La estrategia de Brasil para evitar una guerra comercial por los aranceles al acero de Trump

La diplomacia de Itamaraty, la cancillería brasileña, busca negociar sin declaraciones estridentes para “seguir fortaleciendo el libre comercio”

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Lula da Silva y Donald
Lula da Silva y Donald Trump. Crédito: REUTERS

Negociación y no represalias es el camino elegido por la diplomacia brasileña para hacer frente a la emergencia de los aranceles del 25% impuestos por la administración Trump a las exportaciones de acero y aluminio a Estados Unidos, una medida que también afectará a Brasil a partir del 12 de marzo. Tras la firma del decreto por parte de Trump, el ministro brasileño de Relaciones Institucionales, Alexandre Padilha, comentó la decisión de Washington afirmando que “Brasil no fomenta ni entrará en ninguna guerra comercial. Siempre estaremos a favor de seguir fortaleciendo el libre comercio”.

El gigante latinoamericano es un importante proveedor de acero y hierro a EEUU y fue el segundo mayor exportador de estos productos al mercado estadounidense en 2024, con una media mensual de 312.239,34 toneladas. Gran parte de las exportaciones de Brasil son productos semielaborados que luego pasan por procesos industriales en EEUU. Las acerías estadounidenses podrían verse perjudicadas si no pudieran importar acero semiacabado de Brasil.

En cuanto al aluminio, el mercado estadounidense representó en 2024 un movimiento de 267 millones de dólares para el sector brasileño, con 72.400 toneladas, el 13,5% del total de las exportaciones brasileñas de este metal. La Asociación Brasileña del Aluminio (Abal) expresó “preocupación por el impacto de la nueva medida arancelaria, que no prevé excepciones ni exenciones para ningún país”.

Sin embargo, fuentes de la cancillería brasileña, Itamaraty, dijeron a Infobae que el gigante latinoamericano quiere repetir la misma estrategia adoptada en el primer mandato de Trump. En 2018, el presidente estadounidense impuso, al igual que este año, aranceles basados en la llamada “Sección 232” de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que permite al presidente imponer aranceles cuando un producto importado amenaza la seguridad nacional de Estados Unidos. En 2018, el Gobierno brasileño consiguió salir del impasse negociando cuotas para la venta de acero semiacabado y procesado a Estados Unidos, que se mantienen a día de hoy. Con este sistema de cuotas, Brasil exporta actualmente 3,5 millones de toneladas de acero semiacabado al año con aranceles reducidos.

El vicepresidente Gerald Alckmin también fue claro sobre esta posible salida, al afirmar que ya había hablado con el embajador brasileño en EEUU para iniciar las negociaciones. ‘’Buscaremos que el Gobierno de EEUU encuentre una solución; una salida es crear cuotas'‘, dijo. “Es un mecanismo inteligente, porque si Estados Unidos sube los impuestos a las importaciones de acero, tendrá un efecto dominó. Aumentará el precio de la cadena de producción. Entonces, ¿qué se ha hecho antes? Cuotas. Es una buena solución. Así que el camino a seguir es el diálogo”, afirmó. Según el vicepresidente, los aranceles no fueron una medida discriminatoria contra Brasil, ya que se aplicaron a otros países y Brasil no es un problema para la balanza comercial estadounidense. “Si incluimos los servicios, el superávit de EEUU es de 7.200 millones de dólares con nuestro país. Es el séptimo mayor superávit de EEUU en el mundo”, declaró Alckmin. El ministro de Hacienda, Fernando Haddad, también reconoció que la medida de Trump es genérica y se aplica a todos, pero también dijo que “medidas unilaterales de este tipo son contraproducentes para mejorar la economía mundial”.

Piezas fabricadas de aluminio en
Piezas fabricadas de aluminio en una fábrica que exporta sus productos a Estados Unidos. REUTERS/José Luis González

La decisión de Trump, según la industria brasileña, puede tener un efecto boomerang porque entre los efectos colaterales está el riesgo de una reducción del carbón metalúrgico. Brasil es uno de los principales compradores de este material de Estados Unidos, que utiliza para producir gran parte del acero que luego le vende. Fue precisamente la consideración de este riesgo lo que permitió al país latinoamericano en 2018 disponer de un margen de negociación considerable y obtener cuotas anuales en las que exportar acero a Estados Unidos con aranceles reducidos. Según datos del Ministerio de Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios de Brasil, sólo el año pasado Brasil gastó 1.400 millones de dólares en importar carbón metalúrgico de Estados Unidos, una cifra que en los últimos cinco años ha ascendido a más de 6.200 millones de dólares. Según datos de Washington, Brasil es uno de los principales compradores de este material, con cerca de 4,8 millones de toneladas adquiridas en 2024. Existe, en definitiva, un alto grado de interdependencia entre las cadenas de suministro de acero de ambos países, que son complementarias y no competidoras en este sector, lo que puede favorecer el diálogo.

Sin embargo, en comparación con 2018, hay una novedad. El lunes, Trump justificó la imposición de los aranceles del 25% con el supuesto aumento de las importaciones brasileñas de acero chino. “Las importaciones brasileñas de países con niveles significativos de exceso de capacidad, en particular China, han crecido enormemente en los últimos años, más del triple, desde que se puso en marcha este acuerdo de cuotas”, reza el texto de la orden ejecutiva de la administración Trump titulada “Ajuste de las importaciones de acero a Estados Unidos”. Según un informe del Instituto del Acero de Brasil, que representa a las empresas siderúrgicas del país, de 2023 a 2024 se produjo un aumento significativo de las importaciones brasileñas de acero chino, pasando de 2,89 millones de toneladas en 2023 a 3,3 millones de toneladas el año pasado. Los datos indican que China se ha convertido en el mayor exportador de este producto a Brasil.

La relación con el gigante asiático es más compleja de lo que revelan los datos. Las grandes empresas siderúrgicas brasileñas denuncian desde hace tiempo las prácticas de dumping del Gobierno de Pekín, que subvenciona la siderurgia nacional para hacer sobrevivir el mercado laboral, puesto en crisis por la desaceleración del sector de la construcción civil. Las ayudas gubernamentales permiten que el acero chino sea descaradamente más barato y competitivo que el producido por la industria brasileña. Por eso, el gobierno de Lula reaccionó el año pasado, a petición de la industria, aplicando cuotas de importación al acero chino. Sin embargo, según la industria brasileña, este sistema no funcionó. Por eso, las principales siderúrgicas del país, también a la luz de los aranceles de Trump, exigen estos días al Gobierno de Lula que imponga aranceles del 25% al acero chino para proteger el mercado interno. La respuesta de China no se ha hecho esperar. En declaraciones a CNN Brasil, Charles Tang, presidente de la Cámara de Comercio e Industria Brasil-China, afirmó que las subvenciones del Gobierno chino al acero terminaron hace tiempo y que “gravar el acero chino sólo perjudicaría a los brasileños, porque aumentaría el valor de los productos siderúrgicos en Brasil y presionaría la inflación”. Tang prosiguió afirmando que “no es culpa de China, sino del coste brasileño, que reduce la competitividad de los productos manufacturados brasileños”, y añadió que “la industria brasileña es eficiente hasta que llega a la puerta, donde se enfrenta a una cascada de impuestos, a la falta de una logística eficiente, entre otros problemas que alimentan el costo de hacer negocios en Brasil”.

El presidente brasileño, Luiz Inácio
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva (d), saluda y recibe con honores de Estado a su homólogo chino, Xi Jinping (i). EFE/Andressa Anholete

Sin embargo, es en el gigante latinoamericano donde China ha sido acusada reiteradamente de prácticas desleales, empezando por el trabajo esclavo denunciado por el Ministerio Público Federal de Bahía. Bajo acusación se encuentra la empresa automovilística china BYD, acusada por las autoridades brasileñas de mantener en condiciones infrahumanas a trabajadores traídos de la madre patria. Lo cierto es que la visita de Lula a Pekín en 2023 y la cascada de acuerdos con su homólogo Xi Jinping que siguió han facilitado la expansión de Pekín incluso en el sector industrial en detrimento de la industria nacional. Baste decir que en los últimos días BYD ha conseguido que importantes instituciones brasileñas firmen un contrato por el que la empresa china “presta” al menos 30 coches eléctricos a la Presidencia de la República, la Cámara de Diputados, los jueces del Supremo Tribunal Federal (STF) y el Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU). El abogado André Marsiglia dijo al sitio de noticias Poder360 que estos préstamos son “irregulares”, ya que “terminan siendo una especie de regalo disfrazado y crean una atmósfera como si el Estado le debiera un favor a la empresa”.

Es precisamente la expansión china en Brasil lo que puede exigir unas negociaciones más estrechas entre el gobierno de Lula y la administración Trump. Brasil tiene ciertamente algunas ventajas estructurales que Washington tendrá en cuenta, a saber, su situación geográfica y la abundancia de mineral de hierro. El experto en derecho corporativo Antônio Carlos Morad dijo al sitio de noticias UOL que “el acero brasileño es esencial para los EEUU porque estamos geográficamente cerca, lo que facilita la logística del transporte. Además, Brasil posee una de las mayores reservas de hierro del mundo. Carajás, por ejemplo, en el estado amazónico de Pará, tiene una reserva estimada en 190.000 millones de toneladas. Es un volumen gigantesco”. Además, aunque el país tiene pocas industrias siderúrgicas, la calidad del acero brasileño, según los expertos, es excelente.

La diplomacia brasileña espera ahora una comunicación formal de EEUU sobre los aranceles impuestos y cree que hay tiempo suficiente para negociar, ya que la medida entrará en vigor en marzo. Esta es también la razón por la que el propio Lula ha rebajado ahora el tono tras declarar en los últimos días que, en caso de aranceles, por reciprocidad, podría gravar los productos fabricados en Estados Unidos. En realidad, Brasil, a pesar de haber aumentado la apertura comercial en las últimas décadas, sigue manteniendo medidas proteccionistas, al igual que otros países del Mercosur, a través del llamado Arancel Externo Común (TEC). El sector en el que se centra el mayor proteccionismo brasileño es el tecnológico, del que EEUU es un gran exportador y al que el país latinoamericano puede imponer un arancel de importación de hasta el 35%. El Presidente Lula se reunirá en los próximos días con el Ministerio de Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios, y probablemente se emitirá un comunicado oficial con tonos abiertos a la negociación. Al fin y al cabo, si no están divididos por los aranceles, Lula y Trump tampoco lo estarán por el petróleo. El sitio de noticias UOL señala que incluso Lula ha adoptado en las últimas horas un discurso similar al del presidente estadounidense al defender la polémica explotación petrolera de la cuenca amazónica. “Respetaremos los procedimientos necesarios para no causar daños a la naturaleza, pero no podemos saber que hay riquezas debajo de nosotros y que no las explotaremos”.

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