
Con discursos breves, mirada fija y un esquema de seguridad visible en cada acto público, Daniel Noboa Azín, presidente de Ecuador, consolidó su figura de líder tras lograr su reelección este domingo con un 56 % de los votos frente al 44 % de la correísta Luisa González, quien denunció irregularidades y se negó a reconocer el resultado.
La victoria significó no solo una validación de su política de seguridad, sino también una ruptura simbólica con el legado de su padre, el magnate bananero Álvaro Noboa, quien buscó sin éxito la presidencia en cinco ocasiones.
El presidente no esconde su estrategia: “Los narcos nunca se imaginaron que yo tuviera los huevos para declararles la guerra”, dijo en una entrevista con The New Yorker. Su perfil mezcla elementos tradicionales del poder con una estética contemporánea: lo mismo aparece en un tanque de guerra con casco y chaleco antibalas que cantando en Instagram, guitarra en mano, una canción de Goo Goo Dolls, vestido con ropa deportiva.

Nacido en Estados Unidos, con formación en universidades extranjeras, Daniel Noboa se convirtió en el presidente más joven de la historia de Ecuador cuando asumió el poder en noviembre de 2023, a los 35 años, tras ganar una elección extraordinaria para completar el mandato de Guillermo Lasso, quien disolvió el Congreso en medio de un juicio político por corrupción.
Aficionado al vino —es sommelier certificado— y coleccionista de ajíes, Noboa intentó ser vegetariano, quiso dedicarse a la música y siente pasión por los autos, los caballos y las guitarras. Pero el centro de su narrativa política está en la seguridad. La ofensiva contra el narcotráfico ha incluido el despliegue de militares en las calles, operativos dentro de cárceles y exhibiciones masivas de presos en ropa interior, prácticas que han generado comparaciones con el modelo de Nayib Bukele en El Salvador, así como duras críticas de organismos de derechos humanos por el uso excesivo de la fuerza.

En uno de los casos más graves bajo su administración, cuatro niños fueron asesinados y calcinados en Guayaquil. Las autoridades imputaron a 16 militares, generando un escándalo que ensombreció su política de seguridad. Pese a ello, Noboa ha reafirmado su línea de acción y ha solicitado apoyo internacional. “Necesitamos más soldados para pelear esta guerra (...) El 70 % de la cocaína mundial sale por Ecuador”, declaró a la BBC, sugiriendo incluso el regreso de bases militares extranjeras, hoy prohibidas por la legislación ecuatoriana.
En el plano internacional, ha buscado una alianza con Erik Prince, fundador de la controvertida empresa de seguridad privada Blackwater. También ha expresado su intención de colaborar con el presidente estadounidense Donald Trump, a quien ve como un socio estratégico en la lucha contra el narcotráfico.
En el ámbito regional, mantiene relaciones tensas con gobiernos de izquierda. En abril de 2024, rompió relaciones diplomáticas con México tras ordenar el ingreso policial a su embajada en Quito para arrestar al ex vicepresidente Jorge Glas, condenado por corrupción.

Noboa asegura que su administración logró reducir la tasa de homicidios de un récord de 47 por cada 100.000 habitantes en 2023 a 38 en 2024, aunque Ecuador sigue siendo el país más violento de Latinoamérica, según datos de Insight Crime. “Nosotros no somos una promesa. Nosotros somos una realidad”, dijo al celebrar su victoria.
Casado con Lavinia Valbonesi, una influencer de 26 años con la que tiene dos hijos, Noboa exhibe en redes momentos familiares, pero su vida privada también ha estado marcada por conflictos. Su ex esposa, Gabriela Goldbaum, lo acusó ante el Congreso de machismo y coerción, señalando que ha presentado decenas de denuncias por impedirle comunicarse con su hija de cinco años.
La controversia también alcanzó a su compañera de fórmula, la vicepresidenta Verónica Abad, quien lo ha denunciado por violencia de género luego de ser apartada de funciones oficiales.

En las calles, la figura de Noboa aparece replicada en recortes de cartón a tamaño real, distribuidos por su movimiento político. Para muchos de sus seguidores, representa un cambio generacional y una promesa de orden frente al caos.
Reelecto con amplio margen y todavía en plena consolidación de poder, Daniel Noboa se proyecta como un líder que mezcla imagen, fuerza y marketing en un país golpeado por la violencia, la polarización y el desgaste institucional. El desafío de su segundo mandato será demostrar que el símbolo no suplanta al Estado.
(Con información de AFP)