Trump tiene "la personalidad de un alcohólico", dice la jefa de la Casa Blanca

Las declaraciones de Susie Wiles, quien fue mano derecha de Trump, reavivaron la controversia acerca del liderazgo y la confiabilidad del exmandatario tras cuestionar su carácter, sus decisiones internas y sus políticas en seguridad y migración según Vanity Fair

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Susie Wiles, quien tuvo un papel central en la administración de Donald Trump, recomendó implementar auditorías independientes para examinar la eficacia y transparencia de las operaciones antidrogas con supervisión estadounidense en América Latina, señalando la urgencia de reducir el impacto negativo que estas acciones han generado en las comunidades de la región y en las relaciones bilaterales. Estas iniciativas de fiscalización surgieron luego de que registros oficiales confirmaran al menos 90 muertes vinculadas a operativos durante el mandato del expresidente, situación que atrajo el escrutinio público y llevó a distintos sectores, tanto dentro como fuera del gobierno, a exigir una revisión minuciosa de los procedimientos vigentes. La publicación de Vanity Fair detalló que las propuestas de Wiles y el debate abierto sobre estos hechos impulsaron una revisión sobre la legitimidad y las garantías presentes en las políticas intervencionistas de Estados Unidos en territorio latinoamericano.

El contexto de estos señalamientos estuvo marcado no solo por datos sobre las operaciones antidrogas, sino también por las declaraciones de Wiles en las que cuestionó la personalidad y el liderazgo de Donald Trump. De acuerdo con Vanity Fair, la exjefa de gabinete expuso observaciones personales en las que describió la conducta del entonces presidente de una forma comparativa con la de una persona alcohólica, recurriendo a su experiencia familiar con problemas de adicción para argumentar su postura. Sus declaraciones agregaron un elemento de controversia a los debates acerca de la dirección estratégica y la capacidad organizativa del equipo ejecutivo, generando reacciones sobre la confianza depositada en la cúpula presidencial y el nivel de cohesión al interior del gabinete.

Según consignó Vanity Fair, las intervenciones de Susie Wiles tampoco se limitaron a cuestiones de seguridad internacional. En el área migratoria, la exfuncionaria promovió la revisión de los protocolos aplicados a los traslados y deportaciones de personas detenidas, entre ellas Kilmar Ábrego García, a un centro penitenciario en El Salvador. Wiles defendió la posición de restringir las deportaciones a casos en los que existiese constancia de antecedentes penales, además de sugerir un sistema de verificación doble para el proceso de identificación y gestión de los implicados, con la finalidad de evitar errores y preservar la confianza ciudadana. Vanity Fair explicó que Wiles advirtió sobre los riesgos institucionales que representan las falencias en estos procesos, considerando el efecto negativo que pueden ocasionar sobre la credibilidad del gobierno federal en asuntos migratorios.

En el análisis de la dinámica interna durante la presidencia de Trump, Vanity Fair describió un clima de tensiones constantes y diferencias marcadas acerca del rumbo estratégico que debía seguir el gobierno. Las propuestas y argumentos de Wiles derivaron en debates dentro del gabinete sobre la definición y puesta en práctica de políticas en áreas sensibles, como la seguridad trasnacional y la migración. Estas disidencias, según la publicación, habrían impactado el ambiente de trabajo y fomentaron cuestionamientos sobre el funcionamiento y los criterios de toma de decisiones en los niveles más altos de la administración.

Vanity Fair también reportó que Susie Wiles extendió sus valoraciones hacia otras figuras clave de la administración. Acerca de JD Vance, entonces vicepresidente, Wiles sostuvo que se trataba de un “converso por motivos políticos”, considerando su integración parte de una respuesta a la resistencia inicial del entorno cercano de Trump. Sobre Russell Vought, exdirector de la Oficina de Administración y Presupuesto, Wiles lo definió como “un fanático absoluto de derecha” y resaltó su papel central en las políticas presupuestarias y el control del gasto federal bajo una visión claramente ideológica.

En el ámbito empresarial y tecnológico, Wiles también mencionó el caso de Elon Musk, señalando –según Vanity Fair– el presunto uso habitual de ketamina y la presencia de extensos periodos de sueño, lo que habría obstaculizado la cooperación con otros responsables del Ejecutivo y generado desacuerdos con la agencia USAID. En relación al trabajo de esa agencia, la exjefa de gabinete manifestó: “Ninguna persona racional podría pensar que el proceso de USAID fue bueno”, apuntando directamente a la falta de eficiencia y transparencia observada en el organismo durante ese periodo.

Dentro de los debates más sensibles, Vanity Fair relató que Wiles abordó el escándalo que involucró a Jeffrey Epstein, señalando la existencia de documentos en los que Donald Trump figura como pasajero en el avión de Epstein. Wiles precisó que los acompañantes eran “jóvenes adultos” y subrayó la ausencia de pruebas que relacionaran estos viajes con delitos. Al referirse a la conducta de Bill Clinton en el mismo contexto, declaró: “El presidente se equivocó en eso”, refiriéndose a errores de juicio pero haciendo énfasis en la falta de evidencia concluyente.

La publicación también identificó a Kash Patel y Dan Bongino, exagentes del FBI, como responsables de la filtración de información sobre el caso Epstein sin contar con documentación sólida y verificable. Vanity Fair sugirió que estas acciones potenciaron la percepción de caos institucional y afectaron la reputación de la administración en un momento especialmente sensible para la Casa Blanca.

A raíz de la repercusión mediática, Susie Wiles utilizó la red social X para emitir una respuesta, afirmando que la cobertura recibida constituía “una pieza engañosamente elaborada que ataca a mí y al mejor presidente, al mejor personal de la Casa Blanca y al mejor gabinete de la historia”. Vanity Fair recogió que Wiles consideró que sus palabras habían sido manipuladas y editadas fuera de contexto, alterando –a su entender– tanto la intención como el alcance real de sus declaraciones.

El New York Post también retomó el impacto de estas acusaciones al publicar la reacción de Donald Trump. El expresidente señaló: “Yo no bebo alcohol, pero he dicho a menudo que si lo hiciera, tendría muchas posibilidades de ser alcohólico. Lo he dicho muchas veces sobre mí mismo, lo soy. Es una personalidad muy posesiva”. El propio medio evaluó esta respuesta como una aceptación implícita del diagnóstico realizado por Wiles, lo que incentivó nuevas reflexiones sobre el perfil psicológico y la situación emocional de Trump durante su mandato.

El contenido expuesto por Vanity Fair describió un panorama de conflictos y debates trascendentes dentro del círculo presidencial de Donald Trump. Tanto las propuestas de auditoría y reforma, como las percepciones personales y públicas sobre el carácter del expresidente y el desempeño de su equipo, abrieron interrogantes sobre los procedimientos, la cultura institucional y el legado de su gestión ejecutiva. Los detalles recogidos en estas publicaciones situaron el foco nuevamente sobre los mecanismos de gobernanza y la vigencia de los criterios de transparencia y rendición de cuentas en los niveles más altos de la administración federal estadounidense.