
La Luna vuelve a ocupar un lugar central en la agenda espacial mundial. Más de medio siglo después del Apolo 11, Estados Unidos se prepara para regresar con un plan mucho más ambicioso que el de las décadas de 1960 y 1970. Ya no se trata solo de plantar una bandera, sino de quedarse allí durante largos períodos, explorar recursos valiosos y usar al satélite como plataforma para saltar hacia Marte y otros destinos del Sistema Solar.
El nombre de este programa es Artemis, hermana gemela de Apolo, y sus misiones están llamadas a marcar un antes y un después en la exploración humana del espacio profundo.

El proyecto no es únicamente un esfuerzo de la NASA. Decenas de países participan a través de los Acuerdos Artemis, un marco diplomático que busca establecer reglas claras para evitar conflictos y garantizar que la explotación de recursos se realice bajo pautas compartidas.
Entre ellos se encuentra Argentina, que se prepara para contribuir con su propio satélite Atenea en la misión Artemis 2. De esta manera, lo que antes parecía solo un logro estadounidense hoy se transforma en una empresa global que combina intereses científicos, geopolíticos y económicos.
La primera etapa ya dio un paso decisivo en 2022 con Artemis 1, una misión no tripulada que probó el nuevo cohete SLS y la nave Orión en un vuelo de ida y vuelta a la Luna. El resultado fue exitoso y abrió la puerta a la segunda misión del programa, Artemis 2, que se perfila como un hito histórico: será la primera vez en más de 50 años que astronautas viajen más allá de la órbita baja terrestre y sobrevuelen nuestro satélite natural. Su objetivo no será descender, sino sobrevolar el satélite y poner a prueba la tecnología en un entorno real, con la presencia de una tripulación.

La misión Artemis 2 está prevista oficialmente para lanzarse entre febrero y abril de 2026, con la posibilidad de adelantarse. Si se confirma, este movimiento reforzará la voluntad política de acelerar la exploración lunar y marcará un precedente que recuerda a la misión Apolo 8 de 1968, el primer sobrevuelo tripulado del satélite natural de la Tierra.
Cuatro astronautas integran la tripulación de Artemis 2: los estadounidenses Reid Wiseman, Victor Glover y Christina Koch, y el canadiense Jeremy Hansen. Ellos serán los primeros en viajar en la nave Orión más allá de la órbita baja, y también se convertirán en sujetos de un estudio biomédico sin precedentes. Como explicó la NASA, “parte de esa investigación involucra a los propios astronautas, quienes se convertirán en un cuarteto de sujetos biomédicos para ayudar a la NASA a recopilar datos sobre el cuerpo humano en vuelo más allá de la órbita baja terrestre por primera vez en más de 50 años”.
El análisis abarcará variables como el sueño, la radiación y el estrés. Con esos datos, la agencia espacial busca preparar el terreno para misiones de mayor duración en el futuro. El viaje durará alrededor de diez días, en los cuales la nave realizará una trayectoria de ida y vuelta alrededor de la Luna. Será una prueba técnica y médica al mismo tiempo, un ensayo general para el regreso definitivo de seres humanos al satélite en Artemis 3.

“Estados Unidos dejó en evidencia su intención de querer adelantar, aunque sea a febrero, la fecha de lanzamiento de Artemis 2, que es la misión que va a marcar el regreso tripulado a la Luna. Esta misión va a sentar las bases como para poder apurar los tiempos para que Artemis 3 tenga lugar antes del 2030 y lograr que astronautas desciendan otra vez a la superficie lunar, y que estén, una semana aproximadamente allí, para tomar las primeras muestras del Polo Sur Lunar y con esto volver a ganar esta segunda carrera a la Luna”, explicó a Infobae el historiador y especialista en temas lunares, Diego Córdova.
“Y algunos dicen: ‘Bueno, Estados Unidos ya llegó en su momento con 6 misiones tripuladas a la Luna entre 1969 y 1972. Gran parte de lo que sabemos de la Luna fue gracias a esas rocas que trajeron las misiones Apolo de lugares muy distintos a nivel geológico. Si bien eran todas de la Luna, valió la pena ir a esos lugares de donde alunizó. Pero en esta nueva era Artemis, el foco está puesto ahora en el Polo Sur, un lugar bastante difícil para acceder. De hecho, hay que hacer maniobras orbitales total y completamente distintas”, sostuvo el autor del libro “Huellas en la Luna”.
“¿Por qué la Luna vuelve a cobrar importancia en esta época? Porque, sabemos que se han detectado grandes cantidades de agua, mucha agua, no en estado líquido, pero sí en estado sólido debajo de la superficie. Incluso minerales que se creían con muy poca cantidad o hasta inexistentes en la Luna, ahora se han detectado en una presencia importante, como por ejemplo el Helio 3”, precisó Córdova.

Y remarcó que esta combinación de agua con Helio 3 y otros minerales importantes también, son los elementos que justamente podrían servir como combustible para generar alguna especie de base semipermanente y ya hacer una especie de plan sostenido de exploración lunar y, en un futuro mediano o un poco más lejano, poder hacer lanzamientos desde allí hacia otros puntos del sistema solar, como Marte o Júpiter.
“Estos elementos no solo servirían para facilitar el asentamiento planetario de la humanidad y la conquista de otros puntos del sistema solar, sino también para la propia economía planetaria nuestra. Pero EEUU no está solo. Sabemos que China está firme con su intención de llegar a la Luna también. Tiene un programa espacial lunar tripulado en desarrollo en este momento y ha realizado muchas pruebas exitosas con motores del nuevo cohete Larga Marcha y ha realizado también algunos ensayos con lo que va a ser el módulo lunar. Se trata de un programa mucho más sencillo que avalaría justamente el hecho de que podrían llegar a la Luna antes del 2030, lo cual ha habilitado esta especie de carrera a ver quién llega primero otra vez”, indicó Córdova.
Un paso hacia la permanencia en la Luna

El gran objetivo del programa Artemis no se limita a repetir las hazañas del pasado. La diferencia es que ahora se piensa en estancias mucho más largas y en la posibilidad de instalar infraestructura que permita trabajar de manera sostenida en el terreno. Jacob Bleacher, científico jefe de exploración de la NASA, lo explicó en un taller reciente: “Queremos empezar a aprender a vivir lejos de la Tierra”.
El horizonte de este programa es Marte, pero antes de llegar allí resulta imprescindible ensayar una permanencia real en la Luna.
La misión clave en ese sentido será Artemis 4, planeada para no antes de 2028. Los astronautas que participen permanecerán seis días en el polo sur lunar, una región que se cree rica en agua congelada y en minerales estratégicos. Durante esa estadía, planean recolectar muestras de suelo, desplegar instrumentos científicos y realizar hasta cuatro caminatas lunares con desplazamientos de hasta dos kilómetros.

La elección del sitio exacto para el alunizaje todavía se debate, pero todo indica que el polo sur lunar será el destino preferido. Se trata de un terreno complejo desde el punto de vista orbital, con desafíos técnicos inéditos, pero con un valor científico y estratégico enorme. Allí se localizan cráteres permanentemente en sombra, donde las temperaturas extremas preservaron depósitos de hielo.
Si se logra confirmar la magnitud de estos recursos, la Luna dejará de ser solo un objeto de estudio para transformarse en un punto de partida para futuras expediciones.
Para Bleacher, lo esencial es que la infraestructura se combine con la participación de la industria privada y con acuerdos internacionales. “Lo que intentamos comprender es qué debemos implementar —la NASA y el gobierno de Estados Unidos— para fomentar esa colaboración y así poder desarrollar una presencia a largo plazo en la Luna, incluso permanente”, señaló. El planteo abre la puerta a una economía lunar, con actores estatales y privados compartiendo esfuerzos en la búsqueda de un mismo objetivo: la colonización del espacio cercano.
Argentina, en la misión lunar Artemis 2

Los Acuerdos Artemis buscan dar respuesta a estas cuestiones. Se trata de un marco diplomático que Estados Unidos impulsa desde hace años para evitar que la competencia se transforme en un conflicto. Los países firmantes se comprometen a respetar normas comunes sobre el uso de recursos, la seguridad de las operaciones y la cooperación en caso de emergencia.
Argentina forma parte de este esquema y, en Artemis 2, colocará en órbita el satélite CubeSat Atenea, diseñado en el país. Este aporte, aunque modesto en comparación con los gigantes tecnológicos, abre la puerta a una participación creciente en el futuro de la exploración lunar.
La importancia de este tipo de cooperación es doble: por un lado, brinda a países emergentes la oportunidad de insertarse en la cadena tecnológica espacial; por otro, refuerza el carácter multilateral de un proyecto que, de otro modo, correría el riesgo de convertirse en una disputa exclusiva entre potencias.

El regreso a la Luna responde, entonces, a un conjunto de factores que trascienden la simple curiosidad científica. Los recursos disponibles en el polo sur, la necesidad de ensayar una vida fuera de la Tierra, la competencia internacional y el potencial económico explican por qué el satélite volvió a ser tan relevante en este momento histórico.
En esta nueva etapa, el cuerpo humano también se convierte en un objeto de estudio. Lo que se descubra con Artemis 2 sobre la salud en el espacio profundo ayudará a planificar misiones más largas, en las que la supervivencia y el rendimiento de los astronautas serán tan importantes como el funcionamiento de la tecnología.
Así, cada misión cumple una función específica dentro de un engranaje mayor que busca transformar a la Luna en el laboratorio y la plataforma de lanzamiento hacia el futuro de la humanidad.

La carrera ya comenzó. El calendario marca plazos ambiciosos, las pruebas técnicas avanzan y la cooperación internacional se expande. El próximo gran paso será Artemis 2, un vuelo de prueba que representa, al mismo tiempo, el renacimiento de la exploración tripulada de la Luna.
Con la vista puesta en 2026, el satélite natural de la Tierra vuelve a ser el centro de atención del planeta. Y esta vez, todo indica que no será para volver de inmediato, sino para quedarse.