
“Bienvenidos a Cartagena de Indias, la ciudad más bonita de Colombia ¿Me regalan una firma?”, nos dice el joven recepcionista de uno de los principales hoteles ubicado fuera del centro histórico, conocido como la Ciudad Amurallada, y uno de los puntos de referencia para contemplar “atardeceres mágicos e inigualables”. Está anclado a metros de la playa más popular del lugar dónde el mar no es de color perla como en otros puntos turísticos por excelencia como Las Islas del Rosario o la Isla de San Andrés. Eran las 11.40 y la habitación estaría disponible a las 15. “¿Podemos dejar el equipaje e ir a la playa que está enfrente?”, preguntamos. La respuesta fue el primer acercamiento a la Colombia de Gustavo Petro, el presidente, ex integrante de la organización guerrilla M-19, que tiene una imagen negativa del 58,6%, según la firma internacional CB Consultora Opinión Pública.
Los ciudadanos de este país cuestionan, entre otros temas, la violencia, la inseguridad, la capacidad de su mandatario para ejecutar las promesas y reformas de gobierno que lo llevaron al Palacio Nariño el 7 de agosto de 2022.
“Es una playa muy concurrida”, retoma la conversación el hombre delgado, tez morena, pelo cortado al ras e impecable camisa blanca y chaleco azul. Levanta la vista del formulario y aconseja: “Vayan a la playa de El Laguito, está a pocas cuadras saliendo del hotel a la izquierda”.

Estamos por retirarnos del mostrador para ponernos la ropa cómoda que teníamos en el carrión cuando su voz corta la intención. “Si no les molesta, unas breves sugerencias: no paguen con dólares; nunca den la tarjeta de crédito o débito. Los pasaportes en la caja fuerte. Si toman un taxi que sea oficial, los amarillos, los que dicen ‘transporte público’, y siempre pregunten el precio antes de subir”. Después de una breve pausa continúa: “Si usan Uber mejor. No dejen las mochilas solas, es peligroso. Si van a cambiar moneda, hay varios lugares seguros acá a la vuelta. No cambien en la calle. Qué tengan una excelente estadía”.
Mucha información para dos turistas argentinos que habían partido del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, ubicado en el corazón del conurbano bonaerense 23 horas antes.
La advertencia del getil hombre va en línea con la nueva alerta que emitió el Departamento Estado de Estado de Estados Unidos el 15 de marzo, exactamente diez días antes de nuestra llegada a Cartagena.
La repartición que encabeza Marco Rubio incluyó a Colombia, entre los 23 países señalados como destinos de riesgo para ciudadanos estadounidenses.
Teníamos ganas de descansar en la arena y poner los pies en las aguas que la agencia de turismo prometió cálida. Pero le hicimos caso al gentil hombre. Caminamos varias cuadras, más de cuatro, hasta la zona recomendada.
En la marcha fuimos abordados por un enjambre de vendedores callejeros que no te dejaban pensar. Ofrecían desde zapatillas de neoprene con suela de goma para caminar sobre los desprendimientos de corales, hasta el alquiler de sillas y sombrillas para reposar frente al mar.
El “no gracias”, respondido con una baja automática del valor inicial. Sin hablar el mismo producto valía un treinta por ciento menos.

Si la estrategia fallaba usaban una segunda que entendía sería más seductora: “Argentinos, son argentinos. Messi, tengo un amigo en Rosario y Mendoza...”. La mayoría usaba la misma receta. Imaginamos que, si el acento y el idioma era otro, los ídolos deportivos y ciudades cambiaban.
La presencia policial no se adivinaba. Están presentes a toda hora. No son como los efectivos de la Ciudad de Buenos Aires ni de la bonaerense. No se les escapa una sonrisa. Miran a los cuatro costados, van en grupo. Al atardecer los pequeños pelotones ya no son de cuatro o cinco; van en columnas de ocho. Y ya no lo hacen por las aceras, sino por la mitad de las calles.

Más tarde nos explicarían que el refuerzo policíal, y por momentos de la Marina fue una decisión de las autoridades locales: entre 2023 y 2024 lograron reducir un 3,3% el número de muertos por hechos de violencia.
Si bien durante nuestra estadía colombiana no vivimos ningún hecho se inseguridad -salvo el robo de un termo- el tema está presente en todo momento. Por ejemplo, en medio de la Ciudad Amurallada, en el centro histórico de Cartagena los bares y negocios están repletos de turistas que llegan de distintos puntos del mundo: chinos, peruanos, ingleses, alemanes, franceses, norteamericanos, argentinos, chilenos. Allí destacan las pinturas que se venden en las calles, los números artísticos a la gorra, los pequeños recuerdos para regalar; y un restaurante de fachada antigua dónde la madera está pintada de un marrón oscuro y una escalera que lleva a un sótano con mesas. A mitad del ingreso un cartel llama la atención. Sobre el blanco del acrílico hay tres círculos rojos que indican que está prohibido el ingreso de menores de 18 años; de alcohol “de otro establecimiento” y “DE ARMAS” de fuego. De hecho, en el centro del círculo cruzado en rojo está dibujado en negro un arma de fuego de puño. Parece que la advertencia, al menos en ese punto alto de turismo, es necesario aclararlo.

En la deslumbrante ciudad colombiana, donde todo remite a la época de la colonia, la tasa de homicidio es altísima si la comparamos con Argentina. En Cartagena de Indias la Tasa de Homicidios es de 35,02 cada cien mil habitantes. Una cifra extremadamente alta si se la compara, por ejemplo, con la Provincia de Buenos Aires, que es de 4,86. O con la media de la Argentina que fue de 3,8 cada cien mil habitantes en 2024.
Quizás la cifra sea una respuesta a la presencia de unas especies de tanquetas debajo de algunas palmeras en las playas más retiradas de los centros turísticos.
Para los que no conocíamos Colombia, su brillo, calidad humana, belleza natural, los colores de sus flores y hasta el tamaño desmesurado de su vegetación golpea el pecho. Es todo lo que está bien.
En cambio, si se rasca esa cáscara fuera del all inclusive la situación de los colombianos es otra. Es el país más desigual de América Latina, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Y eso queda expuesto.

En los barrios colombianos se percibe una profunda división ciudadana. Están los que critican de manera casi salvaje a Gustavo Petro, y, cuando se dialoga con ellos su aspiración es que Colombia sea gobernada por “un Bukele”, en referencia al presidente de El Salvador, Nayib Bukele un populista de derecha que doblegó a las pandillas que desde hacía más de 20 años sembraban terror en el país; o “un argentino como (Javier) Milei con motosierra en la mano”.
- “¿Y para que quieren la motosierra ustedes?", pregunto a un hombre de unos 55 años que despacha bebidas detrás del mostrador.
-“Para rebanar políticos”, responde serio.
El comercio está ubicado en la Isla de arena clara y agua perlada de San Andrés. La marquesina está poblada por varios carteles plastificados elaborados por el dueño del lugar que, como quedó claro en el breve diálogo, destila antipatía por “la casta” de su país. Su ideología también está clara. Uno de ellos declara: “EN ESPAÑA, LOS SOCIALISTAS ESTÁN EN CRISIS”, está escrito así, en mayúsculas negras.
Un segundo, y quizás el que más llama al interés dice:
Los políticos SON MUY BUENOS
COMERCIANTES…
ANTES DE LAS ELECCIONES
VISITAN A SUS FUTUROS
VOTANTES…
CON REGALOS…
OFRECIENDO CONTRATOS Y
PUESTOS DE TRABAJO…
Y DESPUÉS DE SER ELEGIDOS
PIERDEN
LA MEMORIA
Att.: San Biyuyo”
Lo leí al salir. Por eso regreso, y le pregunto:
- ¿Las estrofas a los políticos, a quién está dedicado?
- ¿Argentino?
-Sí.
-Milei, ¿no?
-Sí.
-A Petro, a Gustavo Petro.
Me estoy por ir y ahora es el comerciante el que me detiene.
-Argentino, ¿sabía que Petro es guerrillero?
-Sí, guerrillero, del Movimiento 19 de Abril, el M-19 ¿no?
-Esa motosierra, la de Milei, también para los guerrilleros.
-Y los narcos, le digo.
-Y los narcos.

Dejamos atrás Colombia. Los telediarios hablan de la crisis del gabinete de “el señor Petro”, como lo nombró el comerciante. También de los aranceles que Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, imponía al mundo y a Colombia. Y de narcos. Y de la violencia narco. Y de los operativos contra las disidencias de las Farc. Desde febrero los noticieros no dejan de hablar sobre la aventurada definición del jefe de Estado. “El cártel de Sinaloa es el ‘jefe actual’ del Ejército de Liberación Nacional (ELN)”. Es decir que un cártel mexicano, fundado por Joaquín ‘Chapo’ Guzmán Loera, -condenado a reclusión perpetua en Estados Unidos-, copó a la organización guerrillera insurgente, narcotraficante y terrorista colombiana de extrema izquierda que durante su gobierno desencadenó el peor estallido de violencia en una década en ese país.
Por un lado, los colombianos flagelan a Petro por su fracaso en la lucha contra las guerrillas y las organizaciones criminales narco. Por otro, en el Centro Histórico de Cartagena los puestos y comercios de recuerdos venden, entre llaveros, imanes, tazas, y café, remeras, gorras, chops y chupitos para tequila y agua ardiente con la cara del narco más famosa del país impresa: Pablo Escobar Gaviria, el fundador del Cártel de Medellín, según la versión oficial el narco terrorista acribillado por un escuadrón del Bloque de Búsqueda el 2 de diciembre de 1993.
El estampado es color sepia. La imagen es la foto policial que le tomaron después de ser arrestado el 9 de junio de 1976. El delincuente, mira a cámara y sonríe. Sostiene una plancha con la inscripción: “CÁRCEL DDTP JUDICIAL MEDELLIN 128482″.
El merchandising del criminal es de los más vendidos.
- ¿Lo lleva, 15.000 colombianos?
- No, gracias. ¿Tiene un vasito como el de Pablo Escobar, pero de Gabriel García Márquez?
La vendedora me mira. Dice no con un movimiento de cabeza.
Nadie describió a Colombia mejor que el Premio Nobel de Literatura:
“Colombia es un país que tiene un pie en el Caribe y otro en los Andes y el poder está en los Andes. Y la mayoría de los colombianos que gobiernan el país son de los Andes. Creo que lo que necesita Colombia es tener una conciencia de que es un país del Caribe, de que su destino está vinculado dramáticamente al destino del Caribe y que tiene que participar en los debates y soluciones que se buscan para el Caribe y no como un remoto país europeo que nos ve como algo que no le pertenece”.
El autor de Cien años de soledad definía así a su país en una entrevista concedida a Radio Caracol en marzo de 1981. Rechazaba de manera enfática al terrorismo que se adueñaba de Colombia.