
En los bebés muy prematuros, los pulmones todavía no están completamente desarrollados para funcionar fuera del útero y esto puede traer problemas para respirar.
Hasta ahora solo existía una definición general para la enfermedad conocida como displasia broncopulmonar que puede afectar más a los bebés prematuros.
Pero un nuevo estudio, que fue publicado en la revista The Lancet Child & Adolescent Health, cambió ese panorama.
El equipo integrado por investigadores de la Argentina, el Reino Unido y los Estados Unidos, registró día a día cuánto oxígeno necesitaba cada bebé durante sus primeras semanas.

Descubrieron que el riesgo de que se desarrolle la displasia se va modificando en relación con la concentración de oxígeno que requiere cada bebé.
“Durante las últimas décadas, el desarrollo científico y tecnológico aplicado a la medicina permitió que sobrevivan más bebés a partir de embarazos muy cortos, como los de 23 a 30 semanas de duración. Pero ese cambio implicó un reto: los bebés más prematuros tienen riesgo de desarrollar la displasia broncopulmonar”, explicó a Infobae Nestor Vain, médico pediatra y neonatólogo, responsable de Neonatología y Pediatría de los Sanatorios de la Trinidad Palermo y Ramos Mejía, en la Argentina, y coautor del trabajo.

“Los resultados de nuestra investigación pueden abrir un camino para que se detecte cuáles son los bebés que corren más riesgos de tener esa enfermedad”, sostuvo.
“Eso posibilita que se puedan evaluar cuáles pueden ser los tratamientos que necesitan o incluso para que formen parte de ensayos clínicos. De esta manera, se podría contribuir a bajar la frecuencia de la enfermedad y la mortalidad en prematuros”, resaltó Vain.
Los investigadores que hicieron el hallazgo trabajan en la Fundación INFANT, el Conicet, la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) en la Argentina, el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental de Estados Unidos y el Imperial College de Londres, en el Reino Unido.
Cómo identificar a tiempo los casos graves

El principal desafío aparece en las salas de neonatología. Los bebés que nacen antes de las 28 semanas, o pesan menos de 1.000 gramos, pueden tener grandes dificultades para respirar y desarrollar sus pulmones.
Hasta ahora, la definición de enfermedad pulmonar crónica se basaba en si el bebé seguía con oxígeno cuando llegaba a cumplir 36 semanas desde el momento de la concepción. Pero este método dejaba fuera a quienes fallecían antes o tenían problemas respiratorios antes de esa edad.

“La mayoría de las definiciones y herramientas pronósticas aún dependen de datos recogidos en momentos fijos, lo que limita su capacidad para captar la complejidad y las trayectorias de la enfermedad”, afirmó en diálogo con Infobae el doctor Mauricio Caballero, director del Centro Infant de Medicina Traslacional (CIMET) de la Escuela de Bio y Nanotecnologías (EByN) de la UNSAM y primer autor del trabajo.
El objetivo principal fue seguir la evolución día por día del oxígeno que requirió cada prematuro y clasificar los distintos grados de riesgo. Así, lograron un enfoque personalizado y mucho más temprano para actuar.
Cuatro trayectorias, cuatro historias

La investigación analizó datos de casi 400 bebés argentinos y más de 800 estadounidenses, todos de menos de 1.250 gramos. Cada día, el equipo anotó cuánta ayuda de oxígeno necesitaba cada bebé.
Luego, al usar modelos matemáticos, encontraron cuatro grupos claros: uno con necesidad baja y constante; uno con mucho oxígeno al comienzo que luego mejoró; otro que empezó bien y empeoró al poco tiempo; y un último grupo que siempre necesitó altos niveles de oxígeno.

El grupo que necesitó poco oxígeno casi no tuvo muertes ni complicaciones graves.
En cambio, en los otros tres grupos, especialmente en los de evolución tardía o necesidad alta permanente, hubo más episodios de fallecimientos y problemas graves como hemorragia cerebral o infecciones.

Esta clasificación funcionó igual tanto en hospitales argentinos como estadounidenses. Es decir, se demostró que no depende del lugar, sino de cómo evoluciona cada bebé.
El estudio desarrolló modelos predictivos que permiten, con información sencilla como el peso y el sexo, anticipar con más del 80% de precisión a qué grupo pertenecerá cada bebé. Así, los profesionales de la salud pueden contar con una herramienta útil para prevenir y tratar a tiempo.
Hacia un futuro más saludable

Tras los resultados, los investigadores recomendaron que las unidades neonatales usen el registro diario del oxígeno como una herramienta de diagnóstico y seguimiento.
Otros coautores del estudio en la Argentina fueron Damián Álvarez-Paggi, Gastón Ofman, Florencia Nowogrodzki, Jorge Digregorio, Guillermo Colantonio, Mariana Sorgetti, Mariángeles Quirós, Andrea Brum, Silvia García, Cristina Osio, Santiago Lopez García, Gonzalo Mariani, María Fernanda Galletti, Silvina Coviello, Luis Prudent y Fernando Polack.

Advirtieron que todavía falta probar el sistema que desarrollaron en otros hospitales y con grupos de bebés más diversos, y analizar los efectos a largo plazo.
“Pudimos identificar, al menos con tres semanas de anticipación, la dinámica y el comportamiento de los bebés, así como la tendencia en sus requerimientos de oxígeno. Esto puede permitir que los profesionales de la salud se anticipen y cambien la historia de la enfermedad en los bebés, al modificar los tratamientos y la forma de intervención médica”, subrayó Caballero.
Así, la investigación científica dio un paso adelante para ayudar a los bebés más frágiles desde su primer día de vida.
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