Desde hace décadas, los astrónomos han identificado miles de planetas fuera del sistema solar, algunos con características extremas que desafían todo lo que conocemos.
Sin embargo, pocos exoplanetas han generado tanto asombro como WASP-121b, un mundo infernal a 858 años luz de la Tierra que no solo es abrasador, sino que también ha puesto en jaque las teorías tradicionales sobre la formación de los planetas gigantes y en el que podrían estar lloviendo piedras preciosas del cielo.
WASP-121b es un “Júpiter caliente”, una categoría de exoplanetas gaseosos que orbitan extremadamente cerca de sus estrellas. Este planeta en particular completa una vuelta alrededor de su sol en apenas 1,3 días terrestres, lo que significa que está expuesto a una radiación brutal y a temperaturas que alcanzan los 2.500 °C en su lado diurno.
Este calor extremo provoca un fenómeno que parece sacado de la ciencia ficción: el metal se evapora en la atmósfera y luego cae como lluvia. “El clima de este planeta es extremo y no se parece en nada al de la Tierra. El lado diurno del planeta es tan caluroso que elementos que normalmente se consideran ‘metales’ se vaporizan en la atmósfera”, explican los astrónomos.
El hierro y el aluminio, que en condiciones normales son sólidos, se convierten en vapor y son arrastrados por vientos de hasta 17.700 km/h hacia el lado nocturno del planeta. Allí, donde las temperaturas bajan considerablemente, estos metales se enfrían y vuelven a su estado líquido, cayendo del cielo en forma de lluvia.
Como si esto no fuera suficientemente sorprendente, también se cree que en esa lluvia hay rubíes y zafiros, ya que los componentes necesarios para formarlos están presentes en la atmósfera del planeta.
Un hallazgo que reescribe las reglas de la formación planetaria
La existencia de Júpiteres calientes no es algo nuevo para los astrónomos, pero lo que realmente ha sacudido a la comunidad científica es el descubrimiento de que WASP-121b podría haberse formado de una manera completamente diferente a lo que se creía hasta ahora.
Los modelos tradicionales indican que los planetas gaseosos gigantes se forman lejos de sus estrellas, en regiones frías donde el hielo y el gas se acumulan para dar lugar a un núcleo planetario. Luego, estos planetas migran hacia el interior de su sistema solar, acercándose a sus estrellas y convirtiéndose en los Júpiteres calientes que conocemos.
Sin embargo, las nuevas observaciones realizadas con el telescopio Gemini Sur en Chile y el espectrógrafo IGRINS sugieren que WASP-121b pudo haberse formado mucho más cerca de su estrella, en una región tan caliente que no habría podido contener hielo. Este dato desafía la idea de que el agua congelada es un ingrediente esencial para la formación de planetas gigantes gaseosos.
“Lo que encontramos sugiere que tal vez haya que repensar los modelos de formación planetaria”, afirmó Peter Smith, uno de los investigadores principales del estudio. Si los planetas como WASP-121b pueden formarse en regiones tan calientes, entonces hay que reconsiderar lo que se creía sobre cómo nacen estos mundos.
El equipo de astrónomos llegó a esta conclusión tras analizar la composición química del planeta. Utilizando el instrumento IGRINS (Immersion GRating INfrared Spectrograph), lograron medir con precisión la proporción entre elementos rocosos y volátiles en su atmósfera. Si el planeta se hubiera formado en una región fría, debería haber una mayor cantidad de elementos asociados al hielo. Sin embargo, los datos indican que WASP-121b tiene una composición mucho más rica en material rocoso, lo que sugiere que se originó en un entorno caliente, sin hielo presente.
Este descubrimiento es revolucionario porque podría significar que hay otras formas de formar planetas gigantes gaseosos, lo que ampliaría enormemente nuestro entendimiento sobre la diversidad de sistemas planetarios en el universo.
Un nuevo capítulo en la exploración de exoplanetas
Con más de 5.500 exoplanetas descubiertos hasta ahora, el universo sigue demostrando que es más diverso y complejo de lo que imaginábamos. WASP-121b no solo es un mundo extremo donde llueve metal, sino que también podría ser la punta del iceberg de una nueva categoría de planetas gigantes formados en condiciones insólitas.
Los astrónomos planean continuar estudiando este planeta con herramientas aún más avanzadas, como el espectrógrafo IGRINS-2, para determinar si WASP-121b es una excepción o si, en realidad, hay muchos más planetas con historias de origen similares.
El descubrimiento también tiene implicaciones para la búsqueda de planetas habitables, ya que entender los mecanismos de formación planetaria nos ayudará a identificar mejor dónde podrían existir mundos con condiciones aptas para la vida.
Lo que queda claro es que el universo siempre tiene formas de sorprendernos. Y, en el caso de WASP-121b, esas sorpresas incluyen lluvias de metal y la posibilidad de reescribir lo que creíamos saber sobre la formación de los planetas.