
El presidente electo de Bolivia, Rodrigo Paz, inició los primeros pasos hacia una redefinición de su política exterior al anunciar una reconstrucción de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y un giro rotundo respecto al eje chavista latinoamericano.
Esta semana, Paz gestionará reuniones en Washington con autoridades de la administración de Donald Trump y directivos de organismos multilaterales, tras casi dos décadas de distancia política y económica oficial entre La Paz y la Casa Blanca.
Paz asumirá la presidencia el próximo 8 de noviembre y ya encargó a su equipo una agenda de alto nivel que incluye encuentros con el Departamento de Estado y el Departamento del Tesoro estadounidenses, así como con directivos del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la CAF.
El objetivo es doble: recabar apoyo financiero y aliviar la severa escasez de dólares, ante una inflación anual superior al 23%, y reactivar el diálogo con Washington tras los quiebres diplomáticos iniciados en 2008 por el entonces presidente Evo Morales.
“Ya vendremos con dólares fresquitos para nuestra reserva internacional”, afirmó Paz, al tiempo que subrayó la urgencia de inyecciones de divisas para atender el déficit en el sistema financiero y el desabastecimiento crónico de combustibles.
Según su asesor, José Luis Lupo, “el plan es reunirnos con todos los organismos multilaterales de financiamiento y con la administración de Estados Unidos”.
La política de subsidios del actual gobierno de Luis Arce dejó a Bolivia al borde del agotamiento de sus reservas internacionales y profundizó la crisis, por lo que la obtención de créditos frescos y el restablecimiento de la confianza internacional es prioridad máxima para el nuevo Ejecutivo.
La nueva orientación diplomática implica también una ruptura visible con los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Paz confirmó que no invitará a los dictadores de estos países a su ceremonia de investidura, una señal directa de distanciamiento respecto al bloque de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), tradicionalmente alineado con el chavismo.
La respuesta fue la suspensión de Bolivia como miembro del bloque, decisión que Paz desestimó.
“Me tiene sin cuidado lo que pueda decir el ALBA”, afirmó.
El presidente electo dijo que las futuras alianzas de Bolivia estarán “del lado de la democracia y la libertad”.
Las tensiones diplomáticas escalaron después de que el dictador venezolano Nicolás Maduro acusó a Paz de agresión y lo etiquetó como “proimperialista”.
“Lo único digno es que nuestro pueblo viva en paz, con trabajo, salud y educación”, replicó Paz en redes sociales, asegurando que la prioridad será gobernar “sin odios ni división, siempre del lado de la democracia y la libertad”.
El pragmatismo de Paz también se refleja en su interés en buscar cooperación regional innovadora. En una conversación telefónica con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, el líder boliviano solicitó asesoría técnica sobre control carcelario.
Bukele ha ganado notoriedad con su política de mano dura y régimen de excepción, que según datos oficiales ha reducido delitos pero desató severas críticas de organismos de derechos humanos por denuncias de detenciones masivas y abusos.
La misión internacional de Paz coincide con la preparación de las primeras medidas económicas para enfrentar la crisis: controlar la inflación, garantizar abasto de combustibles y recuperar la confianza de los mercados.
El nuevo gobierno busca captar inversiones y restablecer canales diplomáticos amplios, rompiendo con años de aislamiento y relaciones focalizadas sólo con actores alineados al chavismo.

Las expectativas están puestas en la capacidad del nuevo liderazgo para ejecutar este giro en la política exterior y sellar acuerdos que permitan aliviar la crisis interna mientras Bolivia redefine su lugar en el escenario latinoamericano, apostando por la apertura, la transparencia y la democracia.
(Con información de AFP y EFE)
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