
Durante su niñez en la ciudad de Hartford, Estados Unidos, Peter Hotez siempre sintió curiosidad por conocer más sobre microbios y mapas. Al combinar esos intereses, le surgió la preocupación por las enfermedades tropicales desatendidas que afectan principalmente a los países más pobres.
Estudió biofísica y bioquímica, profundizó en las cuestiones del sistema de defensas del organismo humano y se especializó en el desarrollo de vacunas.
Sus conocimientos y una experiencia familiar lo llevaron a convertirse en el “enemigo N° 1 del movimiento antivacunas, que se maneja en base a desinformación, favorece la transmisión de patógenos y genera muertes”.
La revista de medicina The Lancet reconoció al doctor Hotez como “médico-científico-guerrero” que combate a la anticiencia. Pero su compromiso no es una tarea serena: desde hace años sufre acoso por parte del lobby antivacunas y cuenta con custodia de seguridad durante sus intervenciones públicas.
Actualmente, vive en el estado de Texas. Es decano fundador de la Escuela Nacional de Medicina Tropical, profesor de pediatría y virología molecular en el Colegio de Medicina Baylor, donde también es director del Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital de Niños de Texas.
En una entrevista exclusiva con Infobae, el doctor Hotez alertó que existe “alto riesgo de que se produzca la dispersión del sarampión en toda América debido a que las coberturas de inmunización cayeron durante los últimos años”.

Esa situación se produjo porque la desinformación llevó a que más personas eviten la aplicación de las dosis que les corresponden o que no acompañen a sus hijos a recibirlas, según el científico. Esa tendencia a la vacilación o la renuencia ante las vacunas podría tener más impacto en el mundo.
“El movimiento antivacunas en los Estados Unidos se está globalizando lamentablemente. América Latina debe actuar para evitar que la desconfianza en las vacunas contra el sarampión crezca aún más”.
Según el último reporte de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), este año se registraron 483 casos de sarampión en los Estados Unidos. La mayoría de los afectados no estaba vacunado, y hubo dos muertes (una aún está en investigación). También hay brotes en Canadá, México y Argentina (con 14 casos confirmados en el AMBA).

Si se tiene en cuenta la situación actual y la alta contagiosidad del virus cuando hay muchas personas susceptibles, “las sociedades médicas y los equipos de salud de América Latina deberían trabajar fuerte hoy para evitar que se llegue al nivel de desconfianza en las vacunas que hay en los Estados Unidos. Se debería promover más la inmunización a través de campañas que expliquen sus beneficios frente a los riesgos que implica tener la infección para los grupos más vulnerables”, señaló Hotez.
La cobertura de inmunización contra el sarampión debería alcanzar al menos el 95%. Sin embargo, según la Organización Panamericana de la Salud, en los países de América solo llega al 87% en la primera dosis y al 76% en la segunda.
La falta de acceso a servicios de salud y la reticencia a vacunarse dificultan la respuesta a los brotes. La situación es más grave en zonas como Venezuela y Haití, cuya cobertura es inferior al 80%.
El origen de la desinformación sobre las vacunas

Un médico británico publicó en 1998 un estudio que “afirmaba que la vacuna contra el sarampión, paperas y rubéola (la triple viral) causaba autismo en los niños. Ese estudio fue retractado, pero generó una ola de pánico masivo”, contestó el científico.
Esa desinformación sobre vacunas y autismo favoreció el crecimiento de un movimiento antivacunas que aún persiste, con consecuencias graves para la salud pública, como la caída en las tasas de vacunación y el resurgimiento de enfermedades prevenibles como el sarampión.
“No existe evidencia científica que vincule las vacunas con el autismo”, subrayó. Para Hotez, la desinformación sobre las vacunas afectó profundamente a su familia. “Fui testigo de la angustia que causó este mito”, comentó.

Como padre, se sintió impulsado a actuar para proteger a otras familias del daño causado por esas creencias erróneas. En 2018 publicó el libro Las vacunas no causaron el autismo de Rachel, en el que detalló su trayectoria como científico, pediatra y padre de una hija que fue diagnosticada con esta condición en 1994.
Desde entonces, Hotez es una figura pública que aclara, con amabilidad y paciencia, cuáles son las pruebas que demuestran que las vacunas aprobadas son seguras y han demostrado ser eficaces para prevenir muertes.
Entre 2000 y 2022, la aplicación de la vacuna contra el sarampión evitó 6 millones de muertes en las Américas, y 15 millones desde 1974, según OPS.
El autismo “no es causado por las vacunas. Los estudios más recientes sugieren que varios genes y factores ambientales en el embarazo” contribuyen al desarrollo de esa condición.
Evolución de los antivacunas: de la desinformación a la política

El movimiento antivacunas pasó de ser una preocupación minoritaria a un fenómeno global en la actualidad, según el investigador.
En los años 2000, comenzó con la desinformación sobre el vínculo entre la vacuna y el autismo. Esta falsa idea provocó una crisis de confianza, especialmente en países desarrollados.
En la década de 2010, el movimiento evolucionó hacia protestas contra la obligatoriedad de la vacunación y el uso de expresiones como “libertad en salud”.
En este período, el rechazo a las vacunas se politizó, especialmente entre los sectores de derecha en los Estados Unidos, y eso les permitió “ganar visibilidad y financiamiento”, de acuerdo con el científico.

Con la emergencia del coronavirus que causa la enfermedad COVID-19, en 2020 el rechazo se expandió con las vacunas para adultos, a través de grupos antivacunas que promovieron teorías conspirativas.
“Durante la emergencia sanitaria por el coronavirus no solo había que explicar los beneficios de las vacunas sino también sobre el uso de productos, como hidroxicloroquina, sin eficacia comprobada contra el COVID-19 y con efectos nocivos”, dijo.
“La desinformación y la desconfianza en la inmunización tuvieron consecuencias fatales. Se estima que hubo 200.000 muertes por COVID-19 en los Estados Unidos debido a que las personas se negaron a vacunarse”, precisó.
En enero de 2024, el Cirujano General de Florida propuso detener el uso de las vacunas de ARN contra el coronavirus al argumentar que podrían integrarse al ADN humano o causar un “turbo-cáncer”. Es un término utilizado por grupos antivacunas para describir cánceres supuestamente agresivos y de rápido desarrollo observados después de la inmunización.
En ese momento, el doctor Hotez fue uno de los más activos en refutar esas afirmaciones. Aclaró que el término “turbo-cáncer” es inventado y no tiene base científica. Lo cierto es que el ARN de las vacunas no tiene la capacidad para alterar el ADN humano. Esas dosis introducen una pequeña porción de material genético en el cuerpo, pero no alteran el ADN en las células.
Las causas del resurgimiento del sarampión en el mundo

Los brotes de sarampión están creciendo principalmente por el descenso en la cobertura de vacunación. Hotez indicó que “las personas vacunadas tienen una probabilidad mínima de contraer sarampión”. Las personas no vacunadas, en cambio, enfrentan altos riesgos de complicaciones graves.
Los brotes en países como Canadá, Estados Unidos, México y Argentina reflejan cómo la desinformación y el rechazo a las vacunas pueden afectar a la salud pública.
En defensa de la ciencia y las vacunas accesibles

Como los antivacunas saben que las exposiciones públicas del doctor Hotez tienen alto impacto, han salido a amenazarlo en diferentes ocasiones y a difamarlo al decir que recibe apoyo de la industria farmacéutica que elabora las vacunas.
“No es cierto que la industria farmacéutica me aliente a salir a contrarrestar al movimiento antivacunas. A mí solo me preocupa la cantidad de personas que pueden ser afectadas y morir por la desinformación. De hecho, uno de los ejemplos más claros de mi independencia es que desarrollamos la vacuna Corbevax contra el coronavirus. La creamos con mi equipo con el objetivo de que sea accesible y económica”, comentó.
La vacuna Corbevax fue licenciada sin restricciones de patente, lo que permitió que se distribuya a un costo reducido en países como India e Indonesia. En el desarrollo participó la latinoamericana María Elena Bottazzi, quien pasó su infancia en Honduras.
Hotez explicó: “Este esfuerzo demuestra que no es necesario depender de las grandes farmacéuticas para desarrollar vacunas eficaces y accesibles. Mi prioridad siempre ha sido la salud pública”.
Soluciones para aumentar la confianza en las vacunas

“Para combatir la desinformación es fundamental una respuesta coordinada y rápida ante las falsedades sobre las vacunas. Recientemente, publiqué un artículo en la revista Plos Global Public Health, con algunas propuestas”, dijo.
Además, el investigador sugirió que las agencias de salud, como los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU., deben crear plataformas para corregir públicamente los mitos sobre las vacunas. “Es crucial que las respuestas sean oportunas y no dejen que las mentiras sigan ganando terreno”, recalcó.
El desarrollo de campañas educativas basadas en evidencia científica es otra de sus recomendaciones. Esas campañas deben ser claras, accesibles y promover la confianza en las vacunas. Los profesionales de la salud deben liderar estas iniciativas.

También Hotez cree que los científicos y médicos deben asumir un papel activo en las redes sociales y los medios de comunicación. De esta manera, pueden desmentir mitos y aportar información verificada en tiempo real, al combatir la desinformación en plataformas digitales.
Finalmente, el científico abogó “por un esfuerzo global para mejorar la educación sobre las vacunas, especialmente en países con baja cobertura de inmunización. La colaboración entre gobiernos y organizaciones internacionales es clave para enfrentar los desafíos de la desinformación en salud pública”.