La NASA ha oficializado un plan detallado para retirar la Estación Espacial Internacional (EEI) de manera controlada en el año 2030. El proyecto, desarrollado en colaboración con SpaceX, incluye la creación de un vehículo de desorbitación (DV, por sus siglas en inglés) diseñado para garantizar que la desintegración de la estructura se realice sobre una región despoblada del océano.
¿Pero qué planes tiene la NASA para sus astronautas luego de la era de la EEI?
La NASA está delineando los pasos a seguir en el contexto del retiro programado de la EEI en 2030, con el objetivo de consolidar su liderazgo en la órbita terrestre baja. La agencia busca aprovechar el entorno de microgravedad para fomentar la investigación científica, la innovación tecnológica y la cooperación internacional, mientras establece las bases para futuras misiones de exploración del espacio profundo.
En este escenario, la NASA ha presentado una hoja de ruta integral que pone el foco en tres prioridades principales: mantener una presencia humana continua en órbita baja, impulsar el desarrollo de estaciones espaciales comerciales y fortalecer las alianzas con socios internacionales y del sector privado. Este enfoque fue definido tras un amplio proceso de consulta que incluyó la revisión de más de 1.800 comentarios y la realización de talleres para refinar los objetivos establecidos.
Pam Melroy, administradora adjunta de la NASA, explicó que la estrategia busca garantizar que los beneficios del espacio sigan creciendo. “A medida que nos acercamos al retiro de la Estación Espacial Internacional, estos objetivos son un próximo paso fundamental para consolidar el liderazgo de Estados Unidos en el espacio”, afirmó. Además, destacó la importancia de colaborar con la industria, el mundo académico y socios internacionales para definir una visión compartida que permita preparar a la humanidad para misiones hacia la Luna, Marte y otros destinos.
La estrategia de microgravedad presentada por la NASA incluye 13 metas y 44 objetivos, divididos en áreas clave como ciencia, tecnología, desarrollo de infraestructura comercial y participación pública. Entre los propósitos más destacados está la creación de estaciones espaciales operadas por entidades privadas, un pilar esencial para garantizar la sostenibilidad de las operaciones en órbita baja y reducir los riesgos asociados a futuras misiones humanas hacia Marte.
“La transición hacia estaciones espaciales comerciales será clave para mantener el avance científico y tecnológico”, señaló Robyn Gatens, directora de la EEI.
La órbita terrestre baja también se posiciona como un espacio crucial para probar tecnologías destinadas a la exploración del sistema solar. El entorno de microgravedad permite evaluar sistemas de soporte vital y ensayar procedimientos necesarios para viajes de larga duración. Adicionalmente, la colaboración entre la NASA y otras entidades servirá para desarrollar capacidades críticas que mantengan la presencia humana de manera constante y segura.
John Keefe, director de integración de estrategias interinstitucionales, remarcó que la colaboración será central en el éxito de esta transición. “Los objetivos que hemos establecido ayudarán a garantizar que la NASA esté posicionada para satisfacer las necesidades actuales y futuras”, declaró, subrayando la importancia de una participación activa de socios gubernamentales, comerciales y académicos.
Mientras la ISS se aproxima al final de su vida útil, la NASA busca asegurar una transición ordenada hacia un ecosistema espacial comercial robusto. Este enfoque no solo preserva la capacidad operativa en órbita baja, sino que también ofrece un marco para futuras misiones que expandirán el horizonte de la exploración humana en el espacio profundo.
Cómo será el fin de la Estación Espacial Internacional
La NASA ha otorgado un contrato a SpaceX para que construya el vehículo desorbitador (DV), con un valor de hasta 843 millones de dólares. Según Dana Weigel, gerente del programa EEI en el Centro Espacial Johnson, este dispositivo será lanzado aproximadamente un año y medio antes del último encendido de reingreso. El vehículo contará con 46 motores de cohete Draco y transportará cerca de 15.876 kilogramos de propulsor, una capacidad significativamente mayor a la de las naves actuales utilizadas por SpaceX.
Sarah Walker, gerente senior de la compañía, destacó que el DV también tendrá capacidades avanzadas de generación y almacenamiento de energía, necesarias para operar junto con la ISS durante 18 meses antes de la maniobra final.
El procedimiento de desorbitación se iniciará reduciendo la altitud de la estación a través de una combinación de fricción atmosférica natural y encendidos periódicos de los propulsores. Una vez que la altitud alcance los 225 kilómetros, el DV realizará una serie de maniobras controladas para preparar el reingreso definitivo, programado cuatro días después del último ajuste. El uso de este vehículo reemplaza planes iniciales que involucraban tres naves rusas Progress, un enfoque descartado por problemas logísticos y operativos.
La complejidad de la EEI, con una longitud de 66 metros y un ancho de 94 metros, presenta retos importantes para modelar su reingreso. Está compuesta por módulos presurizados, paneles solares y elementos estructurales que cumplen funciones clave como generación de energía y control térmico. Durante el reingreso, los paneles solares y las antenas se desintegrarán primero en la atmósfera, mientras que los módulos y estructuras más grandes podrían sobrevivir parcialmente al descenso, dejando restos del tamaño de un automóvil que caerán en el océano.
La operación también subraya la importancia de la colaboración internacional en el manejo de infraestructura espacial. Desde su puesta en órbita en 1998, la EEI ha sido un esfuerzo conjunto entre agencias de Estados Unidos, Europa, Rusia, Canadá y Japón. Para su retiro, estas instituciones trabajan en un plan que prioriza la seguridad terrestre y minimiza el impacto ambiental. La desintegración controlada responde a la necesidad de evitar un escenario de reingreso no controlado, que podría afectar cualquier zona situada entre las latitudes 51.6º norte y sur.
En paralelo a la preparación técnica, la NASA también ha solicitado un presupuesto adicional de 1.500 millones de dólares al Congreso de Estados Unidos para financiar las operaciones relacionadas con el desmantelamiento de la ISS. El uso del DV marca un avance significativo en la gestión del final de vida útil de estructuras espaciales de gran escala.
Tradicionalmente, maniobras de mantenimiento de altitud se realizaban con naves rusas Progress o Cygnus de Northrop Grumman, pero la NASA optó por desarrollar una solución personalizada que aborda los desafíos únicos de desorbitar la EEI. Sarah Walker describió esta tecnología como “una respuesta integral para garantizar un reingreso seguro”.
La misión del DV también es un recordatorio de los avances logrados en la exploración espacial y del legado de la ISS como laboratorio de investigación en microgravedad. Durante sus más de dos décadas en órbita, la estación ha permitido descubrimientos en campos como la biología, la física y la ciencia de materiales, además de ser un símbolo de cooperación internacional.
A lo largo de los años, la EEI ha servido como un puente para ensayos de tecnologías que podrían utilizarse en misiones futuras a la Luna y Marte. Los experimentos realizados en sus instalaciones han explorado desde el comportamiento de fluidos en microgravedad hasta pruebas para nuevas generaciones de trajes espaciales. Este legado también incluye avances en la producción de medicamentos y materiales que serían imposibles de desarrollar en la Tierra.
El proceso de reingreso planeado también pone de manifiesto los retos asociados al manejo de estructuras orbitales masivas. Los ingenieros han tenido que modelar cuidadosamente la interacción de la estructura de la EEI con la atmósfera terrestre durante el descenso. Esto incluye prever el comportamiento de los paneles solares, radiadores y módulos presurizados bajo temperaturas extremas y fricción.
El aspecto financiero también representa un factor crítico en esta operación. El presupuesto adicional solicitado por la NASA refleja no solo el costo directo de la construcción y lanzamiento del DV, sino también los recursos necesarios para las pruebas, los ajustes operativos y la supervisión internacional que aseguren el cumplimiento de las regulaciones espaciales.
Con el proyecto del DV en marcha, la NASA asegura que la EEI finalizará su servicio de manera segura, completando su ciclo de vida sin riesgos adicionales para la Tierra y dejando el espacio disponible para nuevas iniciativas de exploración y tecnología. Este esfuerzo conjunto entre agencias internacionales y la industria privada no solo cierra un capítulo significativo en la historia de la exploración espacial, sino que también establece un precedente para futuras misiones y el manejo responsable de activos orbitales.