La misión Lucy de la NASA dio un nuevo paso en su ambicioso recorrido por los vestigios primigenios del sistema solar. El 20 de abril, la sonda realizó un sobrevuelo exitoso del asteroide Donaldjohanson, una roca espacial que desafía las formas tradicionales con una estructura que despertó tanto asombro como nuevas preguntas.
Este encuentro, cuyas fotografías se conocieron hoy, no solo sirvió como ensayo técnico para los verdaderos objetivos de la misión —los asteroides troyanos de Júpiter— sino que aportó información valiosa sobre un cuerpo celeste que, hasta ahora, se conocía muy poco. Es que, desde que Lucy despegó en octubre de 2021, sus responsables sabían que el viaje sería largo, pero lleno de sorpresas.
Tres años y medio después de su lanzamiento, y a 17 meses del histórico sobrevuelo del asteroide Dinkinesh y su miniluna Selam, la nave vuelve a asombrar con un descubrimiento inesperado: Donaldjohanson. De trata de un sistema binario de contacto, una formación compuesta por dos cuerpos que alguna vez fueron independientes y terminaron fusionados en un abrazo permanente tras una colisión a baja velocidad.

Lo primero que llama la atención es su forma alargada y segmentada. Las imágenes muestran una especie de figura doble con un cuello estrecho que une dos lóbulos prominentes.
A simple vista, parece un par de conos de helado encajados uno dentro del otro, una comparación que incluso la NASA eligió para describir su singular aspecto.
Las primeras fotografías fueron captadas por el instrumento L’LORRI (Generador de imágenes de reconocimiento de largo alcance), que registró el sobrevuelo con una frecuencia de imagen de aproximadamente dos segundos.

Una roca con pasado complejo y estructura sorprendente
Los científicos ya sospechaban que Donaldjohanson podría tener una forma peculiar. Observaciones previas habían detectado grandes variaciones en su brillo cada diez días, lo que sugería una rotación lenta e irregular. Esas pistas iniciales ahora cobran sentido con las nuevas imágenes, que confirman el carácter binario del asteroide y evidencian una topografía más compleja de lo esperado.
“Donaldjohanson tiene una geología sorprendentemente complicada. A medida que estudiamos las estructuras complejas en detalle, estas revelarán información importante sobre los componentes básicos y los procesos de colisión que formaron los planetas de nuestro sistema solar”, declaró Hal Levison, investigador principal de la misión Lucy, quien lidera el equipo desde el Southwest Research Institute (SwRI) en Colorado.
Para Levison, esta estructura revela detalles fundamentales sobre la historia de formación de los planetas.

Lo que parecía una simple roca espacial de unos 5 kilómetros de largo resultó ser aún más imponente.
Las primeras mediciones sugieren que su tamaño real es de más de 11 kilómetros de largo por 5 kilómetros de ancho, aunque la confirmación final llegará una vez que el equipo descargue y procese la totalidad de los datos.
Por ahora, las imágenes disponibles corresponden a la fase previa al máximo acercamiento, cuando Lucy aún se encontraba a unos 1100 kilómetros del asteroide. La distancia mínima del sobrevuelo fue de 960 kilómetros.
Donaldjohanson no solo sorprendió por su forma, sino también por su historia. Se estima que este objeto se desprendió de un asteroide mayor hace aproximadamente 150 millones de años.
Su morfología ofrece una ventana directa a los procesos de colisión y agregación que moldearon el cinturón principal de asteroides, una zona ubicada entre las órbitas de Marte y Júpiter; una región que funciona como una cápsula del tiempo espacial: conserva restos de los primeros materiales que formaron el sistema solar.
Aunque Donaldjohanson no era uno de los objetivos científicos principales de Lucy, el sobrevuelo fue cuidadosamente planificado. A diferencia del encuentro con Dinkinesh, que funcionó como una prueba técnica, esta vez el equipo de misión ejecutó un operativo completo de observación.

Se usaron todos los instrumentos disponibles, incluido el generador de imágenes en color y espectrómetro infrarrojo L’Ralph, así como el espectrómetro de emisiones térmicas L’TES. La descarga de datos se extenderá por varias semanas y ofrecerá una imagen aún más detallada de la estructura y composición del asteroide.
El desempeño técnico también fue motivo de celebración. “Estas primeras imágenes de Donaldjohanson muestran nuevamente las enormes capacidades de la nave espacial Lucy como motor de descubrimiento”, señaló Tom Statler, científico del programa de la NASA.
Para él, las capacidades instrumentales de Lucy representan un salto cualitativo: “El potencial que tiene Lucy para verdaderamente abrir una nueva ventana a la historia de nuestro sistema solar cuando llegue a los asteroides troyanos es inmenso”.

El éxito del sobrevuelo no es casual. Detrás de cada imagen y cada dato hay un entramado de instituciones, ingenieros y científicos que aportaron su conocimiento. La nave espacial fue construida por Lockheed Martin Space, mientras que la trayectoria orbital original y las operaciones de vuelo están bajo su responsabilidad.
El instrumento L’LORRI fue diseñado y fabricado por el Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins. El espectrómetro L’TES fue desarrollado por la Universidad Estatal de Arizona. El SwRI lidera la planificación científica y el procesamiento de datos. Todo este esfuerzo conjunto se enmarca en el Programa Discovery de la NASA, que gestiona el Centro de Vuelo Espacial Marshall desde Alabama.
Una misión espacial al centro de los asteroides

Aunque los ojos del mundo están hoy puestos en Donaldjohanson, la misión Lucy recién comienza a mostrar su verdadero alcance. La nave recorrerá durante todo 2025 el cinturón principal de asteroides. Pero su verdadero destino se encuentra más allá, donde ningún otro artefacto espacial llegó antes: los asteroides troyanos de Júpiter.
Estos cuerpos orbitan el Sol en resonancia con el planeta gigante y permanecen atrapados por su campo gravitacional. Son testigos primitivos de la formación del sistema solar, preservados en una región estable desde hace más de 4000 millones de años.
El primer encuentro con uno de estos troyanos ocurrirá en agosto de 2027, cuando Lucy visite al asteroide Eurybates. A ese sobrevuelo le seguirán otros cuatro, distribuidos entre 2027 y 2033.

La expectativa es enorme, ya que nunca antes se ha observado de cerca uno de estos objetos. La posibilidad de estudiar su composición, morfología y dinámica orbital puede aportar respuestas clave sobre el origen de los planetas y la evolución de los cuerpos menores del sistema solar.
Los troyanos que la NASA tiene como objetivo están atrapados en órbitas estables cerca de los puntos Lagrange de Júpiter, donde se distribuyen en dos enjambres: uno delante del planeta gigante gaseoso y otro detrás. Estos asteroides se encuentran a la misma distancia de Júpiter que del Sol, lo que los convierte en un interesante objeto de estudio.
Con el apoyo de diversos instrumentos científicos, la misión Lucy se encargará de analizar la geología, la composición, la densidad y la estructura de cada uno de estos cuerpos celestes, proporcionando información clave previamente desconocida sobre su formación y la evolución de nuestro sistema solar.