
Un nuevo estudio dirigido por especialistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) plantea que la capa de ozono antártica está experimentando una recuperación significativa, “como resultado directo de los esfuerzos globales para reducir las sustancias que la agotan”, según difundieron en un comunicado de la institución.
En el mismo documento postularon que a pesar de que en el pasado ya se habían observado signos de mejora, este trabajo es el primero en demostrar, con un alto grado de confianza estadística, que esta recuperación se debe principalmente a la disminución de los compuestos que agotan el ozono, en lugar de factores como la variabilidad natural del clima o el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero hacia la estratosfera.
Susan Solomon, autora del estudio y profesora de Estudios Ambientales y Química en el MIT, afirmó: “Hay muchas pruebas cualitativas que demuestran que el agujero de ozono en la Antártida está mejorando. Este es realmente el primer estudio que ha cuantificado la confianza en la recuperación del agujero de ozono”.
Además, la experta destacó la importancia de estos hallazgos, mencionando: “La conclusión es que, con un 95 por ciento de confianza, se está recuperando, lo cual es fantástico y demuestra que realmente podemos resolver los problemas ambientales”.
El estudio, que fue publicado en la revista Nature, tiene como autor principal al estudiante de posgrado Peidong Wang, quien forma parte del grupo de Solomon en el Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias (EAPS) del MIT, entre sus coautores además se encuentra el investigador del EAPS Kane Stone, junto con colaboradores de varias otras instituciones. La Fundación Nacional de Ciencias y la NASA apoyaron el trabajo.

“En la estratosfera de la Tierra, el ozono es un gas natural que actúa como una especie de protector solar, protegiendo al planeta de la dañina radiación ultravioleta del sol. En 1985, los científicos descubrieron un ‘agujero’ en la capa de ozono sobre la Antártida que se abrió durante la primavera austral, entre septiembre y diciembre. Esta disminución estacional del ozono permitió que los rayos ultravioleta se filtraran repentinamente hasta la superficie, lo que provocó cáncer de piel y otros efectos adversos para la salud”, señalaron los expertos en el comunicado del MIT.
Al tiempo que añadieron: “En 1986, Solomon, que trabajaba en la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), dirigió expediciones a la Antártida, donde ella y sus colegas reunieron evidencia que rápidamente confirmó la causa del agujero de ozono: clorofluorocarbonos o CFC, sustancias químicas que se utilizaban en refrigeración, aire acondicionado, aislamiento y propulsores de aerosoles. Cuando los CFC ascienden a la estratosfera, pueden descomponer el ozono en ciertas condiciones estacionales”.
Al año siguiente, según informaron, “esas revelaciones llevaron a la redacción del Protocolo de Montreal, un tratado internacional cuyo objetivo era eliminar gradualmente la producción de CFC y otras sustancias que agotan la capa de ozono, con la esperanza de curar el agujero de ozono”.
Tiempo después, en el año 2016, Solomon lideró un trabajo que indicaba señales de recuperación del ozono. “Parecía estar reduciéndose año tras año, especialmente en septiembre, la época del año en que se abre. Aun así, estas observaciones eran cualitativas. El estudio mostró grandes incertidumbres sobre en qué medida esta recuperación se debía a los esfuerzos concertados para reducir las sustancias que agotan la capa de ozono, o si la reducción del agujero de ozono era resultado de otros ‘forzamientos’, como la variabilidad climática de un año a otro, provocada por El Niño, La Niña y el vórtice polar”, divulgaron.

En ese tono, Peidong Wang precisó que, si bien detectar un aumento estadísticamente significativo del ozono es relativamente sencillo, “atribuir estos cambios a fuerzas específicas es más difícil”.
Un enfoque más preciso
En la última investigación, el equipo del MIT apuntó a trabajo cuantitativo con el objetivo de ahondar en las causas de la recuperación del ozono antártico. “Los investigadores tomaron prestado un método de la comunidad del cambio climático, conocido como ‘huella dactilar’, del que fue pionero Klaus Hasselmann, galardonado con el Premio Nobel de Física en 2021 por esta técnica. En el contexto del clima, la huella dactilar se refiere a un método que aísla la influencia de factores climáticos específicos, aparte del ruido meteorológico natural. Hasselmann aplicó la huella dactilar para identificar, confirmar y cuantificar la huella antropogénica del cambio climático”, profundizaron en el comunicado.
El objetivo de los investigadores era aplicar esta metodología para identificar la huella antropogénica de las reducciones en las sustancias que agotan la capa de ozono y ver cómo afectaba la recuperación del agujero de ozono. “La atmósfera presenta una variabilidad realmente caótica. Lo que estamos tratando de detectar es la señal emergente de recuperación del ozono frente a ese tipo de variabilidad, que también ocurre en la estratosfera”, explicó Solomon.
El equipo realizó simulaciones de la atmósfera de la Tierra, creando “mundos paralelos” bajo determinadas y variadas condiciones. “Por ejemplo, realizaron simulaciones bajo condiciones que suponían que no había aumento de los gases de efecto invernadero ni de las sustancias que agotan la capa de ozono. En estas condiciones, cualquier cambio en la capa de ozono debería ser el resultado de la variabilidad climática natural. También realizaron simulaciones con solo un aumento de los gases de efecto invernadero, así como solo una disminución de las sustancias que agotan la capa de ozono”, dijeron desde el MIT.

Y sumaron: “Compararon estas simulaciones para observar cómo cambiaba el ozono en la estratosfera antártica, tanto con la estación como a distintas altitudes, en respuesta a distintas condiciones iniciales. A partir de estas simulaciones, trazaron un mapa de los momentos y las altitudes en que el ozono se recuperaba de un mes a otro, a lo largo de varias décadas, e identificaron una ‘huella’ o patrón clave de recuperación del ozono que se debía específicamente a las condiciones de disminución de las sustancias que agotan la capa de ozono”.
“El equipo buscó esta huella en observaciones satelitales reales del agujero de ozono antártico desde 2005 hasta la actualidad. Descubrieron que, con el tiempo, la huella que identificaron en las simulaciones se volvió cada vez más clara en las observaciones. En 2018, la huella estaba en su punto más fuerte y el equipo pudo decir con un 95 por ciento de confianza que la recuperación del ozono se debió principalmente a la reducción de las sustancias que lo agotan”, ampliaron los expertos.
Por su parte, Wang apuntó que después de 15 años de registros de observación, se observa una “relación señal-ruido con un 95 por ciento de confianza, lo que sugiere que hay solo una pequeña posibilidad de que la similitud de patrones observada pueda explicarse por el ruido de variabilidad. Esto nos da confianza en la huella digital. También nos da confianza en que podemos resolver problemas ambientales. Lo que podemos aprender de los estudios del ozono es cómo los diferentes países pueden cumplir rápidamente estos tratados para reducir las emisiones”.
Si esta tendencia continúa, Solomon prevé que, hacia 2035, la recuperación del ozono será tan evidente que se podrán registrar años completos sin agotamiento de la capa en la región antártica. “Podríamos llegar a ver un año en el que no se produzca ningún agotamiento del agujero de ozono en la Antártida. Y eso será muy emocionante para mí”, afirmó.