
En el mundo, hay 7 especies de tortugas marinas. Tres de ellas están amenazadas por diferentes razones, como la ingesta de plástico, las colisiones con embarcaciones y la captura incidental. Suelen visitar el Océano Atlántico sudoccidental.
Son la tortuga laúd, que es la más grande del mundo, la tortuga verde, que se alimenta de pastos marinos y algas, y la tortuga cabezona, con aletas delanteras bastante cortas y una cabeza grande y triangular.
Esas tres especies de reptiles aprovechan la riqueza en la biodiversidad y la vida acuática de la Plataforma Continental Argentina Norte para alimentarse y desarrollarse, y son estudiadas por un equipo científico de instituciones públicas de la Argentina que fue entrevistado por Infobae.

Cuentan con la colaboración de la industria pesquera para que se profundice el conocimiento y se pueda desarrollar una pesca sostenible.
Las tortugas permanecen en la zona desde fines de primavera hasta principios de otoño. Luego migran hacia aguas cálidas de Brasil y Uruguay. Pero sus áreas de alimentación las exponen a las capturas incidentales por parte de las pesquerías.
El grupo de investigadoras e investigadores pertenece a la Universidad Nacional de La Plata, el Conicet, la Universidad Nacional de Mar del Plata y el Museo Argentino de Ciencias Naturales.

Realizaron el primer estudio sobre cuáles son las pesquerías que se desarrollan en las áreas susceptibles de interacción con las tres especies de tortugas marinas mencionadas dentro de la Plataforma.
“Caracterizamos a las flotas pesqueras que operan en áreas de importancia para la conservación de las tortugas marinas”, explicó a Infobae la bióloga Sofía Jones, primera autora del estudio, integrante de la Sección Herpetología de la División Zoología Vertebrados del Museo de La Plata y becaria doctoral del Conicet.
“No se calculó la tasa de captura incidental ni de mortalidad. Simplemente, quisimos saber dónde hay que poner el foco para futuros estudios que estimen la captura incidental”, aclaró.
Cómo estudiaron a las zonas de pesca

Para realizar el trabajo, el equipo científico analizó datos de estadísticas pesqueras del período 2020-2023, que fueron aportados por la Subsecretaría Nacional de Pesca y Acuicultura de la Argentina. El estudio se publicó en la revista Fisheries Research.
También se hicieron entrevistas y encuestas en los principales puertos de la provincia de Buenos Aires, lo que permitió complementar y validar los datos oficiales.
Detallaron los barcos y pesquerías, cuantificaron el esfuerzo pesquero y analizaron su distribución por zonas administrativas y por estaciones del año.

Tuvieron en cuenta datos de capturas y zonas con las ubicaciones de las tortugas en la región. En este tramo del trabajo, se basaron en estudios previos con monitoreo satelital sobre los animales.
El análisis incluyó tres áreas principales de la Plataforma Continental Norte de Argentina: el Río de la Plata, la plataforma media y El Rincón.
Qué encontraron

Pudieron clasificar a las embarcaciones en siete grupos según su tamaño, alcance y métodos de pesca, e identificaron 13 pesquerías y 240 buques que operan en áreas sensibles que son de alto uso por las tortugas.
“La variación en el esfuerzo pesquero sugiere que no todos los barcos tendrían el mismo nivel de impacto sobre las tortugas”, aclaró Laura Prosdocimi, coautora, integrante del Laboratorio de Ecología, Conservación y Mamíferos Marinos del Museo Argentino de Ciencias Naturales e investigadora del Conicet.
Como resultado, el equipo detectó que las flotas “fresqueras” presentaron un mayor número de embarcaciones en comparación con las flotas industriales “congeladoras” en el área de uso por las tortugas.

La flota fresquera está formada por embarcaciones que se encargan de capturar y transportar pescado fresco, que luego es procesado en tierra. En cambio, el otro tipo de flota tiene sistemas de congelación a bordo.
La superposición entre zonas de pesca y áreas sensibles, junto con el número de buques y las toneladas desembarcadas, indicó que los barcos fresqueros de hasta 26,9 metros de eslora serían los más relevantes, especialmente aquellos que emplean redes de arrastre de fondo y redes de enmalle.
“Podrían ser los que tienen un mayor impacto porque las áreas donde operan se superponen con las zonas en que están las tres especies de tortugas, aunque es un interrogante que aún sigue en estudio”, mencionó Prosdocimi.

“A partir de los resultados, sería necesario orientar el monitoreo hacia las pesquerías y buques más relevantes si se tiene en cuenta que faltan observadores a bordo específicos para la interacción con especies no objetivo de la pesca, y que hay tanto un elevado número de embarcaciones como una dificultad para recolectar datos en una zona tan amplia”, señaló.
Para conseguir esto, se requiere colaboración nacional e internacional porque las áreas de superposición entre la actividad pesquera y las que visitan las tortugas están bajo distintas jurisdicciones administrativas, entre ellas la Dirección de Pesca de la Provincia de Buenos Aires, la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura de la Nación, la Comisión Administradora del Río de la Plata y la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo.
Sin embargo, las investigadoras destacaron que hay un plan nacional de tortugas marinas, donde están diferentes sectores involucrados.

“Gracias a la colaboración y a la buena predisposición del sector pesquero, ya estamos validando cuantitativamente los hallazgos del estudio y desarrollando actividades de capacitación. Sin el apoyo de ese sector no sería posible sostener la investigación”, consideró Jones.
Además, “ayuda a promover que se adopten mejores prácticas de manejo y, en un futuro, desarrollar medidas de mitigación que se correspondan con la magnitud del impacto”, agregó.

Las medidas deben contemplar tanto la conservación de las especies como la importancia económica y social de la pesca en el país, señaló la doctora Prosdocimi. “La pesca sostenible es posible. Se puede proteger a las tortugas y a otras especies y se puede pescar con buenas prácticas”, enfatizó.
Los resultados del estudio marcan un punto de partida crucial para abordar un problema que ha sido largamente ignorado.
“Las tortugas marinas enfrentan múltiples amenazas globales, como la ingesta de plásticos y el cambio climático, y los resultados del trabajo a nivel regional ofrecen esperanza para conocer su situación en el Atlántico Suroccidental”, afirmó.
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