
El hallazgo de incrustaciones de jade en dientes de niños mayas, transformó la comprensión de las modificaciones corporales en la sociedad prehispánica. Hasta ahora, se consideraba que la ornamentación dental era exclusiva de adultos, pero el análisis de piezas conservadas en el Museo Popol Vuh de Guatemala demuestra que esta tradición también se realizaba en la infancia, desafiando las creencias previas sobre la edad y el significado de estas intervenciones.
Según informó National Geographic, este descubrimiento amplía el conocimiento sobre la cultura maya y obliga a reconsiderar el papel del cuerpo y la identidad desde edades tempranas. El estudio fue publicado en el Journal of Archaeological Science.
Técnica y evidencia científica detrás de la práctica
El estudio se centró en tres dientes permanentes —un incisivo central superior izquierdo, un incisivo lateral inferior izquierdo y un canino superior derecho— pertenecientes a niños de entre siete y diez años, todos procedentes del Período Clásico maya (250-900 d.C.) y actualmente resguardados en la colección del Museo Popol Vuh, en la Universidad Francisco Marroquín.

Cada uno de estos dientes presentaba una incrustación circular de jade, pulida y encajada en la cara frontal de la corona, sin dañar la cámara pulpar. Los investigadores determinaron la edad de los individuos mediante el grado de formación de las raíces y constataron que los niños fallecieron poco después de la erupción de los incisivos, lo que sugiere que la ventana para realizar la ornamentación era breve.
Para analizar la estructura interna de los dientes y confirmar la naturaleza de la intervención, el equipo recurrió a técnicas avanzadas como radiografías y tomografía computarizada de haz cónico (CBCT). Estos métodos permitieron observar que las raíces aún estaban en desarrollo y, lo más relevante, que existía una reacción dentinaria en el techo de las cámaras pulpares.

Esta reacción fisiológica indica que los dientes fueron perforados y adornados cuando los niños aún estaban vivos, como respuesta al estrés mecánico del procedimiento, según explicó National Geographic.
El diámetro de las incrustaciones variaba entre tres y 3,2 milímetros, con profundidades de hasta 2,8 milímetros. Ninguno de los dientes analizados mostró caries ni lesiones graves, lo que llevó a los investigadores a examinar el cemento orgánico utilizado para fijar las piedras.
Según el estudio, este material, compuesto por resinas y aceites vegetales, poseía propiedades antibacterianas y antiinflamatorias, lo que no solo protegía la salud bucal de los niños, sino que garantizaba la durabilidad de las incrustaciones. National Geographic destacó que la eficacia de estos materiales refuerza la idea de un conocimiento avanzado de los recursos naturales por parte de los mayas.
Implicaciones sociales y culturales del hallazgo
El hallazgo resulta especialmente relevante porque contradice la hipótesis dominante en la bioarqueología, que situaba la práctica de incrustaciones dentales exclusivamente en adultos jóvenes, a partir de los dieciocho años. Hasta la fecha, los casos documentados correspondían a individuos mayores, por lo que estos dientes representan los ejemplos más tempranos de ornamentación dental en el área maya.

Más allá de la técnica y la salud, el estudio invita a reflexionar sobre el significado social y espiritual de la ornamentación dental en la infancia maya. Las modificaciones corporales, incluidas las dentales, formaban parte de un sistema de identidad, pertenencia y ritualidad en la sociedad prehispánica. La presencia de incrustaciones en niños sugiere que la integración a estos valores y símbolos comenzaba desde edades muy tempranas, y que el cuerpo era un lienzo para expresar tanto la destreza artesanal como la resistencia física y la pertenencia cultural.
Así, las incrustaciones de jade en los dientes de los niños mayas no solo evidencian una sofisticación técnica y un conocimiento avanzado de materiales, sino que también reflejan la profunda conexión entre estética, salud y espiritualidad en esta civilización. La práctica, lejos de ser un simple adorno, se revela como un testimonio tangible de la complejidad y riqueza cultural de los antiguos mayas, donde la sonrisa decorada representaba mucho más que una cuestión de apariencia.
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