
La posibilidad de elegir los rasgos de un futuro hijo, desde la inteligencia hasta el color de ojos, dejó de ser ciencia ficción. El crecimiento de la selección genética de embriones, impulsado por empresas biotecnológicas y respaldado por figuras influyentes de la élite tecnológica, abrió la puerta a la creación del llamado “bebé perfecto”.
Este avance, que permite a los padres seleccionar embriones no solo para evitar enfermedades hereditarias sino también para optimizar características complejas, desencadenó un intenso debate ético y social, según reportó MIT Technology Review.

Fundamentos científicos de la selección genética
La aplicación de pruebas genéticas preimplantacionales (PGT) comenzó en los años 90, permitiendo identificar alteraciones como la fibrosis quística mediante células extraídas de embriones en fecundación in vitro.
Posteriormente, la técnica permitió detectar anomalías cromosómicas y seleccionar el sexo del embrión. La gran revolución llegó con la PGT-P, que permite evaluar cientos o miles de variantes genéticas relacionadas con enfermedades poligénicas y rasgos complejos.

Actualmente, el procedimiento implica extraer células de un blastocisto de cinco días y secuenciar casi todo el genoma, aprovechando la reducción de costes —que ronda los USD 600— y el acceso a enormes bases de datos genéticos como el UK Biobank.
Los algoritmos desarrollados con estos datos generan una puntuación de riesgo poligénico, capaz de estimar probabilidades de enfermedades o la presencia de ciertos rasgos. Sin embargo, la precisión de tales predicciones sigue siendo debatida en la comunidad científica.
Empresas y actores clave en la carrera por el bebé perfecto
El mercado de la selección genética de embriones se expandió rápidamente, atrayendo inversiones de figuras de Silicon Valley y empresas especializadas. Genomic Prediction fue pionera, ofreciendo desde 2019 un test para evaluar el riesgo de enfermedades complejas con precios desde USD 3.500. Orchid, fundada por Noor Siddiqui y respaldada por inversores como Vitalik Buterin y Brian Armstrong, comercializa informes para secuenciar el 99% del ADN embrionario y detectar mutaciones raras (USD 2.500 por embrión).
Compañías más recientes fueron más lejos. Nucleus Genomics, bajo la dirección de Kian Sadeghi, permite estudiar más de 2.000 enfermedades y rasgos —incluidos color de ojos, predisposición al insomnio o inteligencia— con paquetes que pueden alcanzar USD 24.999. Herasight promete predecir el coeficiente intelectual (IQ) y otras características con tarifas de hasta USD 50.000.
La notoriedad creció con la implicación de figuras como Elon Musk y Peter Thiel, quienes han recurrido de forma privada a estos servicios, según el MIT Technology Review. Las empresas, no obstante, evitan hacer comentarios públicos sobre sus clientes o procedimientos concretos.

Limitaciones científicas y controversias sobre la eficacia
A pesar de las promesas del sector, la comunidad científica mantiene reservas importantes. El American College of Medical Genetics and Genomics advierte que “la práctica ha avanzado demasiado rápido con muy poca evidencia”.
Una de las grandes limitaciones es que la mayoría de los estudios se basan en poblaciones de ascendencia europea, lo que reduce la fiabilidad en otros grupos étnicos. Además, las predicciones de las puntuaciones poligénicas pierden precisión en lotes pequeños de embriones con ADN similar entre sí.
Expertos como Sasha Gusev, del Dana-Farber Cancer Institute, subrayan que el entorno, la nutrición y la educación influyen de manera fundamental en el desarrollo de las personas, por lo que no se debe atribuir rasgos complejos únicamente a la genética. Gusev señala el peligro de que estas tecnologías, “imprudentes y a menudo manipuladoras”, comprometan la credibilidad de herramientas clínicas legítimas.
Incluso las propias compañías reconocen públicamente las limitaciones. Como advirtió Nucleus Genomics en su plataforma: “El ADN no es destino. La genética puede ser una herramienta útil para elegir un embrión, pero no es una garantía”.

Dilemas éticos y el resurgimiento del debate sobre la eugenesia
La expansión de estas tecnologías reavivó el debate sobre la eugenesia, históricamente asociada a episodios oscuros como el Holocausto. Las empresas actuales insisten en que solo buscan “empoderar a los padres”, pero críticos como Jonathan Anomaly, filósofo y miembro de Herasight, reconocen que la frontera entre optimización genética y eugenesia coercitiva es difusa.
Anomaly diferenció entre “eugenesia positiva”, enfocada en el bienestar individual y social, y la “eugenesia negativa” del pasado. Sin embargo, su apoyo a la selección de embriones para rasgos como la inteligencia generó controversia y acusaciones de esencialismo racial.
El filósofo sostuvo que apenas inició una revolución reproductiva, y que técnicas emergentes como la gametogénesis in vitro —capaz de producir óvulos o espermatozoides a partir de células adultas— impulsarán aún más estos cambios.
Implicaciones sociales y políticas: desigualdad, racismo y determinismo genético
Seleccionar rasgos como inteligencia o apariencia desató el debate sobre el determinismo genético en la estructura social. De acuerdo con MIT Technology Review, asumir que las diferencias sociales son innatas reforzaría la desigualdad y el racismo.
El debate se politizó y algunos sectores defienden la existencia de “jerarquías genéticas naturales”, figuras internacionales aludieron a la genética para explicar la criminalidad. En contraste, científicos como Kathryn Paige Harden sostienen que entender el papel de los genes puede resultar clave para diseñar políticas públicas más justas.

Perspectivas futuras y escenarios posibles
El horizonte de la selección genética de embriones apunta hacia mayor sofisticación técnica y nuevos dilemas éticos. La gametogénesis in vitro podría viabilizar la creación de miles de embriones para seleccionar rasgos más deseados, abriendo interrogantes sobre regulación y acceso equitativo.
Mientras en Reino Unido está prohibida la selección de características no relacionadas con la salud, en países con menos regulación como Honduras, estos procedimientos podrían proliferar.
La velocidad de los avances supera a la regulación y validación científica, lo que incrementa la incertidumbre. No existen estudios longitudinales sobre los efectos en las personas nacidas gracias a estas prácticas, por lo que los efectos a largo plazo son desconocidos.

A medida que la carrera por el “bebé perfecto” se intensifica, la sociedad afronta preguntas profundas sobre identidad, equidad y los límites del dominio humano sobre la biología. Quienes nazcan a partir de estas decisiones genéticas podrían, algún día, preguntarse cómo habría sido su vida si se hubieran tomado otras decisiones en el laboratorio.
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