
La COP30 en Belém avanzó hacia su tramo final con un nivel de tensión que contrasta con la magnitud del desafío que el mundo enfrenta frente al cambio climático. La cumbre, instalada en el corazón de la Amazonía, abrió sus puertas ante más de 50.000 delegados y puso foco en la urgencia de limitar el calentamiento global.
Sin embargo, ese clima de expectativas se transformó en alarma cuando la presidencia presentó un texto final sin ninguna referencia a la esperada hoja de ruta para dejar atrás los combustibles fósiles.
El documento eliminó todas las menciones a la transición energética que figuraban en el primer borrador del Global Mutirão. La ausencia generó una reacción inmediata: casi 40 países —entre ellos España, Alemania, Costa Rica, Chile, México, Islas Marshall y Países Bajos— enviaron una carta en la que calificaron la situación como “inaceptable” y reclamaron un nuevo texto que recupere el equilibrio, la ambición y la credibilidad del proceso.
Para los firmantes, cualquier resultado que no incluya un plan claro para abandonar el petróleo, el gas y el carbón sería, directamente, un retroceso respecto de Dubái.
La expectativa por ese plan no surgió en el vacío. Desde 2021 la ONU, el IPCC, la Agencia Internacional de Energía y redes globales como Climate Action Network insistieron en un mensaje uniforme: el mundo debe reducir la producción y el consumo de combustibles fósiles en forma rápida, estructurada y justa, si quiere mantener viva la meta de 1,5 °C.
La ONU sostuvo que esta década definirá las condiciones para el resto del siglo. Por eso, un documento final sin hoja de ruta contradice las alertas científicas que señalan que el presupuesto de carbono disponible ya se acerca a su límite.

El borrador que borró la transición y desató la crisis diplomática
El primer texto discutido en Belém contenía tres artículos clave. Uno alentaba a los países a desarrollar hojas de ruta para una transición justa, ordenada y equitativa, incluida la reducción progresiva de la dependencia de los combustibles fósiles.
Otro pedía eliminar los subsidios ineficientes que no atienden la pobreza energética. Y un tercero vinculaba las metas nacionales de reducción de emisiones con la aceleración del despliegue de renovables, la mejora de la eficiencia y el alejamiento de los hidrocarburos, además de exigir detener la deforestación antes de 2030. Todo eso desapareció en la nueva propuesta. La reacción fue inmediata.
Los países firmantes de la carta recordaron que «no podemos apoyar un resultado que no incluya una hoja de ruta para implementar una transición justa, ordenada y equitativa para dejar atrás los combustibles fósiles». También reclamaron reincorporar la agenda vinculada a la deforestación, excluida sin explicación.

La tensión escaló aún más cuando el ministro danés de Clima, Lars Aagaard, declaró que la Unión Europea prefería concluir la cumbre sin un documento antes que aceptar uno sin mención a los combustibles fósiles. El mensaje fue claro: sin transición energética, no habrá consenso.
Ante las críticas, el presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, pidió mantener el diálogo y defendió el multilateralismo. Reconoció que cualquier consenso exaspera a analistas y delegados, pero sostuvo que precisamente esa lógica representa la fuerza del régimen climático. Recordó, además, los desafíos geopolíticos globales y afirmó: “En un momento de caos, debemos actuar juntos”.
El diplomático afirmó que el borrador sugiere la creación de una mesa redonda de alto nivelpara “apoyar” a los países a desarrollar “hojas de ruta” para “superar progresivamente su dependencia” en los combustibles fósiles, cuya quema es la principal fuente del calentamiento global.

Juventud, ciencia y sociedad civil: la presión que no se puede ignorar
Mientras gobiernos discutían párrafos y opciones, la presión social crecía dentro de la cumbre. La campeona joven de la COP30, Marcele Oliveira, llevó a los ministros un mensaje directo: los combustibles fósiles “están destruyendo sueños”, y la salida global de esos recursos constituye “la movilización de justicia climática más importante de esta generación”.
La joven pidió proteger el futuro de niños y adolescentes y citó un fallo reciente de la Corte Internacional de Justicia, que determinó que la inacción climática constituye un crimen ambiental.
El secretario general de la ONU, António Guterres, reforzó esa demanda durante un encuentro con jóvenes: les pidió apoyo en la “batalla decisiva” para que el inevitable sobrepaso temporal de 1,5 °C sea lo más breve posible. Subrayó que la transición de los combustibles fósiles hacia la energía renovable es esencial y denunció la influencia de grupos de presión que ponen sus ganancias por encima del bienestar colectivo.

Las voces se multiplicaron. Un joven brasileño de 16 años le dijo a Guterres que los adolescentes no querían ser activistas, sino simplemente vivir su infancia, pero que los adultos no estaban tomando las decisiones correctas. Desde Aruba, otro joven relató cómo las playas donde aprendió a nadar desaparecen ante sus ojos. Las demandas convergieron en un mismo pedido: actuar ahora.
La ciencia también alzó la voz. Thelma Krug, Fatima Denton y Johan Rockström firmaron un comunicado donde afirmaron que la ausencia de la expresión “combustibles fósiles” constituye «una traición a la ciencia y a las personas».
Señalaron que un acuerdo sin mención explícita a esos recursos sería incompatible con la meta de 1,5 ºC y con el casi agotamiento del presupuesto de carbono.
Una cumbre en plena Amazonía que reclama acción y coherencia
La ubicación de la COP30 añadió un peso simbólico y político excepcional. La Amazonía es uno de los biomas que regulan el clima global y se acerca a puntos de inflexión que podrían ser irreversibles. Por eso, la ausencia de referencias a la deforestación en el texto final genera también preocupación.
Durante la primera semana, las discusiones sobre descarbonización avanzaron con la creación de la Coalición Abierta de Mercados Regulados de Carbono, integrada inicialmente por 18 países. La iniciativa busca establecer estándares comunes para mercados de créditos y asegurar que los proyectos que los generan representen reducciones reales, verificables y permanentes.
Brasil, Canadá, Italia, Japón y Holanda reafirmaron su compromiso con cuadruplicar los combustibles sostenibles. Según Dan Ioschpe, la tecnología existe, contamos con conocimientos y experiencia sólidos; el desafío es adoptarlas a gran escala. La agenda también incorporó la implementación del Mutirão Global contra el Calor Extremo, adoptado por 185 ciudades. El plan busca fortalecer la adaptación urbana ante olas de calor cada vez más frecuentes e intensas.
Otro hecho novedoso fue la firma de la Declaración sobre la Integridad de la Información, que estableció lineamientos para frenar la desinformación climática. La COP incluyó este tema por primera vez en su Agenda de Acción.
Qué pide la ONU y qué exigen las ONG: la hoja de ruta mínima
Aunque la presidencia brasileña eliminó las referencias a la transición fósil, la ONU y las principales ONG llevan años definiendo qué debe contener una hoja de ruta creíble. Los elementos mínimos coinciden en cuatro pilares:
- Fin de la expansión fósil. ONU, PNUMA, IEA y el IPCC sostuvieron que ningún nuevo proyecto de petróleo, gas o carbón es compatible con 1,5 °C. El primer paso consiste en evitar nuevas inversiones.
- Eliminación progresiva con plazos diferenciados. Países desarrollados deben avanzar más rápido debido a sus mayores emisiones históricas. Países en desarrollo requieren financiamiento, tecnología y apoyo para transitar sin afectar sus necesidades básicas.
- Triplicar renovables y duplicar eficiencia energética para 2030. La ONU estableció estos objetivos como esenciales para reducir emisiones en esta década decisiva.
- Terminar con subsidios ineficientes a los combustibles fósiles. Cada año, gobiernos de todo el mundo destinan cuantiosos fondos públicos que prolongan el uso de hidrocarburos. ONG como IISD señalaron que redirigir esos recursos hacia energía limpia permitiría acelerar la transición.
Ese conjunto de medidas compone lo que los países reclamaron en Belém y que múltiples organismos ya describieron como ineludible. Sin ese marco, cualquier resultado de la COP30 se percibe incompleto.
El tiempo se agota y la COP30 enfrenta su prueba más difícil
Belém se convirtió en el centro del mundo climático porque la Amazonía simboliza lo que está en juego. Mientras las negociaciones avanzan hacia las últimas horas, la ausencia de una hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles amenaza con vaciar de sentido la cumbre más importante en años.
El secretario general sostiene que un acuerdo aún es posible si se equilibran mitigación y financiación. Los países vulnerables piden coherencia con la ciencia. Los jóvenes relatan lo que ya se pierde. Las ONG reclaman ambición y responsabilidad. Y los científicos advierten que el margen de acción se consume.
La COP30 puede terminar sin acuerdo o con un texto que no marque el camino para dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón. O puede transformarse en el punto de inflexión que el mundo espera. Las próximas horas definirán qué historia contará Belém.
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