los incendios podrían estar movilizando contaminantes de interés”.

La investigadora recalcó que, aunque el cromo 6 suele asociarse a procesos industriales, los incendios forestales pueden generar este contaminante a partir de fuentes naturales, lo que amplía el espectro de riesgos ambientales en zonas propensas a incendios.
El estudio también advierte que la variabilidad espacial de los suelos puede dificultar la predicción de los puntos críticos de contaminación, lo que refuerza la necesidad de muestreos detallados y adaptados a las características geológicas y topográficas de cada región. Polizzotto concluyó: “Estamos realmente en las primeras etapas de establecer todas las cosas que necesitamos saber”.
La investigación de la Universidad de Oregón aporta evidencia sobre la transformación de minerales del suelo en contaminantes tras incendios forestales, subrayando la urgencia de revisar y ampliar los protocolos de monitoreo ambiental para proteger la calidad del agua y la salud pública en áreas vulnerables.
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