
En un esfuerzo que ha captado la atención internacional, Suiza ha logrado convertir sus ríos y lagos en algunos de los cuerpos de agua más limpios de Europa, un cambio radical que comenzó hace más de medio siglo. Según informó The Guardian, este país alpino, conocido por su riqueza natural, ha implementado un sistema de tratamiento de aguas residuales que hoy cubre al 98% de su población, un avance significativo si se compara con el 14% que tenía acceso a este servicio en 1965. Este modelo no solo ha mejorado la calidad de vida de sus habitantes, sino que también se ha posicionado a Suiza como un referente en la gestión hídrica a nivel mundial.
El cambio no fue inmediato. En la década de 1960, los ríos y lagos suizos enfrentaron una grave contaminación. Lugares emblemáticos como el Lago de Ginebra estaban cubiertos de algas, espuma y peces muertos, mientras que las aguas residuales sin tratar fluían directamente a los cuerpos de agua. La situación alcanzó un punto crítico en 1963, cuando un brote de fiebre tifoidea en la localidad de Zermatt dejó varias muertes y cientos de personas enfermas. Según The Guardian, la causa fue atribuida a las aguas residuales sin tratar, lo que generó una fuerte indignación pública y desencadenó inversiones masivas en infraestructura de tratamiento de aguas.
Inversiones claves y avances tecnológicos
El compromiso de Suiza con la limpieza de sus aguas se refleja en el gasto anual de 191 euros por ciudadano en purificación de agua, una cifra que duplica los 98 euros que se invierten en el Reino Unido, según datos citados por The Guardian. Este esfuerzo ha permitido que las plantas de tratamiento de aguas residuales del país operen con tecnología avanzada, utilizando bacterias para eliminar materia orgánica y carbón activado para reducir hasta un 80 % de los contaminantes farmacéuticos presentes en el agua.
Desde 2016, el gobierno suizo ha intensificado sus esfuerzos para abordar un problema emergente: la contaminación por medicamentos y productos farmacéuticos. Según el medio británico, estos incluyen antidepresivos, antiinflamatorios, medicamentos para la diabetes y antibióticos, que llegan al agua a través de la excreción humana. Aunque el tratamiento con carbón activado ha demostrado ser eficaz, aún queda un 20 % de contaminantes, como los compuestos PFAS, conocidos como “químicos permanentes”, que representan un desafío significativo para la industria y los reguladores.
Un modelo para Europa y el mundo

El éxito de Suiza no ha pasado desapercibido. Según The Guardian, países vecinos y miembros de la Unión Europea (UE) han visitado el país para estudiar su modelo de gestión hídrica y explorar la posibilidad de replicarlo. En este contexto, la Unión Europea está considerando una legislación que exigiría a todas las plantas de tratamiento de aguas residuales que atiendan a más de 10.000 personas implementar sistemas para tratar contaminantes farmacéuticos, siguiendo el ejemplo suizo.
Michael Mattle, director de tecnología de aguas residuales de la empresa de ingeniería Holinger, destacó la importancia de mantener la calidad del agua en Suiza. “Nos esmeramos en no contaminar el agua en su paso por Suiza”, afirmó en declaraciones recogidas por The Guardian. Este enfoque no solo ha permitido que los suizos disfruten de playas urbanas limpias, sino que también se ha convertido a sus ríos y lagos en destinos populares para el baño, incluso en los meses más fríos del año.
El desafío de los “químicos permanentes”

A pesar de los avances, los operadores de plantas de tratamiento de aguas residuales han señalado que el enfoque regulador debería centrarse en los compuestos más difíciles de eliminar, como los PFAS. Estos químicos, utilizados en una amplia gama de productos industriales y de consumo, son altamente resistentes a la degradación y representan un riesgo tanto para el medio ambiente como para la salud humana. Según The Guardian, abordar este problema requerirá no solo mejoras en la infraestructura de tratamiento, sino también una legislación más estricta que limite su uso y producción.
Un futuro más limpio gracias a la acción colectiva
El caso de Suiza demuestra que, con la combinación adecuada de inversión, tecnología y voluntad política, es posible revertir décadas de contaminación y transformar los recursos hídricos en un modelo de sostenibilidad. Según The Guardian, el país ha demostrado que la limpieza de las aguas no es solo una cuestión ambiental, sino también un factor clave para la salud pública y el bienestar de las comunidades.
Mientras la UE y otros países evalúan cómo implementar medidas similares, el ejemplo suizo ofrece una hoja de ruta clara: priorizar la calidad del agua, invertir en tecnología avanzada y adoptar regulaciones que aborden los desafíos emergentes. En un mundo donde el acceso al agua limpia es cada vez más crítico, Suiza se ha convertido en un faro de esperanza y un recordatorio de lo que se puede lograr con determinación y acción colectiva.