A siete meses de las elecciones presidenciales de Bolivia, el escenario electoral empieza a tomar forma con algunas singularidades históricas. En los últimos 20 años el Movimiento Al Socialismo (MAS) fue el partido hegemónico que batió récords de votación a nivel nacional con Evo Morales como candidato y logró tener el control casi absoluto del Poder Legislativo durante una década.
Sin embargo, la grieta interna del partido más numeroso del país modifica el escenario político y abre posibilidades para una oposición que ve en las horas bajas del MAS una oportunidad real de llegar al poder. “Es un proceso electoral marcado por el efecto ordenador y desordenador del MAS”, resume la analista política Erika Brockmann que observa que los efectos de la crisis del partido exceden sus propios límites.
Aunque ni las alianzas políticas ni las candidaturas se han inscrito para las elecciones que se celebrarán en agosto, hay quienes han manifestado su intención de postular a la Presidencia, presentaron propuestas de Gobierno y esbozan acuerdos de unidad. Con esos avances y anuncios, se perciben al menos seis frentes electorales para la próxima contienda.
Por un lado, está el MAS, ahora legalmente bajo el control del presidente Luis Arce y sus aliados, cuyas posibilidades dependen básicamente de la gestión económica de los próximos meses. Bolivia padece problemas económicos que empezaron a sentirse en las calles desde hace dos años y se agudizaron en los últimos meses con la agudización en la escasez de dólares, un mercado paralelo de divisas, el abastecimiento irregular de combustibles y un incremento sostenido de los precios que ha provocado manifestaciones de varios sectores en un laberinto del que el Gobierno de Arce no está pudiendo salir. “Si no resuelve (la crisis económica) no va tener ningún tipo de viabilidad política y el tiempo es cada vez más corto”, explica el analista político Carlos Saavedra.
En otro frente está la militancia de Evo Morales, que según los expertos tiene un voto duro de aproximadamente el 20% del electorado lo que le da una ventaja de partida sobre sus adversarios. Sin embargo, su postulación está en entredicho por desacuerdos en la interpretación de la Constitución Política del Estado y fallos judiciales que le impedirían inscribir su candidatura con otra sigla. Aunque el líder cocalero insiste en que será él quien se postule a la Presidencia, muchos ven que el sucesor natural de Morales es Andrónico Rodríguez, el joven presidente del Senado y dirigente cocalero con formación política que podría representar a la militancia evista con un perfil más conciliador.
El bloque opositor está aún más fragmentado que el MAS. Si bien hay un esbozo de unidad en la oposición tradicional, algunos de sus miembros no parecen muy dispuestos a ceder la postulación al que tenga más posibilidades. La alianza firmada inicialmente por los ex presidentes Carlos Mesa (2003-2005), Jorge Quiroga (2001-2002), el gobernador suspendido Luis Fernando Camacho y el empresario y varias veces candidato Samuel Doria Medina, al que se sumaron otros dos políticos en la última semana, nació con algunos tropezones: Quiroga le quitó a Mesa la sigla política que lo respaldaba y al día siguiente de firmar la “unidad” salió a decir que su candidatura es irreversible.
Adicionalmente, tanto Quiroga como Doria Medina hacen campaña proselitista por separado, lo que es a la vez una muestra de la fragilidad del bloque y de la disputa legítima por asumir la candidatura de la alianza a través de una metodología que no han explicado públicamente. ¿Lograrán un candidato único justo ahora que el MAS está en plena decadencia?, es la pregunta que muchos en Bolivia se hacen.
El cuarto frente que se percibe es uno de tendencia liberal que no tiene un candidato definido, pero en el que se debaten tres o cuatro nombres que plantean profundizar el libre mercado y la limitación progresiva del poder del Estado. Uno de los que podría encabezar esta propuesta es el ex líder cívico de Santa Cruz, Branko Marinkovic, que ha desatado una campaña de ataque frontal contra todo el mundo siguiendo algunas tendencias de la región.
Aunque el analista Saavedra considera que lo “lo ‘anti’ es un atractivo electoral potente” y que está de moda a nivel mundial, a Marinkovic le juega en contra su pasado: tiene un historial en política que le impediría presentarse como un outsider y algunos cuestionan su gestión como ministro del Gobierno interino de Jeanine Añez. Junto a él se discuten otros nombres -entre ellos los de los economistas Jaime Dunn o Antonio Saravia- que surgieron en el debate político a raíz de su participación en los medios y las redes sociales.
A pesar de que la propuesta liberal es bulliciosa, Brockmann no cree que vaya a prosperar electoralmente. “Sigue prevaleciendo una visión que sataniza el neoliberalismo en lo económico y que es muy resistente al cambio y las medidas de estabilización, por más que éstas signifiquen recuperar la normalidad”, afirma la analista.
El quinto frente que aparece en este escenario es el encabezado por el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, un político experimentado que ya disputó la Presidencia y al que muchos acusan de ser funcional al MAS: reclutó legisladores de la oposición, exacerbó la división en las bancadas opositoras y logró la anulación de un montón de juicios y acusaciones que tenía en contra, en un país en el que la Justicia nunca ha sido del todo independiente del poder político.
Reyes Villa, que no ha querido sumarse al bloque opositor tradicional en un intento por mostrarse diferente (y posiblemente por no poner en debate su postulación), tiene una votación importante en Cochabamba que es la tercera región con mayor número de electores, donde goza de las credenciales de una buena gestión municipal. La cuestión es si el intento de sus adversarios por mostrarlo como “pro masista” le suma o le resta: algunos analistas creen que la victoria electoral y la gobernabilidad de la siguiente gestión pasa por seducir, precisamente, a los masistas desencantados.
Finalmente las encuestas muestran que el médico conservador y pastor evangélico de origen asiático, Chi Hyung Chung, podría posesionarse como candidato. Chi participó en las últimas dos votaciones (las anuladas de 2019 y las de 2020) y salió en tercer y cuarto lugar, apelando a un voto antisistema y con posiciones antiprogresistas muy marcadas. “Él de alguna manera simboliza lo distinto y eso puede tener una atracción electoral de quienes aspiran un cambio”, sostiene Saavedra.
Aunque hay mujeres que tienen una aprobación visiblemente mayor que muchos precandidatos, no ocupan la primera línea de las intenciones electorales en los partidos en un país cuya política es, en los hechos, dominantemente masculina. Las senadoras Andrea Barrientos y Cecilia Requena y la diputada Luciana Campero son algunos nombres que los analistas rescatan por su destacado trabajo legislativo, al igual que el de la multifacética María Galindo, una pensadora y activista feminista que conecta como nadie con sectores jóvenes y populares, y que tiene un satisfactorio desempeño en las encuestas.
El calendario electoral empieza a correr en un ambiente de incertidumbre y desconfianza, caldeado por la crisis económica, las disputas políticas y los múltiples frentes de polarización. Las alianzas tienen que registrarse en abril y las candidaturas en junio, por lo que las fichas que compongan el tablero político tienen todavía algo de tiempo para acomodarse.