Hace 32 años la película de ciencia ficción y aventuras Jurassic Park, de Steven Spielberg, planteó un escenario en el que revivían los grandes dinosaurios. El lunes pasado, una empresa biotecnológica estadounidense, Colossal Biosciences, consiguió capturar la atención global al anunciar en medios de comunicación “el renacimiento del lobo terrible, el primer animal des-extinto con éxito a nivel mundial”.
Esa especie fue un cánido que habitó desde los actuales territorios de Canadá hasta la Argentina y Chile, en América, hasta hace 12.500 años. Desde la serie Games of Thrones se popularizó como una criatura ficticia y se lo llamó “huargo”.

La misma compañía que sorprendió con los cachorros Rómulo y Remo también tiene proyectos para de-extinguir a otras especies como el mamut lanudo (que desapareció hace más 3.900 años), el tilacino o tigre de Tasmania (que habría vivido hasta la década de 1930) y al dodo, un ave no voladora que habitó hasta el siglo XVII en islas del Océano Índico.
El anuncio de la empresa, que había recaudado 200 millones de dólares en una ronda de financiación en enero pasado, generó polémica.
Si las especies ya se extinguieron, ¿vale la pena el intento de “resucitarlas” para que vuelvan a vivir en ambientes que son muy diferentes a los de cientos o miles de años atrás?

Expertos en biología, ecología, veterinaria y ética animal, que fueron consultados por Infobae, objetan que hayan logrado “resurrección” de una especie.
También cuestionan que los intentos de de-extinguir aporten beneficios reales en un momento en que la deforestación, la fragmentación del hábitat y el cambio climático, inducidos por actividades humanas, generan una dramática crisis global.

“El hábitat que sustentaba a las especies extinguidas puede que ya no exista, especialmente teniendo en cuenta el impacto de las extinciones de la fauna y el cambio climático en curso”, dijo a Infobae el profesor Philip Seddon, en la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda y ex presidente del grupo de trabajo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que elaboró principios rectores sobre la “des-extinción” para la conservación.
“De-extinción es un término engañoso, ya que no se pueden resucitar especies perdidas al modificar sus parientes”, aclaró el científico. Agregó que una razón defendible para recrear especies desaparecidas podría ser restaurar alguna función ecológica clave perdida con la extinción.

“Sin embargo, primero hay que superar tres obstáculos: ¿Existe un vacío ecológico que haya que llenar? ¿Es la forma sustitutiva, como el lobo gris modificado genéticamente, realmente un equivalente ecológico de la especie extinguida, como el lobo terrible? Además -sugirió-, si necesitamos llenar el vacío dejado por un lobo terrible, ¿por qué no usar lobos grises, de los que todavía disponemos y cuya ecología conocemos?”.
Para Seddon, “existe un sesgo taxonómico en la conservación hacia los grandes mamíferos carismáticos y las aves. La selección del dodo, el tilacino, el mamut y ahora el lobo terrible por parte de Colossal Biosciences parece más motivada por la atención mediática y la recaudación de fondos que por las necesidades urgentes de conservación”.

En tanto, desde el Centro Interdisciplinario de Bioética de la Universidad de Yale, en los Estados Unidos, la veterinaria y experta en ética animal Lisa Moses comentó a Infobae: “Es más fácil justificar éticamente la des-extinción de especies como el rinoceronte blanco del norte o el caballo de Przewalski, que se extinguieron en los últimos 50 años o menos, especialmente si el objetivo es reintroducirlos en la naturaleza”.
En cambio -mencionó- “para especies como el lobo terrible o el mamut lanudo, es mucho más difícil imaginar que puedan sobrevivir fuera del cautiverio sin sufrir consecuencias imprevistas en un entorno muy diferente al que tenían cuando se extinguieron. Esto podría tener consecuencias negativas para otras especies de animales y plantas, e incluso para los propios animales generados por biotecnología”.
Además, “recrear animales antiguos no es como la película Jurassic Park. No serán genéticamente idénticos a los animales originales, sino animales contemporáneos modificados genéticamente para crear una versión del animal antiguo. Esto significa que es aún más difícil saber cómo se comportarían, cuáles serían sus necesidades de bienestar y qué tan bien sobrevivirían en un mundo moderno”, afirmó Moses quien también forma parte del Centro de Bioética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.

“El mundo actual es radicalmente distinto al de hace 10.000 años. Se argumenta en la iniciativa de de-extinción que especies como el mamut lanudo actúan como ingenieros ecológicos y podrían beneficiar ecosistemas como la tundra. Pero esa hipótesis ignora que las condiciones ambientales, climáticas y sociales han cambiado profundamente. La reintroducción de una especie extinta, que es en realidad una aproximación híbrida o copia aproximada y no una copia exacta, muy probablemente generaría efectos ecológicos impredecibles o incluso dañinos”, sostuvo Alfonso Donoso, investigador en justicia ambiental y ética animal y profesor del Instituto de Éticas Aplicadas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Se debería tener en cuenta también el sufrimiento animal tanto en madres sustitutas como en crías clones con alta tasa de fallos y malformaciones, de acuerdo con Donoso, quien fue consultado por Infobae. “El desajuste social y sicológico de los primeros individuos nacidos sin comunidad agravan el problema”, subrayó.
También hay un riesgo de trivializar la conservación real, advirtió el investigador chileno: “Si creemos que podemos revivir especies, podríamos descuidar la protección de las que hoy están en peligro. Por eso, en lugar de enfocarse en recrear un pasado irrepetible e idealizado, los esfuerzos y recursos deberían dirigirse a conservar y restaurar los ecosistemas y las especies vivas que aún podemos proteger de manera responsable.

Desde la Argentina, Marcela Rebuelto, médica veterinaria, docente de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires y magíster en Bioética por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) apuntó en diálogo con Infobae que “desde lo científico se podría debatir si lo que se obtuvo fue una verdadera de-extinción del lobo terrible o si es un lobo gris genéticamente modificado”.
Por otro lado, la experta invitó al debate: “La introducción de estos animales en ecosistemas actuales, ¿sería beneficiosa? ¿Podría restaurar un ecosistema, o llenar un espacio vacío, como postulan en la empresa o podría eventualmente ponerlo en riesgo, por ejemplo, por resultar invasor?”.
Y si se piensa en el animal como individuo, “¿será capaz de crecer, reproducirse y desarrollarse en el ambiente actual? ¿Podrá tener una “buena vida” o estaremos creando animales capaces de sobrevivir solo en ambientes protegidos o artificiales? El anuncio de los lobos terribles -enfatizó Rebuelto- nos impone reflexionar sobre nuestra responsabilidad y nuestros límites en las intervenciones en la naturaleza”.

Pablo Teta, doctor en biología, investigador del Conicet y del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (MACN) y presidente de la Sociedad Argentina de Mamíferos (SAREM), expresó:
“El anuncio de la empresa biotecnológica fue un poco sensacionalista porque no ha de-extinguido realmente al lobo terrible. Los cachorros son de una especie actual de lobo con genes de la especie extinguida. Más allá de eso, es cuestionable la idea de querer producir individuos de especies extinguidas hace miles de años y reintroducirlos en ambientes que ya son diferentes a los que habitaron. Sería importante concentrar esfuerzos en invertir más en investigación sobre especies que aún habitan el planeta y que enfrentan diferentes grados de vulnerabilidad”.