Los descendientes de italianos protestan en Brasil contra el decreto de Meloni de limitar la ciudadanía a la segunda generación

En el gigante sudamericano hay malestar por la decisión de Roma. En tanto, venezolanos y afganos baten el récord de solicitudes de refugio

Guardar
Giorgia Meloni, primera ministra de
Giorgia Meloni, primera ministra de Italia (Roberto Monaldo / LaPresse)

En Brasil, el decreto 36 del gobierno italiano para eliminar el derecho a la ciudadanía italiana a los descendientes de italianos a partir de la segunda generación ha tenido un impacto significativo. El decreto se presentó por procedimiento de urgencia el 28 de marzo en el Parlamento, en Roma. Si se aprueba, supondrá un punto de inflexión que marcará una época para los millones de descendientes de italianos que hay en el mundo, empezando por Brasil, donde son 40 millones. Por este motivo, se han organizado dos manifestaciones en San Pablo el próximo sábado y el 6 de mayo, que terminarán con una recogida de firmas que se entregará al embajador de Italia en Brasil.

Al limitar la ciudadanía a la segunda generación nacida en el extranjero, el decreto afecta un derecho históricamente reconocido. A largo plazo, esto lleva a la pérdida gradual de la italianidad, es decir, de ser y sentirse parte de una comunidad a través de las costumbres, la lengua y la cultura”, dijo a Infobae uno de los organizadores de la protesta del sábado, el ex magistrado Walter Fanganiello Maierovitch. Él es fundador y presidente del Instituto Brasileño Giovanni Falcone y amigo del juez siciliano asesinado por la mafia el 23 de mayo de 1992. Según Maierovitch, “la ceguera de los redactores del decreto reside en no darse cuenta de que, en los países de América del Sur, generaciones de ítalo-descendientes se sentirán extranjeros en la tierra de sus antepasados”.

Hasta ahora, la legislación italiana permitía el reconocimiento de la ciudadanía por descendencia, el llamado “ius sanguinis”, a quienes tuvieran antepasados italianos, sin límites generacionales, siempre que el antepasado hubiera fallecido después de 1861, año de la unificación italiana. Sin embargo, los tiempos de espera en los consulados brasileños llegaron a superar los diez años. Por eso, una de las principales razones por las que las autoridades italianas quieren endurecer la concesión de la nacionalidad es el problema de la saturación de las oficinas consulares con solicitudes de ciudadanía. Esta sobrecarga de las redes consulares penaliza a menudo a los italianos de primera generación residentes en el extranjero, que se ven obligados a hacer largas esperas y colas para obtener sus documentos, imprescindibles para quienes viven fuera de Italia, incluso para conseguir visados de residencia en países no pertenecientes al espacio Schengen.

Los problemas de demanda de servicios públicos se resuelven con tecnología y redes telemáticas, con organización y método”, responde Maierovitch a Infobae, según el cual “los consulados deberían acreditar a los proveedores de servicios de ciudadanía. No lo hacen, y la llamada comercialización de pasaportes no hace más que crecer”.

El presidente brasileño, Luiz Inácio
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva; y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni (EFE/Sebastiao Moreira/Archivo)

En el pasado han saltado a los titulares casos llamativos, como el de Val di Zoldo, un diminuto municipio de 2.778 habitantes de la provincia de Belluno, en el norte de Italia, que fue noticia por el elevado número de solicitudes de ciudadanía italiana de descendientes de brasileños. Desde 2018, el municipio ha recibido un flujo creciente de solicitudes, pasando de unas pocas a más de 500 en poco tiempo. Esto sobrecargó la oficina de registro, causando retrasos y recursos legales. Los brasileños comenzaron a presentar la solicitud directamente en Italia, estableciendo su residencia en un municipio italiano, gracias a una circular ministerial de 2007 que lo permitía.

El alcalde de Val di Zoldo, Camillo De Pellegrin, había denunciado la situación en 2024, señalando que muchos solicitantes no tenían vínculos concretos con la comunidad local y a menudo ni siquiera conocían el nombre de su antepasado italiano. Por eso, de forma provocadora, el alcalde desplegó el año pasado la bandera brasileña en el balcón del ayuntamiento con la leyenda “Municipio de Val di Zoldo de Brasil, Estado de Rio Grande do Sul”. De allí procedían la mayoría de las solicitudes, lo que provocó las protestas de las autoridades consulares brasileñas en Italia. De Pellegrini también había expresado su preocupación por los posibles intermediarios que facilitarían estas prácticas, y por este motivo también se había dirigido a la Policía y a la Guardia de Finanzas, una fuerza especial italiana que se ocupa también de la vigilancia aduanera.

“Italia ha dejado una profunda huella en la historia de Brasil. Desde finales del siglo XIX, millones de italianos cruzaron el océano en busca de una nueva vida, trayendo consigo el trabajo, la cultura, la lengua y las tradiciones que aún perviven en el corazón del pueblo brasileño”, explica a Infobae Angelina Bonfante, una de las simpatizantes del evento del sábado. “Para muchos descendientes, el principio del ius sanguinis representa no solo un vínculo jurídico con Italia, sino también un vínculo afectivo con sus raíces, una historia que sigue uniendo a dos naciones amigas”, afirma Bonfante.

Precisamente el año pasado, Brasil celebró el 150 aniversario de la emigración italiana, uno de los principales flujos migratorios procedentes de Europa. Fue el 3 de enero de 1874 cuando los primeros 400 italianos partieron del puerto de Génova a bordo del buque Sofía para llegar a Vitória, en el estado de Espírito Santo, 45 días después. El viaje fue organizado por Pietro Tabacchi, un italiano que vivía en Brasil desde 1850. Quería extraer madera y cultivar café, así que obtuvo permiso de las autoridades imperiales para formar una colonia privada en el interior de Espírito Santo con mano de obra inmigrante.

Si tras la abolición de la esclavitud en Brasil en 1888 los italianos no tardaron en ir a sustituir a los esclavos en las plantaciones de café y las fazendas, muchos de ellos consiguieron en pocos años construirse una vida digna, cuando no enormes fortunas. El caso más renombrado fue el de Francesco Antonio Maria Matarazzo, que emigró a Brasil muy pobre desde Castellabate, un pueblo de la región de Campania, en el sur de Italia, y se convirtió en pocos años en uno de los empresarios más acaudalados del mundo. A su muerte, en 1937, dejó un imperio de más de 350 empresas, “una para cada día del año”, según cuenta la leyenda popular.

Poco queda hoy de esta época migratoria en la que, tras innumerables sacrificios, muchos consiguieron “hacer la América”, como se decía entonces. Los emigrantes italianos de hace cien años, que llegaron muy pobres y sufriendo, han dado paso hoy a venezolanos y afganos, cuyo dolor revive el de las migraciones del siglo XIX.

Venezolanos hacen fila para entrar
Venezolanos hacen fila para entrar en un refugio tras salir de Venezuela, cerca de la frontera en Pacaraima, estado de Roraima, Brasil. 9 de septiembre de 2024 (REUTERS/Amanda Perobelli)

Según el último Boletín de Migración publicado el pasado febrero por la Secretaría Nacional de Justicia (Senajus) del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, Brasil recibió 194.331 migrantes en 2024. La mayoría de los recién llegados procedían de Venezuela, con 94.726 personas atendidas a través de la Operación Acolhida, una iniciativa humanitaria que apoya la integración de los migrantes y refugiados venezolanos en el país, en el estado fronterizo amazónico de Roraima. La operación continúa a pesar de que a finales de enero de 2025 sufrió una suspensión temporal debido a la congelación de la financiación por parte de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Hasta diciembre de 2024, 5.837 venezolanos han entrado en Brasil, principalmente a través de Pacaraima, en el estado de Roraima. En la actualidad, los migrantes venezolanos residen en 1.026 municipios de todo el país, siendo Curitiba y Manaos los que acogen al mayor número de migrantes. Recientemente ha creado polémica que los datos sobre el flujo de turistas a Brasil hechos públicos por el Ministerio de Turismo brasileño también incluyeran a venezolanos, con un aumento del 1.028% en enero de este año y del 1.003% en febrero. “O se está produciendo una revolución turística sin que lo sepamos, o estamos ante cifras infladas por negligencia o mala fe”, escribió en el diario brasileño Folha de São Paulo, Mariana Aldrigui, profesora e investigadora en política turística de la Universidad de San Pablo (USP).

Según el Boletín de Migración, en 2024 se presentaron 68.159 solicitudes de refugio. De ellas, 13.632 fueron aprobadas, 24.887 archivadas, 28.890 rechazadas y 318 denegadas. Además de los venezolanos, que representan la mayoría de los refugiados reconocidos (12.726), hay migrantes afganos (283) y colombianos (121). Por último, el informe muestra que, hasta 2023, cerca de 5 millones de ciudadanos brasileños vivían en el extranjero, principalmente en Norteamérica (2,26 millones) y Europa (1,67 millones), con Estados Unidos (2,08 millones) y Portugal (513.000) como principales destinos. Sin embargo, continúan las expulsiones desde Estados Unidos: 11.310 entre 2019 y principios de este año, según datos de la policía federal brasileña. El 11 de abril, el quinto vuelo de brasileños expulsados desde que Donald Trump asumió la presidencia aterrizó en Fortaleza, en el noreste del país, con 96 personas a bordo. En el vuelo de repatriación de 104 personas del 28 de marzo, la policía federal brasileña detuvo a cuatro porque pesaban sobre ellos órdenes de detención previas.