La conmovedora historia de una pareja de guacamayos longevos: ella quedó ciega y él se convirtió en su lazarillo

Jacarandá y Jeiko conviven desde hace 20 años en la Fundación Temaikèn. Si bien ya no pueden regresar a su hábitat natural, participan con sus crías en un programa liderado por Rewilding Argentina para la reintroducción de la especie en los humedales del Iberá, donde se encuentra extinta

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Jacarandá y Jeiko, una pareja
Jacarandá y Jeiko, una pareja longeva, continúan su contribución al Proyecto de Reintroducción del Guacamayo Rojo en el Iberá (Fundación Temaikén)

Ella observa, mira sin ver, agudiza su oído. En otro sector, él grazna, ella presta atención y comienza a deslizarse por un tronco que tantea con patas y pico, con la habilidad que le ha dado la práctica. Jacarandá tiene unos 35 años, es ya longeva, mientras su compañero de vida, Jeiko, es solo un poco más joven. Estos guacamayos rojos (Ara Chloroptera) son pareja desde hace 20 años, compañeros inseparables que en la última década adaptaron su convivencia a un nivel de colaboración superior motivada por la progresiva ceguera de ella que, con el tiempo, la dejó en completa oscuridad. Ahora, él la guía, la orienta con su graznido por la jaula, hacia la comida, hacia el refugio donde descansan, por el entorno de un recinto adaptado para ambos porque, más allá de la discapacidad de ella, ya no pueden regresar a los bosques tropicales que, como especie salvaje, les pertenece.

Jacarandá y Jeiko llegaron a la Fundación Temaikèn hace 20 años. Eran unos jóvenes de aproximadamente 15 años, ella y 10 él, pero no eran pareja, se conocieron en el bioparque de Escobar. Allí, cuidadores, biólogos y veterinarios comenzaron una vinculación de celestinos que pudo haber fracasado porque también los animales generan —o no— una química que los acerca o los mantiene indiferentes. En este caso, “matchearon” y, como el guacamayo rojo es una especie monógama, desarrollaron su relación y se establecieron como pareja con un vínculo que dura hasta la actualidad.

Después de 20 años juntos, Jacarandá y Jeiko mantienen una relación estrecha que va más allá de la simple compañía, adaptándose a los desafíos de la vida en cautiverio (Fundación Temaikèn)

Más allá de esta historia que cualquiera se siente tentado de humanizar, este dúo ha contribuido de una manera protagónica, y probablemente lo siga haciendo unos años más, al Proyecto de Reintroducción del Guacamayo Rojo, liderado por la Fundación Rewilding. Esta iniciativa tiene por objetivo devolver la especie a su hábitat natural a través de la reproducción de animales bajo cuidado humano y posterior reintroducción en el Iberá, en Corrientes. Jacarandá y Jeiko ya aportaron varias crías que fueron liberadas.

El proyecto busca que el Guacamayo Rojo vuelva a surcar los cielos argentinos y a vivir en el humedal correntino. Aunque a nivel global está catalogada como especie de “preocupación menor” en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en Argentina se lo considera formalmente extinto desde 2017. Estas aves son exclusivas de América del Sur y enfrenta amenazas como la destrucción de su hábitat y el tráfico ilegal impulsado por su comercialización como mascotas.

Jacarandá, que perdió la vista,
Jacarandá, que perdió la vista, es guiada por su compañero Jeiko, quien emite sonidos para orientarla en su recinto (Fundación Temaikén)

El día a día de Jacarandá y Jeiko

Jeiko emite una vocalización, un sonido que se desliza entre las ramas y rebota en las paredes del recinto. Jacarandá escucha y responde con un leve movimiento de cabeza. Sabe que su compañero está cerca. Orienta sus ojos blancos que yo no ven y sabe que no está sola. Desde que perdió la vista, su mundo se ha vuelto más pequeño, más dependiente. Su compañero lazarillo la guía con precisión, con un llamado para señalar la comida, con otro para regresar al refugio de descanso, como si hubiesen creado su propio código.

El espacio en el que viven fue creado solo para ellos y desde que Jacarandá dejó de ver todo quedó exactamente en el mismo lugar, cada tronco, cada plato de comida, cada punto de apoyo sigue exactamente donde estaba, para generar un ambiente en el que pueda moverse con seguridad.

A pesar de los desafíos
A pesar de los desafíos de la ceguera, Jacarandá y Jeiko han sido fundamentales en el programa de conservación y reintroducción de su especie (Fundación Temaikén)

Pero la asistencia de Jeiko no se detiene en la orientación. Sus cuidadores y los especialistas que los observan para conocer más de la especie, cuentan que él también la ayuda con su plumaje. Acicala con su pico las preciosas plumas rojas, verdes y azules de su compañera, en un gesto que en época de reproducción es común entre los guacamayos, pero en ellos se ha convertido en una rutina de cuidado sin tiempos.

La doctora Natalia Demergassi, médica veterinaria y Responsable de Manejo y Ciencia Animal de Temaikèn, detalló a Infobae que otras especies también muestran gestos de “cooperación entre animales que conviven”. “Este tipo de apoyo, se ha reportado en primates, delfines, elefantes, lobos y perros domésticos”.

Jacarandá y Jeiko, con una
Jacarandá y Jeiko, con una expetativa de vida de hasta 80 años bajo cuidado humano, podría continuar reproduciéndose, a pesar de su edad avanzada (Fundación Temaikén)

Explicó que Jacarandá es el primer ejemplar de su especie en desarrollar ceguera en el bioparque, una condición que se cree está relacionada con su avanzada edad. Los comportamientos tanto de ella como de su compañero brindan a los especialistas de la fundación y a otras entidades la oportunidad de ampliar su comprensión sobre la biología y los hábitos de esta especie, lo que contribuye a mejorar los esfuerzos de conservación.

La ceguera, agregó Demergassi, “comenzó progresivamente luego de los 25 años”, lo que no impidió que continuaran reproduciéndose algunas temporadas más. “Fue una pareja prolífica, que casi todos los años armaba nido y lograba posturas de huevos. Si bien muchas veces no prosperaban, de los diez pichones que nacieron, uno pudo formar parte del Proyecto de Reintroducción del Guacamayo Rojo, liderado por Rewilding Argentina”, contó.

Jacarandá y Jeiko han sido parte esencial del Proyecto Rewilding, cuyo objetivo es restaurar las poblaciones de guacamayos rojos en los humedales de Corrientes

Esto fue así, agregó la especialista, porque “muchos de los pichones nacieron antes del inicio del programa de reintroducción y fueron derivados a centros de conservación que investigan aspectos clave sobre la biología de la especie y contribuyen al conocimiento y conservación del guacamayo rojo”.

Pero su aporte al regreso de estas aves al Iberá fue clave, dijo: “El 30 de noviembre de 2018, dos machos fueron trasladados de Fundación Temaikèn a Corrientes con el objetivo de ser liberados. Uno de ellos era hijo de esta pareja, por lo que se convirtió en uno de los pioneros de la reintroducción de la especie en su ambiente natural”. Por otra parte, una de las hijas de Jacarandá y Jeiko “actualmente es reproductora y contribuye a la recuperación del guacamayo rojo en la naturaleza”.

Este tipo de ejemplares “en la naturaleza vive entre 40 y 50 años, pero bajo cuidado humano profesional, hay reportes de animales de hasta de 80 años”, dijo Demergassi. En función de esto, fue optimista, porque si bien son guacamayos longevos, “se pueden reproducir hasta algo más de los 30 años bajo cuidado humano, es una probabilidad que se puedan reproducir todavía”.

La relación de Jacarandá y Jeiko es ejemplar en el ámbito de la conservación, pero no es un caso único, ya que se ha observado cooperación en otras especies

Los principales datos sobre el guacamayo rojo

El guacamayo rojo, uno de los guacamayos más grandes del planeta, pertenece a la familia de los loros. Su longitud varía entre los 73 y los 96 centímetros, desde la cabeza hasta la punta de la cola, y su peso oscila entre 1,3 y 1,7 kilos. Machos y hembras tienen un plumaje similar, pero la hembra es ligeramente más pequeña.

En estado salvaje, este guacamayo es conocido por regresar cada año a los mismos territorios para reproducirse. Su reproducción es ovípara, y la hembra coloca entre 2 y 3 huevos, que incubará por aproximadamente 28 días. Durante este tiempo, el macho no abandona a la hembra y se encarga de proporcionarle alimento. Las crías nacen después de la eclosión y son cuidadas por ambos padres hasta los 3 meses, cuando pueden valerse por sí mismas.

Las parejas de guacamayos rojos suelen ser monógamas, aunque si alguno de los dos no sobrevive, el otro puede formar una nueva pareja.

A pesar de la ceguera
A pesar de la ceguera de Jacarandá, su compañero Jeiko la asiste en tareas cotidianas, como el acicalado y la orientación (Fundación Temaikén)

Por qué es importante el regreso del guacamayo rojo al Iberá

Por su forma de alimentarse, se lo considera “regenerador de bosques”. Los guacamayos ayudan a dispersar semillas de los frutos o bayas que ingieren, ya que, al trasladarse de un árbol a otro, van cayendo sobre el suelo y contribuyen a restaurar ambientes naturales. Además, se lo considera una especie “paraguas” porque protege otras especies menos vistosas, pero igualmente importantes en la conservación de los ambientes de los que forman parte.

En la Fundación Temaikèn, “contamos con parejas reproductivas que tienen amplia experiencia en crianza de pichones, por lo que las parejas con mayor aptitud para ello son las elegidas” para la reproducción en busca de ejemplares para ser liberados.

Jacarandá perdió progresivamente la vista,
Jacarandá perdió progresivamente la vista, lo que obligó a la Fundación Temaikèn a adaptar su recinto para asegurar su bienestar (Fundación Temaikén)

La doctora Demergassi explicó que los criterios para liberar un pichón que nació bajo cuidado profesional tienen que ver con tres aspectos:

  • Sanitario: que no introduzca agentes patógenos productores de enfermedad en el ambiente o ecosistema al que ingresa.
  • Físico: que tenga autonomía y capacidad física con la suficiente musculatura para volar, posarse, utilizar garras y pico y todas las actividades que realiza y de la manera en que la realiza la especie.
  • Comportamental: que exprese comportamientos específicos de un guacamayo rojo, que conozca como alimentarse, cómo esconderse, todo el repertorio de conductas biológicas de la especie.