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Uno de los momentos más incómodos que ha vivido Rosario Murillo, esposa del dictador nicaragüense Daniel Ortega, sucedió el 16 de mayo de 2018, cuando representantes de la oposición y del gobierno se reunieron para buscarle una salida negociada a la crisis que vivía el país, prácticamente paralizado por las protestas ciudadanas.
El “Diálogo Nacional”, como fue llamado el evento, se realizó con la mediación de la iglesia católica, en el Seminario Interdiocesano Nuestra Señora de Fátima, al oeste de Managua, y fue moderado por un hombre que luego cobraría un inusitado protagonismo: monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa y Estelí.
Los fuertes reclamos y un ambiente hostil pusieron incómodos, tanto a Ortega como a Murillo, acostumbrados a relacionarse con otras personas en ambientes totalmente controlados. Se sintieron emboscados, como reconocería luego Ortega sobre este evento.
Ni los reclamos sobre los jóvenes asesinados a la víspera, ni la fuerte increpación del joven Lesther Alemán, molestaron tanto a Rosario Murillo como un cuadro colocado frente a los dos gobernantes, que para la mayoría de los asistentes pasó desapercibido, pero no para Murillo.
Se trataba de la enorme medalla de San Benito, un símbolo que se utiliza desde el siglo XIII en exorcismos y para alejar malos espíritus. La medalla registra las siglas V.R.S., que significa “Vade retro, Satana”, es decir: “¡Retrocede, Satanás!”.
Rosario Murillo, una mujer de profundas creencias esotéricas “tragaba gordo” por lo que consideró un guiño de los obispos, relató uno de los asistentes. Nunca lo perdonó y, según una persona cercana a ella, responsabilizó de ese episodio a los obispos Silvio Báez y Rolando Álvarez, dos de los más activos miembros de la Conferencia Episcopal y fuertes críticos del régimen.
No es casualidad que Báez y Álvarez hayan sido perseguidos y ahora se encuentren desterrados y despojados de su nacionalidad nicaragüense. Monseñor Silvio Báez abandonó Nicaragua el 23 de abril de 2019, por orden del papa Francisco, ante creíbles planes para asesinarlo.
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Álvarez, por su parte, fue ferozmente perseguido por policías y agentes de inteligencia que lo vigilaban constantemente, a tal punto que, en mayo de 2022 inició una jornada de “ayuno, oración y exorcismo” debido a la “persecución policial” que sufría, según denunció.
“Comienzo un ayuno a agua y suero indefinido hasta que la Policía Nacional, a través del presidente o vicepresidente de la Conferencia Episcopal, únicamente, me hagan saber que van a respetar mi círculo de privacidad familiar”, expresó el religioso a través de un video en el que pidió a sus fieles unirse al ayuno y a la adoración al Santísimo para que cese el hostigamiento.
“Aunque parezca locura, a Rosario Murillo la afectan mucho los exorcismos”, plantea la abogada nicaragüense en el exilio Martha Patricia Molina, quien se ha dedicado a documentar los ataques contra la iglesia católica desde 2018.
“El obispo Álvarez, además de ser muy amado en Nicaragua, también práctica el exorcismo y, a través de los medios de comunicación que estaban bajo su cargo, hacía largas jornadas de exorcismo”, agrega.
Molina ha documentado 971 ataques contra la iglesia católica entre abril de 2018 y diciembre de 2024. Estos ataques comprenden golpizas a sacerdotes, encarcelamientos, destierros, difamaciones, prohibiciones a ritos tradicionales y profanaciones, entre otros.
A la investigadora le llama la atención que, entre la persecución generalizada a la inglesa católica en Nicaragua, los sacerdotes exorcistas hayan sido particularmente reprimidos con saña, a tal punto que “el país se está quedando sin exorcistas”.
El 13 de enero de 2024, el régimen de Daniel Ortega expulsó al sacerdote Ismael Serrano, quien durante muchos años se desempeñó como el exorcista de la Arquidiócesis de Managua, y se le conocía como “el exorcista de la Arquidiócesis”, a pesar de que, oficialmente, ya no estaba en ese cargo.
El sacerdote, de 68 años, fue secuestrado por policías y personas de civil, el 30 de diciembre de 2023, mientras se encontraba en la iglesia San Miguel Arcángel, en Las Brisas, Managua, de la que era párroco.
A Serrano lo sustituyó el padre Rodolfo López como exorcista oficial de la Arquidiócesis. Este también tuvo que salir al exilio en noviembre de 2023 porque la Policía llegó a buscarlo a su parroquia para detenerlo.
Tres meses después de la jornada de exorcismos que impulsó monseñor Rolando Álvarez, el 19 de agosto de 2022, la Policía entró violentamente al Palacio Episcopal donde se encontraba, y posteriormente el régimen lo desterró al Vaticano el 13 de enero de 2024, luego de permanecer 513 días en la cárcel, mucho de ese tiempo en celdas de castigo, se conoció.
Pero Álvarez no solo irrita a Murillo. También Daniel Ortega le ha dispensado acusaciones e insultos.
En reiteradas ocasiones, Ortega ha llamado “golpistas” a los obispos que mediaron en el diálogo con los opositores. “Apelamos a los famosos mediadores que eran golpistas, todos los curas que estaban allí como mediadores eran golpistas”, dijo en mayo de 2023, durante el acto de conmoración del natalicio Augusto C. Sandino.
En febrero de 2023, Ortega reaccionó furioso contra monseñor Álvarez porque no se quiso montar en el avión que lo sacaría de la prisión y lo llevaría al destierro, a Estados Unidos, junto a otros 222 presos políticos.
“Yo no sé qué piensa este señor. Dijo que él no acata una resolución de un Tribunal de Justicia”, afirmó el dictador en cadena de radio y televisión en la que informó que el obispo fue enviado a la Cárcel Modelo, del Sistema Penitenciario nicaragüense, como represalia a su negativa a aceptar la expulsión de su país.
“A La Modelo llegó que era un energúmeno. No puede tener el coraje de Cristo que aguantó los azotes y soportó la crucifixión”, ironizó sobre el religioso de quien dijo “es un desquiciado”.
Finalmente, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo desterró la madrugada del sábado 13 de enero a monseñor Rolando Álvarez, junto a otros 18 religiosos, que fueron enviados al Vaticano a través de una aparente negociación con la Santa Sede.
Después de un año de relativo silencio, Monseñor Álvarez volvió a alterar a los dictadores nicaragüenses cuando, a principios de este mes, dio una entrevista al canal católico EWTN Noticias, en la que relató su experiencia tras la liberación y su llegada a Roma.
El régimen de Nicaragua reaccionó con virulencia calificando al Vaticano, de “depravado” y “pedófilo”. Un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores acusó a la Santa Sede de interferir en la política nicaragüense y consideró que las declaraciones de Álvarez constituyen “un agravio e insulto a la soberanía y dignidad” del país.
“Las declaraciones citadas, son irresponsables e irrespetuosas y violentan las máximas leyes y normas que rigen la vida independiente de nuestra Nicaragua bendita”, señala la nota de Cancillería. “Además, sin ninguna autoridad política supranacional, el Estado Vaticano pretende disponer sobre cargos y poderes que otorgan, en Nicaragua, a personas que dejaron de ser nicaragüenses, por conductas impropias e intolerables de promoción de crímenes, políticamente instigados”.
Las relaciones entre Nicaragua y el Vaticano permanecen suspendidas oficialmente desde marzo de 2023, después que el papa Francisco calificó al régimen de Ortega de “dictadura grosera” y “hitleriana” y denunció el “desequilibrio” del mandatario, en una entrevista publicada por Infobae.
Para la escritora nicaragüense, Gioconda Belli, el comunicado de Ministerio de la Relaciones Exteriores, lleva el sello de Rosario Murillo. “El comunicado salido de la mano de Rosario Murillo y publicado por el MINEX es el reflejo de una mente que se enfrenta al mundo y la gente con la sinrazón de su rabia y encono”, dice.
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“Carece de coherencia, de una redacción ordenada y con sentido. Es repetitivo, una verborrea. Sale de la mano de la furia de alguien que, en nombre de un poder ilegítimo, embiste enfurecido a quienes osan nombrar una realidad distinta a la suya y que incluye la invención de un Dios modelado a su antojo, separado de esa Iglesia que ha despreciado impunemente”, añade.
“Monseñor Álvarez es el símbolo de su derrota, pues tiene la autoridad moral que se ha ganado con un ministerio y una fe verdadera. No pudo humillarlo y acabarlo. Sigue siendo obispo de Matagalpa y lo seguirá siendo porque ella no tiene poder para defenestrar y contradecir su calidad apostólica”, explica.
La abogada Martha Patricia Molina coincide con Belli y cree que a Rosario Murillo le molestaron particularmente dos cosas de la entrevista de Álvarez: una, que el religioso dice que después de salir de la cárcel con “menos cero” ya estaba recuperado en 90 por ciento; y dos, que reiteró que sigue siendo el obispo de Matagalpa, a pesar del destierro.
“Ella (Murillo) soñaba con ver a un obispo destruido y acabado. Así como lo mandó ella a Roma”, considera. “Entonces, al decir él que ya está repuesto más del 90 por ciento, a ella no le parece ver a un a un obispo que ya se reconstruyó de todo el daño que le hicieron y que ya comenzó a hablar”.
Belli también destaca la carga religiosa que lleva la irritación de Murillo: “Ha inventado una religión donde ella es la única papisa. A eso aspira, a convencer a la gente que Dios y el bien se manifiestan a través de ella y que ir contra ella y su gobierno es ir contra esa personalidad divina que ella encarna”.
La periodista Sofía Montenegro cree que la molestia de la dictadura se origina en “el liderazgo (de Álvarez) en la iglesia católica y en el Diálogo Nacional y por ser respetado y querido por la mayoría de los nicaragüenses. Pero, además, por ser un hombre inteligente con capacidad de organización y movilización territorial. Por indoblegable, insobornable, digno y desafiante. O sea, todo lo que no soporta y teme Rosario Murillo”.
“No le gustó para nada la medalla antidemonios, pero hasta donde sé, ese emblema ya estaba ahí antes de que ella apareciera”, dice y subraya con un toque de sorna: “Lo otro es que monseñor puede andar libre por Europa y ella no, pues está encerrada en Nicaragua”.