
La permanencia del régimen cubano en el poder está cada vez más atada a la suerte política del dictador Nicolás Maduro en Venezuela. Según un análisis de The Wall Street Journal, en medio de la peor crisis económica que ha sufrido la isla desde la revolución de 1959, La Habana ha convertido la supervivencia del chavismo en un asunto de seguridad nacional. El objetivo: preservar el acceso al petróleo venezolano, un recurso vital para sostener una economía colapsada, asfixiada por décadas de mala gestión, autoritarismo y aislamiento internacional.
Desde 1999, cuando Hugo Chávez comenzó a enviar crudo subsidiado a la isla, Cuba pasó a depender de forma crítica de los hidrocarburos venezolanos. Durante los años de mayor bonanza, los envíos llegaron a rondar los 100.000 barriles diarios, en un esquema de intercambio que disfrazaba una alianza política y represiva: petróleo a cambio de médicos, entrenadores deportivos y, sobre todo, asesores de inteligencia cubanos desplegados en Venezuela.
Hoy, ese flujo se ha reducido a unos 30.000 barriles diarios —aproximadamente el 40% de las importaciones energéticas cubanas—, una caída que ha dejado al régimen de La Habana en una situación de extrema vulnerabilidad. La producción petrolera interna es insuficiente y los suministros alternativos, procedentes de países como México o Rusia, no alcanzan para cubrir la demanda, agravando los apagones, la escasez y el deterioro de las condiciones de vida de la población.

Para sostener este entramado de intereses, la dictadura cubana ha profundizado su apoyo político, militar y de inteligencia al régimen de Maduro, ayudando a blindarlo frente a amenazas internas y al rechazo popular.
Agentes de los servicios de inteligencia de Cuba permanecen en Venezuela y han tenido un papel decisivo en la depuración de oficiales militares y funcionarios sospechosos de deslealtad, consolidando un sistema de control interno que blinda al dictador venezolano.
“Con Maduro, los servicios de inteligencia cubanos se multiplicaron. Todos los cubanos te espiaban”, afirmó Andrés Izarra, ex ministro venezolano hoy exiliado, en declaraciones citadas por The Wall Street Journal.
Esta injerencia ha sido clave para neutralizar intentos de fractura dentro de las fuerzas armadas y perpetuar un régimen que se sostiene más por la represión y el miedo que por el respaldo popular.
Thomas A. Shannon Jr., ex diplomático estadounidense, subrayó la determinación de La Habana de proteger al chavismo a cualquier costo.
“Los cubanos están cuidando muy bien de Nicolás Maduro y de sus sucesores inmediatos. Los cubanos no van a desaparecer sin más”, afirmó, en referencia al papel activo del régimen cubano en la preservación del poder en Caracas.

La presión de Estados Unidos sobre ambos regímenes ha intensificado las tensiones y expuesto las debilidades estructurales de este vínculo.
El endurecimiento del embargo y de las sanciones ha reducido de forma significativa los envíos de petróleo venezolano a Cuba, agravando la escasez de combustible y profundizando la crisis energética en la isla.
The Wall Street Journal informó que un bloqueo parcial afecta a buques sancionados responsables de transportar cerca del 70% del crudo venezolano. La incautación de un petrolero con casi dos millones de barriles por parte de autoridades estadounidenses representó un golpe directo a la capacidad del régimen cubano para sostener su ya colapsado sistema energético.
A esta presión se suman el despliegue militar estadounidense en el Caribe, operaciones contra embarcaciones vinculadas al narcotráfico y advertencias de medidas aún más severas contra el régimen de Maduro.
Desde La Habana, el dictador Miguel Díaz-Canel reaccionó denunciando estas acciones ante el Comité Central del Partido Comunista. Calificó la incautación del petrolero venezolano como un acto de “piratería” y acusó a Estados Unidos de actuar “sin reglas”.

El colapso social en Cuba
En Cuba existe plena conciencia de que una interrupción total o una reducción drástica de los envíos de petróleo desde Venezuela tendría consecuencias devastadoras.
“Sería el colapso de la economía cubana, de eso no hay duda”, advirtió Jorge Piñón, exiliado cubano e investigador de los vínculos energéticos entre La Habana y Caracas en la Universidad de Texas en Austin. La advertencia no es teórica: el deterioro económico y social ya se traduce en uno de los mayores éxodos de la historia reciente del país. Más de 2,7 millones de cubanos —cerca de una cuarta parte de la población, en su mayoría jóvenes— han abandonado la isla desde 2020, muchos de ellos rumbo a Estados Unidos, según estimaciones del demógrafo Juan Carlos Albizu-Campos, radicado en La Habana.
Albizu-Campos describe este fenómeno como un “vaciamiento demográfico”, comparable únicamente con el observado en países inmersos en conflictos armados.
“No es nada menos que un desastre humanitario”, afirmó.

La economía cubana se ha contraído un 15% desde 2018, mientras la inflación acumulada roza el 450%, según el economista Ricardo Torres Pérez, de la American University en Washington. El peso cubano se ha desplomado hasta cotizar alrededor de 450 por dólar en el mercado informal, frente a los 30 pesos de 2020.
“Podría decirse que es lo peor que puede pasar, pero también sabemos que puede empeorar”, advirtió Torres Pérez. Si los envíos de crudo venezolano continúan cayendo en los próximos meses, “la situación será simplemente insostenible”.
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