
Bajo cielos nocturnos cada vez más iluminados por la actividad humana, las aves diurnas de todo el mundo ampliaron su periodo de canto y actividad diaria unos 50 minutos, según informó The Guardian. El análisis, que cubre más de 500 especies a partir de millones de registros, concluye que la contaminación lumínica prolonga el tiempo de vigilia a escala global y plantea nuevos interrogantes sobre el impacto de la luz artificial en la biodiversidad.
La investigación publicada en la revista Science, fue liderada por Brent Pease y Neil Gilbert de la Universidad del Sur de Illinois, se apoya en una base de datos sin precedentes: 2,6 millones de observaciones de cantos al amanecer y 1,8 millones de registros vespertinos, recopilados gracias al proyecto BirdWeather.

Esta plataforma de ciencia ciudadana permite a voluntarios de todo el mundo enviar grabaciones de aves, que se analizan mediante inteligencia artificial para identificar especies y patrones de comportamiento. Los resultados se cruzaron con mediciones globales de contaminación lumínica captadas por satélites, permitiendo observar cómo la luz artificial modifica los ritmos naturales de las aves en distintos hábitats y latitudes.
Diferencias entre especies y sensibilidad a la luz artificial
El estudio informó que las especies con ojos grandes en proporción a su cuerpo, o que anidan en espacios abiertos, muestran mayor sensibilidad a la iluminación. El petirrojo americano, el sinsonte norteño y el jilguero europeo son ejemplos de aves que extienden notablemente su actividad diaria en entornos iluminados. En cambio, especies de ojos pequeños, como los gorriones, muestran cambios considerablemente menores frente a la contaminación lumínica.

La diferencia entre aves urbanas y rurales resulta notoria. Aquellas que habitan ciudades o áreas con alta exposición a la luz artificial permanecen activas mucho más tiempo que sus contrapartes rurales. Algunas especies urbanas llegan a despertar una hora antes y retrasar su descanso nocturno una hora adicional, lo que amplía su jornada activa de forma significativa.
Este fenómeno ilustra cómo la urbanización y la expansión de la iluminación artificial transforman los comportamientos naturales de la fauna silvestre.
Hallazgos inesperados y nuevas preguntas
Los autores del estudio reconocen la magnitud de los resultados obtenidos. “Nos sorprendieron nuestros hallazgos”, afirmó el Dr. Brent Pease.
Añadió: “Bajo los cielos nocturnos más brillantes, el día de un ave se extiende casi una hora”. El investigador explicó que BirdWeather permitió analizar el comportamiento de las aves en dimensiones geográficas y temporales antes inalcanzables, lo que abre perspectivas inéditas para estudiar cómo la acción humana altera los ritmos biológicos en la naturaleza.

Actualmente, la contaminación lumínica afecta el 23% de la superficie terrestre y sigue aumentando tanto en extensión como en intensidad. Ya existe evidencia sólida de sus efectos negativos para la salud humana y de otras especies, como insectos, murciélagos y tortugas marinas, que experimentan alteraciones en sus ciclos vitales y migratorios.
En el caso de las aves, sin embargo, el verdadero impacto de la prolongación de su vigilia y canto aún está lejos de comprenderse. “Sabemos que la falta de sueño no es buena para los humanos, pero las aves son diferentes”, explicó Pease a The Guardian.
El experto recordó que muchas especies desarrollaron estrategias para soportar la privación de sueño durante migraciones, aunque la alteración de los patrones naturales de comportamiento sigue siendo fuente de preocupación.

El estudio señala que, para ciertas aves, más horas de luz artificial pueden representar más oportunidades para buscar alimento, aparearse o mejorar la supervivencia de los polluelos.
No obstante, los autores advierten que aún existen lagunas en la base de datos para algunas regiones y especies, lo que limita la posibilidad de extraer conclusiones definitivas respecto a los efectos a largo plazo sobre la salud y supervivencia de las aves.
Comprender cómo la luz artificial afecta la aptitud física de las aves y desarrollar estrategias para reducir la contaminación lumínica surgen como desafíos fundamentales para conservar la biodiversidad en el siglo XXI. La transformación de los cielos nocturnos ya deja una huella global, con aves que extienden su actividad bajo un mundo cada vez más iluminado.