
El alcance real de la biodiversidad marina es mucho más amplio de lo que se creía, según un estudio internacional que empleó ADN ambiental para rastrear la presencia de peces en todos los océanos del planeta.
La investigación, liderada por Loïc Sanchez en la Universidad de Montpellier y el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia, plantea que los registros históricos no abarcan de manera significativa tanto la extensión geográfica como la tolerancia ecológica de numerosas especies.
El equipo científico recolectó cerca de 1000 muestras de agua en 542 ubicaciones distribuidas por todo el mundo, abarcando desde regiones polares hasta islas tropicales. Mediante el análisis del material genético presente en el agua, los investigadores identificaron la presencia de peces en lugares donde, según los registros convencionales, no deberían encontrarse.
Para los autores, este método, conocido como ADN ambiental (ADNa), permite detectar e identificar especies sin necesidad de capturarlas ni fotografiarlas, lo que representa una ventaja frente a los métodos tradicionales, como las redes y las cámaras submarinas, que suelen limitarse a zonas de fácil acceso y tienden a pasar por alto especies pequeñas o esquivas.

La comparación de los resultados obtenidos con bases de datos globales, como la Infraestructura Mundial de Información sobre Biodiversidad (GBIF), puso de manifiesto la magnitud de las lagunas en el conocimiento actual. Según los datos publicados en PLOS Biology, el 93% de las áreas de distribución geográfica de los peces marinos estaban subestimadas. Esto implica que muchas especies habitan territorios mucho más extensos de lo que se había documentado. Un caso ilustrativo es el del pez de hielo cocodrilo, que hasta ahora se consideraba exclusivo de las frías aguas antárticas, pero que fue detectado en la Patagonia, en el sur de Sudamérica.
El estudio también reveló que el 7% de los nichos ecológicos de las especies estaban subestimados, lo que indica que ciertos peces toleran condiciones ambientales previamente consideradas incompatibles con su supervivencia. Por ejemplo, el pez de hielo cocodrilo fue hallado en aguas casi diez grados Celsius más cálidas que la temperatura máxima registrada para su especie.
Estos hallazgos ponen en evidencia la necesidad de actualizar los métodos de cartografía de la biodiversidad marina, ya que los enfoques actuales dejan grandes áreas sin explorar y generan puntos ciegos en la comprensión de los hábitats y límites de supervivencia de las especies. Los científicos subrayaron en su publicación: “Nuestros resultados sugieren que el muestreo en áreas remotas y la realización de estudios de ADN ambiental en áreas sobremuestreadas pueden aumentar los rangos de nicho ecológico de los peces hacia valores inesperados, con consecuencias en el modelado, la gestión y la conservación de la biodiversidad”.

La investigación destaca la importancia de conocer con precisión el rango de hábitat y los límites de supervivencia de las especies para evaluar su riesgo de extinción y diseñar estrategias de conservación eficaces frente a amenazas como el cambio climático y la actividad humana.
En palabras de los autores: “Evaluar la distribución geográfica de las especies es fundamental para aproximar sus nichos ecológicos, comprender cómo el cambio global puede modificar sus patrones de presencia y predecir sus riesgos de extinción. Sin embargo, los registros de especies presentan una sobreagregación en las dimensiones taxonómica, geográfica, ambiental y antropogénica. El submuestreo de ubicaciones remotas sesga la cuantificación de la distribución geográfica y el nicho ecológico de la mayoría de las especies”.
“La distribución geográfica de las especies, o mapas de distribución global, basados en la presencia de especies y el conocimiento experto, son fundamentales para las estrategias de conservación, como la clasificación de especies amenazadas en la Lista Roja de la UICN”, repasaron los expertos.
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