
Especialistas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica (Conicet) descubrieron una nueva especie de gliptodonte en Argentina que habitó hace más de dos millones de años en la ciudad bonaerense de Olavarría y habría pesado más de 470 kilos.
Si bien el hallazgo del Plohophorus avellaneda, un armadillo prehistórico, ocurrió en una cementera de la localidad de Olavarría en 2015, pero los resultados de la investigación se dieron a conocer recientemente en la revista científica internacional Journal of Systematic Palaeontology.
“Este descubrimiento permite conocer más acerca de las especies reconocidas para el género Plohophorus en el actual territorio argentino. El hallazgo tiene la particularidad de ser el primer caso documentado de un género neógeno de gliptodonte que persiste hasta el límite Plioceno tardío-Pleistoceno temprano.

Además, comprobamos la posición filogenética de esta nueva especie dentro del género Plohophorus y confirmamos su estrecha vinculación con el género Pseudoplophorus, un grupo identificado en el actual territorio de Uruguay”, explicó Sofía Quiñones, becaria postdoctoral del Conicet y primera autora del trabajo.
Desde el Conicet agregaron que se trata de “uno de los cráneos de gliptodonte mejor conservados” para este período. El trabajo publicado en la revista científica estuvo a cargo de distintos centros de investigación del país, como el Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal, Conicet-UNNE); del Centro de Investigaciones Geológicas (CIG, Conicet-UNLP) y de la División Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata.
“Mediante el estudio de estos fósiles estamos logrando conocer con mayor profundidad la historia evolutiva y las relaciones entre los grupos de gliptodontes, uno de los animales más extraños que habitaron América hasta hace unos 10.000 años atrás”, agregaron desde el Conicet y destacaron el valor de la paleontología para comprender distintos avances.
Los restos fósiles del gliptodonte fueron hallados en 2015 en el predio de la empresa Cementos Avellaneda, de Olavarría, donde se encuentra la formación El Polvorín. En este caso, analizaron restos que corresponden a la cabeza de un animal, que se encontraban en perfecto estado de conservación junto a otros restos. Las conclusiones alcanzadas después de las revisiones realizadas, explica la paleontóloga, permitieron al grupo de investigación proponer la existencia de un grupo en particular, los Plohophorini orientales, que compartía varias características con las especies de Argentina.

Durante las últimas décadas, en esta unidad sedimentaria se hallaron numerosos ejemplares de vertebrados fósiles correspondientes al Plioceno y Pleistoceno temprano de gran valor científico.
Este mismo año, a principios de marzo, dos niños de 9 y 11 años habían encontrado los restos de un armadillo terrestre gigante de 5 millones de años de antigüedad en la playa San Carlos de Mar del Plata, que luego fue rescatado por el Laboratorio de Paleontología del Museo Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia.
Gliptodontes en Argentina
Nuestro país es una cantera vasta de restos de esta especie que vivió hace 2 millones de años y se extendió hasta los 10.000 años atrás.
Durante el Cenozoico, la era que empezó tras la extinción del Cretácico, América del Sur estaba aislada, como un gigantesco continente-isla. Debido a esto, en sus faunas evolucionaron formas autóctonas, muy características. Y así permaneció y fue evolucionando durante millones de años. Y entre la fauna más característica está la que vivió durante el Pleistoceno, hasta hace alrededor de 10.000 años.
Entre los representantes de la Megafauna Sudamericana podemos encontrar al megaterio, un gigantesco animal emparentado con los perezosos actuales, el toxodon, un robusto mamífero perteneciente al grupo extinto de los notoungulados, y de porte comparable al de los rinocerontes o las macrauquenias, mamíferos pertenecientes al orden extinto de los liptoternos, con un aspecto semejante al de los camélidos.
Pero los gliptodontes tienen un espacio preferencial, ya que además de su vasta abundancia, fue una de las especies más estudiadas por el investigador y científico Charles Darwin durante los 18 meses, entre 1832 y 1833, que pasó en Argentina estudiando diferentes especies extintas para luego volver a Inglaterra y escribir su célebre libro El Origen de las Especies.
El padre de la teoría de la Evolución por Selección Natural fue el primero en dar a conocer esta especie al mundo, aunque otros naturalista como George Cuvier y Richard Owen también los habían estudiado en esa década.
Los gliptodontes fueron gigantescos armadillos muy acorazados. Poseían un enorme caparazón, una bóveda formada por placas de hueso que cubría incluso sus patas. Tenían acorazadas también la cabeza y la cola, que podía llegar a presentar grandes tubérculos o púas, verdaderas armas como no se habían visto en los vertebrados terrestres desde la extinción de los dinosaurios acorazados como los stegosaurios o anquilosaurios.
Los gliptodontes podían llegar a superar los 3 metros de longitud y el metro y medio de altura, y se calcula que podían llegar a pesar más de dos toneladas.
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