(Desde San Pablo) El esperado encuentro entre el presidente Donald Trump y su homólogo Luiz Inácio Lula da Silva podría tener lugar en Brasil. Así lo afirmó el propio Trump tras la conversación telefónica del lunes pasado con el presidente brasileño, que calificó de “fantástica”. “Estamos valorando ir a Brasil. Y él vendrá a Estados Unidos. Lo hemos hablado”, declaró Trump.
La llamada, que duró aproximadamente media hora, se produjo pocos días después del breve encuentro entre ambos durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, donde Trump llegó a hablar de “buena química” con Lula. En la llamada, el presidente brasileño reiteró que Estados Unidos tiene un superávit comercial con Brasil. A continuación, pidió a Trump que eliminara los aranceles adicionales del 40% impuestos en agosto y que suspendiera las medidas restrictivas decididas para algunas autoridades brasileñas, en particular las sanciones aplicadas en virtud de la ley Magnitsky al relator del proceso contra el expresidente Jair Bolsonaro, el juez del Tribunal Supremo Federal (STF) Alexandre de Moraes, su esposa Viviane Barci de Moraes y su empresa familiar. Geraldo Alckmin, uno de los presentes en la llamada telefónica, la describió como “incluso mejor de lo que esperábamos”.
Si no se reúnen en Brasil, Lula sugirió encontrarse con Trump en la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático en Malasia a finales de octubre. Además, reiteró a su homólogo estadounidense su invitación a la COP30 de Belém en noviembre. Si el presidente brasileño ha evitado por el momento la posibilidad de una reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca, donde podría haber sufrido una humillación similar a la que vivió el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, la gran incógnita ahora es Marco Rubio. Trump ha decidido que sea su secretario de Estado quien lleve a cabo las negociaciones con Brasil, una noticia que ha puesto en alerta al propio Lula, hasta tal punto que, como reveló en una entrevista en una televisión de Maranhao, TV Mirante, ha pedido a Trump que Rubio “dialogue con Brasil sin prejuicios”. Rubio, que es de origen cubano, ha expresado en los últimos meses duras palabras contra el Gobierno de Lula. Fue él quien denunció el programa brasileño Más Médicos, que utilizaba médicos cubanos, como un “plan para exportar el trabajo forzoso del régimen cubano” y ordenó, como castigo, la revocación de los visados de los funcionarios brasileños vinculados al proyecto, entre ellos el actual ministro de Salud de Lula, Alexandre Padilha, sus familiares y algunos antiguos empleados del ministerio. El año pasado, Rubio también calificó a Lula de “líder de extrema izquierda que oculta la naturaleza criminal del narco-régimen de Maduro” y habló de “censura” cuando el juez Moraes bloqueó durante un mes X.

En CNN Brasil, el ex director de la Organización Mundial del Comercio, Roberto Azevêdo, declaró que la elección de Rubio es un punto negativo para las negociaciones y alertó sobre la posible dimensión política que se esconde detrás de esta decisión. Azevêdo reveló que, en una visita anterior a Washington con la delegación de la Confederación Brasileña de la Industria (CNI), se le informó de que las negociaciones con otros países las llevaban a cabo los departamentos de Comercio y Hacienda, y no Rubio. Para el economista João Gabriel Araujo, en cambio, el nombramiento de un representante para llevar a cabo las negociaciones con Brasil representa, a pesar de las opiniones divergentes, un acercamiento diplomático. “En este caso, las negociaciones serán necesarias, sobre todo dada la presión interna causada por la posible inflación de los alimentos en Estados Unidos”, declaró Araujo al sitio web de noticias Gazeta do Povo.
La elección de Rubio ha dividido a los políticos brasileños. El hijo de Bolsonaro, Eduardo, que se mudó hace meses a Estados Unidos, donde está articulando la defensa de su padre con la administración Trump, calificó la elección de Rubio como un “gran gol”, y añadió que Rubio “conoce bien América Latina” y “nunca entraría en la discusión sobre la independencia del poder judicial”. Su hermano Flávio, senador por el Partido Liberal (PL), ha dicho que el diálogo con Rubio es “una oportunidad para confrontarse con alguien que comprende los daños del socialismo”, mientras que su compañero de partido, el diputado Sóstenes Cavalcante, ha calificado la medida como un “golpe maestro” y “un mensaje directo al Palacio Presidencial del Planalto”. En cuanto a los partidos del Gobierno, como el Partido de los Trabajadores (PT), su senador Humberto Costa declaró que “mientras la política del odio siembra la división, perjudicando a toda la nación, Lula responde con el diálogo y la construcción”. Más dura es la postura del presidente del PT, Edinho Silva, quien en una entrevista al diario Folha de São Paulo reiteró lo que había dicho en el pasado sobre Trump, es decir, que es “fascista” y que “está sembrando una Tercera Guerra Mundial” con los aranceles.
En la mesa de negociaciones, Brasil espera ahora que la administración Trump plantee el tema de los acuerdos de colaboración para los minerales estratégicos brasileños y la cooperación contra los cárteles de la droga. Hasta ahora, el Gobierno de Lula siempre se ha opuesto a la posibilidad de que los dos principales grupos criminales del país, el Primer Comando de la Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV), sean designados como grupos terroristas por Washington. Es probable que Trump utilice como palanca sobre Brasil el fantasma de la corrupción destapada por la operación brasileña Lava Jato.
De hecho, el Departamento de Justicia de Estados Unidos podría reabrir el caso Odebrecht, que está en el centro de toda la operación. Washington está revisando el acuerdo de clemencia firmado en 2016 con la multinacional brasileña especializada en la construcción de infraestructuras, relativo al pago de 788 millones de dólares en sobornos en 12 países, entre ellos Brasil. Durante este tercer mandato de Lula, recordemos, el juez del STF Dias Toffoli literalmente enterró la Lava Jato al anular la condena de Marcelo Odebrecht y otros directivos de la empresa por considerar inválidas las pruebas presentadas durante el acuerdo. Mientras tanto, en Estados Unidos, el fiscal Edward Martin envió una carta a su predecesor, Andrew Weissmann, pidiendo aclaraciones sobre las omisiones presentes en el acuerdo, en particular la ausencia de detalles sobre los contratos inflados que impiden indemnizar a las víctimas. Martin señaló que, en otros casos de corrupción, el Departamento de Justicia había garantizado información completa y la devolución de los fondos, lo que no ocurrió con Odebrecht.
Por su parte, Brasil tiene como baza el tema de la soja para el mercado chino. De hecho, China ha reducido casi a cero las importaciones de soja estadounidense, lo que ha creado espacio para el aumento de las brasileñas. Según la Federación Americana de Oficinas Agrícolas (American Farm Bureau Federation, en inglés), la principal organización que representa a la industria agrícola estadounidense, si en 2024 Beijing compró 26,5 millones de toneladas en Estados Unidos, es decir, aproximadamente la mitad del total importado, este año las compras se han reducido a 5,8 millones de toneladas. Brasil, por su parte, ha exportado este año 77 millones de toneladas a China.

Lo mismo ocurre con la carne. Este año, Brasil, a pesar de los aranceles, ha exportado al mundo 314.700 toneladas de carne de vacuno, lo que supone un aumento del 25,1% con respecto a septiembre de 2024, según datos de la Secretaría de Comercio Exterior (Secex). Aunque los aranceles de agosto redujeron ligeramente las exportaciones de carne de vacuno con respecto a julio, de 286.600 toneladas a 276.900 toneladas, el crecimiento de este año se debió a la ampliación de mercados, como el mexicano, además de la mayor potenciación del chino. Es importante recordar que, según la prensa brasileña, han sido gigantes como la cárnica JBS y la industria aeroespacial Embraer los que han tejido en las últimas semanas con Washington la posibilidad de una negociación entre ambos países. El punto crítico sigue siendo, de hecho, la caída del 20,3% de las exportaciones brasileñas a Estados Unidos en septiembre. La caída ha afectado tanto a los productos sujetos a aranceles, como el azúcar (-77%), las armas (-92%), el tabaco (-95,7%) y el café (-29%), como a los productos excluidos de la medida, como el hierro fundido (-41%), la celulosa (-27%) y el mineral de hierro (cero exportaciones).
José Velloso, presidente ejecutivo de la Asociación Brasileña de la Industria de Máquinas e Implementos (Abimaq), calificó la llamada telefónica entre Lula y Trump como “una medida que era de esperar”, recordando que su sector ha sido uno de los más afectados por los aranceles. Velloso confía en que se produzcan “más excepciones” a los aranceles, con algunos productos que “deberían pasar del 50% al 10%”, y considera posible un acuerdo comercial más amplio en 2026. “Brasil es muy importante en la estrategia norteamericana en América Latina”, declaró al diario O Estado de Sao Paulo. El sector textil también ha acogido con satisfacción este giro en las relaciones entre ambos países. “Washington es el mayor inversor extranjero en Brasil y el segundo socio comercial más importante”, declaró Fernando Valente Pimentel, director de la Asociación Brasileña de la Industria Textil y de la Confección (Abit).
El resultado de la reunión entre Lula y Trump, además de eliminar los aranceles y las sanciones, también podría poner fin a sus turbulentas relaciones diplomáticas, que comenzaron durante la campaña electoral brasileña de 2022. Trump, que en ese momento aún no era presidente, había apoyado públicamente la candidatura de Bolsonaro llamando a Lula “Lulu” y calificándolo de “lunático”. Luego fue el turno del brasileño que, una vez convertido en presidente, apoyó a Kamala Harris en la campaña electoral estadounidense diciendo que la victoria de Trump sería “el nazismo bajo otra forma”. A partir de ahí, las tensiones fueron en aumento hasta la drástica ruptura de los últimos meses.
Mientras tanto, cada lado político está tratando de sacar provecho del encuentro con Trump. Según una encuesta de Genial/Quaest publicada ayer, la aprobación del gobierno de Lula ha crecido significativamente entre los votantes con ingresos más altos, del 37% al 45%, mientras que la desaprobación ha bajado del 60% al 52%. Se trata de una variación significativa, atribuida por el politólogo Felipe Nunes “a la apertura del diálogo entre Lula y Donald Trump que surgió en la Asamblea General de la ONU, lo que reforzó la percepción de una posible distensión diplomática con Estados Unidos”. Entre los ingresos más bajos y medios, en cambio, las cifras se mantienen estables, con un 54% de aprobación entre quienes ganan hasta dos salarios mínimos y un 46% entre quienes ganan de dos a cinco.
En cuanto al centro-derecha, la inminente reunión entre Lula y Trump es más divisiva que nunca. Según escribe Bela Megale en el diario O Globo, parte del ala bolsonarista reprocha a Eduardo Bolsonaro no haberse reunido con Trump desde febrero, sino solo con representantes de su Gobierno. “Los bolsonaristas consideran que el diputado debería escuchar más a la clase política y al mundo empresarial brasileños (...) Eduardo debería haberse posicionado en contra del aumento de los aranceles, ofreciéndose incluso a involucrar a los productores brasileños en las conversaciones con la administración Trump”, escribe Megale. Según varios analistas, sobre todo un posible resultado positivo de la reunión con Trump para Lula, podría empujar a los bolsonaristas a acelerar la selección de un candidato definitivo para las elecciones presidenciales del próximo año y, sobre todo, a preparar una agenda política. En cualquier caso, el efecto Trump en las próximas semanas promete sorpresas en la vida política brasileña.