
Después de un cuarto de siglo perdido en la inmensidad del espacio, un satélite experimental fue redescubierto. Se trata del S73-7 que había sido lanzado en 1974 por Estados Unidos. Esto marcó un significativo avance en nuestra comprensión de los objetos celestes errantes y la basura espacial.
El satélite, conocido con el nombre “Infra-Red Calibration Balloon (S73-7)”, emprendió su viaje al vacío espacial el 10 de abril de 1974. Lo hizo bajo el Programa de Pruebas Espaciales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
El lanzamiento se realizó mediante “El Sistema Hexagon”, que permitía el despliegue del S73-7, de 66 centímetros de ancho, desde un satélite mayor conocido como KH-9 Hexagon una vez en el espacio. El S73-7 estaba dirigido para alcanzar una órbita circular a 800 kilómetros de altura.
El propósito original del S73-7 era inflarse y servir como objetivo de calibración para equipos de detección remota, un objetivo que falló durante el despliegue, lo que llevó al satélite a perderse en la vastedad del espacio y convertirse en parte del creciente cementerio de basura espacial. Sin embargo, fue redescubierto en abril gracias a los datos de seguimiento del 18º Escuadrón de Defensa Espacial de la Fuerza Espacial de Estados Unidos.
En una entrevista con Gizmodo, Jonathan McDowell, astrofísico del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica, reveló haber examinado archivos de datos que mostraban la desaparición del satélite del radar en dos ocasiones anteriores, una en los años 70 y otra en los 90. McDowell explicó que: “El problema es que posiblemente tenga una sección transversal de radar muy baja”. Esto dificulta su detección en los radares.

“Y tal vez lo que están rastreando es un dispensador o una pieza del globo que no se desplegó correctamente, por lo que no es metal y no se muestra bien en el radar”, agregó el astrofísico.
La identificación y seguimiento de los más de 20.000 objetos en órbita representan un desafío considerable, dado que requiere el uso de radares terrestres y sensores ópticos para detectar la basura espacial y asignarla a un catálogo satelital. La tarea se complica aún más cuando se trata de recuperar objetos que fueron perdidos de vista, como en el caso del S73-7.
Tras el despegue, los equipos de ingenieros en tierra cuentan con una clara noción del destino final del satélite y la altura a la cual se anticipa que varíe. Registrada esta información, tienen la capacidad de monitorear su evolución y cotejarla con la última posición conocida del satélite.
No obstante, modificaciones en las maniobras previstas o desviaciones orbitales del satélite implican un esfuerzo adicional por parte de los ingenieros para relocalizarlo: “Si no sabes exactamente dónde se realizó la maniobra, es posible que tengas problemas para localizarla”, explicó McDowell.
Por eso, el redescubrimiento del S73-7 es un hito importante para aquellos dedicados a rastrear los miles de satélites y desechos orbitales. Sin embargo, como McDowell aclara que, a medida que aumenta la cantidad de satélites lanzados al espacio, la tarea de monitorear y comprender el ambiente espacial se vuelve cada vez más compleja.

“Si tienes un conjunto de datos orbitales recientes y no hay muchas cosas que tengan órbitas similares, probablemente sea una coincidencia fácil”, aclaró McDowell sobre el proceso de identificación de objetos perdidos. Y agregó: “Si te faltan uno o dos objetos, no es un gran riesgo. Pero uno quiere hacer el mejor trabajo posible”.
Este hallazgo demuestra la importancia de mantener una vigilancia constante sobre nuestro entorno espacial. Pero, al mismo tiempo, se estima que cada vez será más difícil por la cantidad de satélites que se pondrán en órbita en el futuro. El haber encontrado el S73-7, es una victoria.
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